Dentro de unos seis mil millones de años, nuestro sol se quedará sin combustible y experimentará una expansión masiva, durante la cual emitirá una poderosa radiación electromagnética. Y resulta que unos investigadores han descubierto que esa luz supercargada podría pulverizar los asteroides de nuestro sistema solar.
Dimitri Veras, de la Universidad de Warwick, Reino Unido y Daniel Scheeres, de la Universidad de Colorado en Boulder, han determinado que, cuando estrellas como nuestro sol empiezan a agonizar, la radiación que despiden puede ocasionar que los asteroides giren a velocidades tan grandes que se rompen en fragmentos mucho más pequeños.
Cerca del 90 por ciento de las estrellas del universo son objetos de “secuencia principal”, y cuando esos cuerpos celestiales agotan todo su combustible de hidrógeno, su tamaño aumenta hasta cien veces en lo que se conoce como una fase de “rama gigante”, la cual persiste “apenas” unos pocos millones de años.
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Al entrar en esa fase, las estrellas no solo se expanden, sino que su luminosidad se intensifica enormemente a la vez que emiten una intensa radiación electromagnética. Al concluir esa etapa, las estrellas dilatadas pierden sus capas exteriores, y entonces colapsan en un objeto de alta densidad conocido como enana blanca.
Según el estudio publicado el 20 de diciembre de 2019 en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, los asteroides absorben la creciente radiación que emana de las estrellas durante la fase de “rama gigante”.
A medida que absorben la energía, la radiación pasa por el cuerpo de los asteroides hasta que es expulsada por uno de sus extremos, y esto causa que esas rocas espaciales giren cada vez más rápido hasta desintegrarse, lo que se conoce como efecto “YORP”.
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El proceso continúa, fracturando los asteroides en pedazos cada vez más pequeños, hasta que adquieren un diámetro que oscila de uno a 100 metros. A decir de los investigadores, los asteroides de mayor tamaño no son perfectamente compactos, por lo que poseen poca fuerza interior y se fragmentan con más facilidad. En contraste, los asteroides más pequeños son más compactos, de manera que su fuerza interior es mayor.
Los hallazgos de la investigación apuntan a que, durante la fase solar de rama grande, el efecto YORP pulverizará los asteroides que se encuentren más lejos del sol, incluso más allá que Neptuno o Plutón, y solo los más pequeños y con suficiente fuerza interior se mantendrán intactos.
En nuestro sistema solar -y de hecho, también en otros sistemas estelares-, este proceso de desintegración podría demorar unos cuantos millones de años (una escala temporal relativamente corta en términos cósmicos) y terminaría dejando discos de escombros alrededor de la enana blanca.
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En una declaración, Veras informó: “Cuando una estrella inicia la fase de rama gigante, su luminosidad se vuelve entre mil y diez mil veces más intensa que la de nuestro sol. A continuación, la estrella se contrae en una enana blanca -más o menos del tamaño de la Tierra- y su luminosidad es menor que la de nuestro sol. De allí que el efecto YORP sea más importante durante la fase de rama gigante, porque una vez que la estrella se ha convertido en una enana blanca, el efecto se vuelve casi inexistente”.
“Cuando una estrella de una masa solar entra en la fase de rama gigante -como ocurrirá con nuestro sol-, el proceso destruye hasta los objetos más apartados de un cinturón de exo-asteroides. En ese tipo de sistemas, el efecto YORP es muy violento y rápido -hablamos de apenas un millón de años-, de modo que no solo destruirá nuestro cinturón de asteroides, sino que lo hará rápidamente y con extrema violencia. Y la única causa de todo esto será la luz de nuestro sol”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek