Nota del editor: Esta nota fue publicada en diciembre de 2013, poco después de la muerte de Mandela.
Sus 27 años en la cárcel le devolvieron para siempre la libertad a todo un pueblo.
“He luchado contra la dominación blanca, y he luchado contra la dominación negra (…), he albergado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades.
Es un ideal por el que espero vivir y verlo hecho realidad. Pero, su señoría, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, fueron las palabras con las que le perdonaron la vida y condenaron a 27 años y medio de cárcel a Nelson Rolihlahla Mandela después de haber sido acusado de sabotaje y conspiración para derrocar al Estado, delitos que en Sudáfrica se castigaban con la pena capital.
Tenía entonces 46 años y era el jefe del nuevo brazo militar del Consejo Nacional Africano, ANC (por sus siglas en inglés), denominado Umkhonto we Sizwe (la lanza de la nación), con el que, después de años de haber proclamado que la no violencia era un principio inviolable del ANC, encaminó al consejo por la nueva senda de la insurrección armada que pretendía terminar a toda costa con el régimen del apartheid que mantuvo por años a la raza negra oprimida.
Un camino que en un inicio lo llevó a prisión y a través del cual parecía guiarse ya por la desesperación y el coraje, quizás el odio, pero que, al final, se transformó y lo condujo hacia la sabiduría, el perdón y la libertad.
La prisión de Robben Island, donde siendo el prisionero 46664 pasó 18 años cautivo en una celda de cuatro metros cuadrados, se convirtió en su universidad, en el lugar en el que redefinió la lucha armada por la lucha pacífica, en el que mitigó su sed de venganza, potenció sus dotes de líder y de negociador, donde forjó su voluntad de hierro y labró su cordura, donde construyó la democracia e inició el camino hacia la paz.
Ahí Mandela decidió conocer a su enemigo, para lo cual se puso a estudiar afrikaans, la lengua de sus opresores, leer sobre su historia, y se ganó a los carceleros como una manera de conocer a fondo y de cerca a la entonces raza dominante con la que en los últimos cinco años mantuvo diálogo para después emprender negociaciones y lograr un acuerdo político entre los blancos, que dominaban en virtud de su tez, y los negros, que estaban condenados a la miseria por su color.
Convencido de que el enemigo no iba a caer por la fuerza de las armas, al ser puesto en libertad, en 1990, Nelson Mandela rechazó la venganza e hizo del diálogo y el perdón su arma reconciliadora y unificadora. Logró disuadir al pueblo con más división racial de la tierra para que cambiara de opinión, y liberó a la Sudáfrica negra para luego convertirse en el primer presidente negro y Premio Nobel de la Paz.
En entrevista con Newsweek en Español, el embajador de Sudáfrica en México, Sandile Nogxina, quien trabajó con Nelson Mandela en sus años de gobierno y fungió como director general del Departamento de Minería y Energía de Sudáfrica, nos cuenta acerca del ser humano que luchó contra sus más bajos instintos y sobre el héroe que encabezó la unificación nacional.
—¿Quién fue Nelson Mandela?
—Nelson Mandela fue, primero que todo, hijo de sus padres y después alguien que se convirtió, debido a las circunstancias de su tiempo, en el padre de su patria, en el símbolo de una Sudáfrica diversa, pero unida.
—¿Cómo definiría su carácter?
—Mandela tenía un carácter muy fuerte, exhalaba autoridad y tenía una presencia tal que cuando entraba a un lugar se le podía sentir. Era alguien que, una vez que estaba determinado a hacer algo, lo dirigía por cualquier medio y lo llevaba hasta el punto de concluirlo.
“Él nos hacía creer que no había nada imposible si nos fijábamos la meta, y por supuesto, él era la evidencia misma de eso”.
—Usted trabajó estrechamente junto a él durante sus años de gobierno, ¿lo consideraba, más que un jefe, un amigo?
—¿Sabes? Cuando tú trabajas con alguien, hay ocasiones en las que tú mismo pierdes de vista al hombre y lo ves más como tu líder o como tu jefe, para mí era a quien tenía que rendirle cuentas por mi trabajo.
“Pero, sin duda, él era una gran persona, alguien con mucha simpatía que siempre que te veía te saludaba por tu nombre y mandaba saludos a tu familia haciéndote sentir que, sin importar cuál era tu puesto, tú contabas.
“Para ser el personaje que era, sabía que yo tenía una familia, que cuando salía de mi trabajo me iba a casa a verla, y él me preguntaba por ellos, algo que hace, más que un buen amigo, un gran líder con un don único, el de la humanidad”.
—¿Cuáles considera que fueron los momentos clave de su vida?
—El primero, cuando como miembro del Consejo Nacional Africano, el ANC, él junto con sus camaradas le inyectó el radicalismo al ANC convirtiéndolo en una organización política radical, para después volver a transformarla en la resistencia pasiva por la libertad.
“El segundo fue el tiempo en el que permaneció en prisión por 27 años trabajando y viviendo en condiciones de mucha dificultad, bajo circunstancias que realmente lo pusieron a prueba y que luego le permitieron salir y asumir un poder que no utilizó para vengarse de aquellos que lo habían encarcelado por esos años; en vez de incitar a Sudáfrica negra a salir y matar a los blancos y mandarlos de vuelta al mar por donde llegaron, él los abrazó como ciudadanos africanos.
“El tercer momento fue cuando después de que ganó las elecciones por mayoría de votos creó el Gobierno de la Unidad Nacional, al que invitó a todos los partidos que perdieron las elecciones, incluyendo al partido que fue responsable del apartheid en Sudáfrica, para que se unieran y formaran dicho gobierno”.
—¿Y sus contribuciones en la lucha por la libertad y la protección de los derechos humanos?
—Él permaneció, incluso poniendo en peligro su vida y renunciando a su libertad, en contra del régimen del apartheid, y no como una ganancia personal, sino para asegurar que las generaciones futuras en Sudáfrica pudieran disfrutar los derechos humanos básicos.
“Entonces la violencia estaba consumiendo a Sudáfrica y el hecho de que cuando salió de la prisión no quiso seguir con una lucha armada, sino que a cambio les dijo a aquellos que estaban luchando en ambos bandos tomaran sus armas y las lanzaran al mar y que se abrazaran unos a otros como hermanos, fue el reconocimiento de la vida como un aspecto básico de los derechos humanos.
“Pero, además todavía va más lejos, él reconceptualizó la democracia; las formas tradicionales de la democracia dictan que cualquiera que gana debe ejercer el poder, no dictan que aquellos que han ganado deben compartir el poder, pero él lo compartió para garantizar la paz y la estabilidad de su país”.
—Mandela decía que los héroes son los que firman la paz y la construyen, ¿en ese sentido fue un héroe?
—No hay duda de ello, salió libre y mantuvo en alto la cabeza y el corazón en medio de la opresión; asumió el poder y no lo utilizó para vengarse, él, sin traicionar su memoria, perdonó e incluyó a su enemigo y lo convirtió en su amigo a través de la reconciliación.
“Si bien es cierto que Mandela luchó casi toda su vida por la democracia, una vez lograda, la paz se convirtió en su prioridad”.
—¿Cómo ocurre dicha reconciliación entre los blancos y negros?
—En Sudáfrica nosotros tenemos una filosofía ubuntu, que ha sido la marca de la vida tradicional de nuestro país. Mandela utilizó este principio para guiar sus programas políticos: “Yo soy porque tú eres”, y desde ese punto el hecho de que yo sea diferente a ti no me hace un ser humano inferior y ambos podemos existir solamente de forma armoniosa, uno junto al otro, si reconocemos nuestras diferencias, si las celebramos, pero si también reconocemos nuestra humanidad común.
“Desde el punto de vista filosófico, esa fue la base bajo la cual se construyó la reconciliación de Sudáfrica; desde el punto de vista político, fue la realización de los sudafricanos blancos de que ya no tenían ningún otro lado a donde irse, ellos dejaron sus países de origen hace muchos muchos años, con los que ya no tenían nexos y ahora se habían convertido en una tribu blanca de África y, por tanto, debían su ser y su lealtad al mismo suelo que los africanos indígenas negros en el que ellos vivían, por eso el proceso de la reconciliación en Sudáfrica”.
—Según Mandela, las personas debemos ser amos de nuestro destino y capitanes de nuestra alma, ¿27 años en prisión le permitieron serlo?
—Sí, sin lugar a duda. Él fue el amo de su propio destino y capitán de su propia alma porque estuvo cautivo en cuerpo, pero su mente y su alma permanecieron libres y volaron aún sin permiso”.
—Dicen que el tiempo de crisis es tiempo para crecer, ¿lo fue entonces para Nelson Mandela?
—Definitivamente el tiempo es una medicina maravillosa, tiene el efecto de sanar, pero claro, eso depende del individuo. Mandela lo tomó no solo para sanar, sino como una oportunidad para comprender que el camino no era el de la venganza en contra de los blancos sudafricanos que oprimieron por años a su pueblo, sino el del perdón; él entró lleno de rabia a la cárcel y salió más sabio.
—Él habló de la urgente necesidad de reconstruir una sociedad destrozada durante el apartheid para que los sudafricanos pudieran construir su propio destino, en ese sentido ¿cuál fue su aporte en la superación de la pobreza?
—Si damos una mirada a los programas y políticas de la Sudáfrica posapartheid, se reconocerá la centralidad de la creación de una sociedad igualitaria que, por lo tanto, implicaba la necesidad de reenfocar las injusticias del pasado, incluso la Constitución misma implicaba la participación del Estado que debería tomar medidas correctivas para volver a analizar los desbalances del pasado.
“Tales desbalances incluyen las injusticias sociales y económicas como la pobreza, porque la pobreza en Sudáfrica estaba a la par de las injusticias raciales, es la parte negra la que estuvo abyecta y sujeta a la pobreza porque el apartheid les negaba sus derechos a participar en la economía del país, excepto como mano de obra barata.Varios programas se adoptaron para ello, y como ejemplo está la política de acción afirmativa, el departamento para la mujer y el Black Economic Empowerment, BEE, de la raza negra, que básicamente garantizaba que los negros sudafricanos, las mujeres y la gente discapacitada tendrían preferencia para las actividades de negocio y oportunidades económicas en Sudáfrica”.
—¿Qué significa la muerte de Mandela?
—Un autor ruso decía que el don más importante es la vida y solamente es dada una vez, así que hay que vivirla de tal forma que cuando te hayas ido no tengas ningún remordimiento porque no tendrás otra oportunidad.
“En ese sentido, creo que si hay una persona que ha cumplido con ello es Mandela, quien utilizó el don de la vida para luchar por la liberación de la raza humana y conseguir la paz, y por eso su obra permanecerá después de su muerte, para guiar a las generaciones futuras, y solamente será su carne la que se habrá ido”.
—Mandela se preguntó, sin respuesta, qué error se cometió para que el sistema del apartheid pudiera instaurarse después de haberse aprobado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ¿usted puede responderle?
—Sí, los compromisos políticos y las resoluciones de las Naciones Unidas, por más positivas que sean, pueden permanecer sin valor alguno y quedar vacías y como simples palabras si no pueden ser traducidas en una acción.
“Todas estas buenas y grandes ideas necesitan al ser humano para que les dé vida. Mandela jugó su papel e hizo lo que pudo, creyó mejor para asegurar que los derechos humanos que se proclaman en la Declaración Universal no solo permanezcan en palabras, sino que se traduzcan en la vida ordinaria de las personas.
“Pero es un proceso que continúa y ahora todos aquellos que quedan deben tomar la estafeta, entender las circunstancias del tiempo en el que viven y crear programas que se traduzcan en acciones y que den como resultado el verdadero goce de los derechos humanos”.
—¿Actualmente qué retos enfrenta Sudáfrica y en cuáles cree que Mandela quisiera que se siguiera trabajando?
—La sociedad sudafricana tiene una naturaleza dual en la que algunas personas viven como si estuvieran en el primer mundo, y otras como si estuvieran en el tercer mundo; por eso resulta tan difícil caracterizar a Sudáfrica en términos de si es primer o tercer mundo, si es un mundo desarrollado o en desarrollo, sigue siendo uno de los países y una de las sociedades más desiguales del mundo.
“Y es porque la vida de esa sociedad se ha impartido por siglos de colonialismo y décadas de apartheid, y ni ahora, ni en 20 años, será posible revertir esas injusticias, hay que recordar que la Sudáfrica libre apenas tiene 19 años de edad, así que esta obra continuará siendo una obra en construcción”.
Nelson Mandela murió pacíficamente a los 95 años en su casa de Johannesburgo, dejando atrás una vida llena de lucha, de encierro, acusaciones, reconocimientos, derrotas y triunfos, y delante, un futuro para todos aquellos a los que liberó independientemente de su género, estatus social o color.