Cientos de estudios han vinculado diversas características con rasgos de personalidad específicos, desde la longitud de tu letra manuscrita hasta la posición como duermes. Sin embargo, se trata meramente de asociaciones entre características incidentales; porque, después de todo, la longitud de los dedos de los pies determina quiénes somos como individuos.
Para eso, tenemos que analizar el cerebro y su compleja anatomía. Y ahora, hemos descubierto diferencias estructurales sorprendentes en los encéfalos de personas con distintos tipos de personalidad. Por ello, creemos que los cambios estructurales –percibidos como variaciones de espesor, área y circunvoluciones cerebrales- podrían conducir a diferencias en el desarrollo desde los inicios de la vida.
Estuve al frente del equipo de investigadores del estudio, publicado enSocial Cognitive and Affective Neuroscience. Analizamos los cerebros de más de 500 personas sanas de entre 22 y 36 años de edad, cuyos escaneos cerebrales nos fueron proporcionados por el Proyecto Conectoma Humano (HCP, por sus siglas en inglés), un proyecto financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
Evaluamos los rasgos de personalidad con un cuestionario llamado Inventario de Personalidad NEO de Cinco Factores. De ese modo, pudimos dividir a los participantes en los llamados “cinco grandes” rasgos de personalidad: neuroticismo, extraversión, apertura a la experiencia, afabilidad, y responsabilidad.
Encontramos que el neuroticismo –un rasgo de personalidad subyacente a enfermedades mentales como los trastornos de ansiedad- estaba vinculado con una corteza más gruesa (la capa exterior de tejido neural del cerebro), y con áreas más pequeñas y menos circunvoluciones en algunas regiones cerebrales. En cambio, la apertura a la experiencia –rasgo que refleja curiosidad y creatividad- se asoció con una corteza más delgada y áreas más amplias y más circunvoluciones en el cerebro. Los otros rasgos de personalidad se relacionaron con otras diferencias en la estructura cerebral, como la afabilidad, que se correlacionó con una corteza prefrontal más delgada (esta área está implicada en tareas que incluyen el procesamiento de la empatía, y otras destrezas sociales).
Esta es la primera vez que los cinco grandes rasgos de personalidad se han vinculado claramente con diferencias en espesor, área y plegamiento del cerebro en una muestra amplia de individuos sanos. No obstante, ya antes habíamos hallado que los cerebros de adolescentes con problemas de conducta antisocial diferían de manera significativa en términos de estructura respecto de otros adolescentes que no manifestaban ese comportamiento dificultoso.
La relación entre las diferencias en estructura cerebral y personalidad en personas sanas sugiere que los cambios del cerebro pueden ser incluso más pronunciados en individuos con enfermedades mentales. Vincular la estructura cerebral con rasgos básicos de personalidad es un paso crítico para mejorar nuestra comprensión de los trastornos mentales. En el futuro, tal vez podría darnos la oportunidad de detectar a quienes se encuentran en alto riesgo de desarrollar enfermedades mentales precoces, lo que tiene implicaciones obvias para la intervención oportuna.
Estirar el cerebro
Es posible que las diferencias deriven del “estiramiento cortical”, un proceso del desarrollo que moldea al cerebro de una manera que maximiza su área y la cantidad de circunvoluciones, al mismo tiempo que minimiza su espesor. En otras palabras, mientras crecemos en el útero, y a lo largo de la vida, la corteza cerebral –incluida la corteza prefrontal y todas las otras partes que la componen- se adelgaza, a la vez que aumentan su área y sus pliegues. Es como estirar y doblar una lámina de caucho: esto aumenta su área, pero al mismo tiempo, la lámina se hace más delgada.
Esto confirma la observación de que a menudo somos más neuróticos en la juventud. Pero al envejecer, aprendemos a controlar las emociones y nos hacemos más responsables y afables.
El nuevo estudio sugiere que la personalidad está arraigada fuertemente en principios centrales que rigen la evolución del cerebro. De hecho, el estiramiento cortical es un proceso evolutivo clave que ha permitido que el cerebro humano crezca con rapidez y al mismo tiempo, siga encajando en la cavidad craneana.
El hecho de que haya diferencias tan pronunciadas en la estructura cerebral de las personas con distintos tipos de personalidad apunta a que la personalidad es, al menos, parcialmente genética. Sin embargo, por sí solos, los escaneos cerebrales no desentrañarán las causas de las diferencias de personalidad. El siguiente paso será realizar estudios que hagan seguimientos de las personas desde edades muy tempranas, para entender cómo es que sus genes y el ambiente en que crecen afectan la maduración de sus cerebros y sus personalidades.
Estudios como este aportan nuevas piezas al rompecabezas de la comprensión de la conducta humana. Ahora bien, aunque la maduración cerebral y su importancia en la determinación de la personalidad es un elemento fundamental de la investigación, también es importante no perder de vista el hecho de que los genes no lo son todo. Siempre debemos cultivar lo bueno de nuestras personalidades y esforzarnos por ser mejores personas.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek