El libro es
producto de una convocatoria del Instituto, a través del Fondo para las Letras
Guanajuatenses. Mediante esa convocatoria se buscó que personas interesadas en
escribir presentaran proyectos (en este caso, para la modalidad de cuento), sin
importar el género, ni la temática.
Durante
seis meses estuvimos trabajando con el dueño de la editorial Ficticia, Marcial
Fernández, quien fuera Premio Nacional de Cuento y tiene estudios en Filosofía
y Letras.
Al frente
de cerca de una treintena de escritores noveles todos los viernes por la tarde
y sábados por la mañana se *tallerearon los escritos (este último verbo no
existe, pero así lo aplican entre personas que trabajan textos literarios). El
procedimiento consiste en revisar la redacción, criticarla, analizarla y
mejorar su presentación.
Tlaquetzalli
es una interpretación de la historia de nosotros los mexicanos. Es una visión
mestiza moderna de los hechos que llevaron a una tribu del desierto a
transformarse en la más formidable cultura de América. Quizá hasta podría
decirse que es una visión romántica. Lo que es un hecho es que pretende
rescatar lo que debió ser los huehuetlatolli,
las palabras viejas, dignas de ser conservadas.
En su libro
Cómo escribir una novela, Milán
Kundera señala que al leer sobre un dato en un libro de Historia, este podría
parecer un solo detalle o una puntualización más en todo el conjunto de la
información. Por ejemplo, el que los judíos fueron buscados con perros. Sin
embargo, trasladar eso a personaje le da una dimensión totalmente distinta. Es
decir, la angustia de verse perseguido por perros, intentar escapar, huir o
cambiar los olores para evitar ser detectado. Eso da una sensación mucho más
humana y cercana a lo que vivieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial
(o cualquier perseguido).
Tlaquetzalli redime la esencia del ser mexicano. Lo hago
imaginando por lo que debieron pasar para forjar un espíritu verdaderamente
singular. ¿Qué llevó a los antiguos mexicanos a buscar un rostro y un corazón (es decir, una personalidad)? ¿Qué hizo
realmente que abandonaran Aztlán? ¿Cómo fueron creciendo a lo largo de los
siglos para transformarse en la civilización sin paralelo en América? ¿Cuál es
la herencia que nos dejaron y que debemos acrecentar para las siguientes
generaciones? Eso somos y eso debemos reconocer.
De todas
las civilizaciones del mundo, la mexica es la que mayor asombro debía producir.
Todas las grandes culturas requirieron de cientos de años (varios siglos) para
lograr expresar su pensamiento. Mesopotámicos, egipcios, etruscos, griegos,
romanos e, incluso, mayas necesitaron de años de trabajo y práctica para
plasmar sus ideales en sus ciudades. Los mexicas (me niego a llamarles aztecas)
solo necesitaron 125 años. Desde su fundación hasta la caída de México
Tenochtitlan solo transcurrieron cinco generaciones. Hacer impresionantes
monolitos como la Piedra del Sol, la Coatlicue, el Señor de Inframundo… o un
acueducto único en el mundo, con dos vías (mientras una estaba en uso, la otra
era limpiada: eso da una idea del concepto de higiene) da una idea de una
civilización que en su mente ya deambulaba la grandeza.
instrumento de los dioses, dotó a los mexicas de una fuerza creativa sin
paralelo en la historia de la humanidad. Haber descubierto eso me permitió no
solo escribir estos cuentos, sino sentir una sangre digna de mucho orgullo.