EMBOBARSE mirando un smartphone ya no es cosa exclusiva de adultos. Hasta los bebés están en la jugada (y los juegos). Sin embargo, según un nuevo estudio, el tiempo de pantalla podría ocasionar que los niños sufran retrasos del lenguaje. La investigación confirma lo que muchos ya sabemos: que los teléfonos inteligentes no siempre nos hacen más inteligentes.
El estudio, a presentarse en la Reunión Anual de las Sociedades Académicas Pediátricas de 2017, investigó el vínculo entre el desarrollo del lenguaje y el tiempo de pantalla en dispositivos portátiles, con 894 niños de seis meses a dos años.
Los investigadores —de la Universidad de Toronto y del Hospital para Niños Enfermos, también de Toronto— rastrearon el tiempo de pantalla y las habilidades de comunicación. A lo largo de cuatro años llevaron un registro del tiempo que pasaban los niños contemplando las pantallas de teléfonos, a partir de la información proporcionada por los progenitores. También evaluaron el desarrollo del lenguaje, usando una medida estándar llamada Lista de Comprobación del Desarrollo-Infantes a tres años de edad (ITC, por sus siglas en inglés), la cual incluye las edades en que se espera que los niños alcancen ciertos hitos de comunicación.
La mayoría de los progenitores dijo que sus hijos no tuvieron tiempo de pantalla. Pero entre quienes reconocieron que los niños jugaron con un teléfono, la exposición promedio fue de 28 minutos al día. En total, 20 por ciento de los niños pasó casi media hora diaria mirando esa minúscula pantallita táctil cuando tenía apenas 18 meses de edad.
Y esos niños presentaron algunos problemas. La media hora de tiempo de pantalla se relacionó con un incremento de 49 por ciento en retrasos de habla expresiva. En otras palabras, empezaron a hablar más tarde. Los investigadores no notaron retrasos en gesticulación, lenguaje corporal o interacciones sociales, mas la capacidad para transformar sonidos en palabras fue más lenta en los niños que usaron celulares que, a los 18 meses, se encontraban en o por debajo del 10o percentil de lenguaje hablado.
Catherine Birken, pediatra del Hospital para Niños Enfermos y autora principal del estudio, reconoce que la investigación tiene varias limitaciones. La primera es que solo describe la correlación entre el tiempo de uso del dispositivo y el desarrollo del lenguaje, y como saben todos los progenitores que se han informado en la web, correlación no implica causalidad. “Este estudio es un primer paso que debe replicarse”, enfatiza Birken. “Y el diseño de estudios ulteriores debe determinar causalidad”.
Kristen Copeland, pediatra del Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati, quien no participó en la investigación, dice que estudios como este sirven para corregir la creencia errónea de muchos padres en cuanto a que los niños aprenden de las pantallas. “De hecho, todas las pruebas indican lo contrario, sobre todo en menores de treinta meses”, enfatiza. Señala que los retrasos del habla observados en este estudio también podrían ser resultado de que los padres utilizan los dispositivos para reemplazar las actividades que enriquecen el lenguaje.
Por otra parte, los investigadores no informaron qué hacían los niños con los teléfonos, y si los usaban a solas o con sus progenitores. Por tanto, a partir de estos datos, no es posible saber si la actividad marca alguna diferencia en el riesgo de retraso del lenguaje. En opinión de Birken, esta información es crítica para establecer si el vínculo es causal, por lo que insiste en la necesidad de estudios adicionales sobre las pantallas de dispositivos portátiles, incluyendo sus beneficios potenciales.
Copeland reconoce el problema que estamos enfrentando. “Las pantallas son atrayentes”, dice. “Así que hacen falta fuerza de voluntad y decisión para no exponernos a ellas o exponer a los niños”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek