CRÓNICA
El perro anda suelto, advierte el obispo negro al ayuntamiento que dejó de ser de tres colores. Dos cruces de metro y medio arden a un costado del Reloj Monumental de Pachuca, donde los fieles avientan bolillos en protesta contra la alcaldesa Yolanda Tellería Beltrán, quien negó un permiso para festejar a la Niña Blanca.
Los devotos de la Santa Muerte colocan sobre la vía su imagen; cada año realizan una procesión, desde el mercado Sonorita, que culmina en el centro de la ciudad.
Este año es diferente. Entre figuras de diablos y calaveras se lee: “El PAN no respeta nuestra creencia”. Incluso aparece la fotografía de Benito Juárez –el presidente que luchó por la libertad de culto– en medio de la caravana de camionetas grandes, con vidrios polarizados, amplios rines y detalles de lujo; la banda musical, y los devotos de la muerte.
Óscar Pelcastre Almanza, el Perro, se coloca una sotana: sus seguidores lo vitorean. Él es el obispo negro, gritan convencidos. Con la vestidura color morado se ubica al lado de un burro y recuerda el pasaje bíblico cuando Jesús entró a Jerusalén montado en un asno. “Así me verán entrar al ayuntamiento de Pachuca”, predica.
“Los panistas quieren guerra, la tendrán”, exclama ante la feligresía. A la escena entran dos perros pitbull, así como cuatro chivos y el borrico, que se notan asustados por el fuego y los ladridos de los canes.
Durante el recorrido, del templo de la Santa Muerte, ubicado frente al panteón municipal –que desde el fin de semana recibe a quienes visitan a sus fieles difuntos–, al centro de Pachuca, la constante es el olor a marihuana, a solvente, y la cerveza que se mezcla con el reguetón y la música de banda.
Sus seguidores, en su mayoría integrantes de la Federación de Organizaciones Independientes del Estado de Hidalgo (Foideh), son comerciantes ambulantes.
Algunos llevan tatuado en el cuerpo su culto a la Niña Blanca. Es la señora que los libra de todo mal, como la cárcel o peleas callejeras, ahora de los panistas, a quienes les asusta su culto y, acusan, impiden su festejo en un sitio público.
La intolerancia de los blanquiazules desató un desencuentro con Rubén Mendoza, secretario general del ayuntamiento capitalino, a quien el Perro señala de llamarlo ignorante, lo que provocó su enojo.
El obispo negro se corta la mejilla izquierda, se quita la sotana, alza los brazos y expresa que dará la vida por su gente y su credo. Incluso recuerda su estancia en la cárcel, donde estuvo preso por defender a su partido, el Revolucionario Institucional (PRI), el de los tres colores.