Charles Darwin hizo que las Islas Galápagos fueran sinónimo del cambio como medio de supervivencia. En el siglo XIX, Darwin se maravilló de que los pinzones, sinsontes y las tortugas de todo el archipiélago pudieran adaptarse a cada una de las islas; y más adelante, aventuró la teoría de que esa capacidad de adaptación determinaba la supervivencia de una especie a largo plazo. Hoy, uno de los sistemas híbridos eólico-diésel más grandes del mundo, construido en la Isla de San Cristóbal, sugiere que los humanos de la región también poseen las estrategias adaptativas necesarias para sobrevivir en el mundo posterior al cambio climático.
Debido al crecimiento poblacional y el auge turístico, la demanda de electricidad en San Cristóbal y las otras tres islas Galápagos habitadas está aumentando. Así que se inició un proyecto para reemplazar la generación eléctrica con diésel por energía renovable cuando, en enero de 2001, un barco petrolero chocó contra un arrecife y derramó más de 150 000 galones de diésel cerca de San Cristóbal, poniendo en peligro las plantas, las aves y la vida marina.
Ecuador tenía que reducir el riesgo de otro derrame petrolero, de manera que, con apoyo de la ONU, pidió ayuda a Global Sustainable Electricity Partnership, sociedad integrada por 11 de las compañías de electricidad más grandes del mundo. Como resultado, entre 2007 y 2015 tres turbinas de viento de 48 metros de altura han suministrado, en promedio, 30 por ciento de la electricidad consumida en San Cristóbal.
A la fecha, la energía de San Cristóbal es gestionada por Elecgalapagos, S. A., compañía eléctrica local encargada de convertir las Galápagos en un territorio de cero combustibles fósiles. Y si bien la empresa considera que, muy pronto, podría elevar el uso de energía renovable a 70 por ciento, ha surgido un problema inesperado: las aspas de las turbinas requieren de limpieza regular, y no muchos lugareños se sienten cómodos en las alturas. Solución: ha contratado montañeros del continente para limpiar las aspas.
Otra novedad ha sido la tarea de asegurarse de que las aspas no maten ni lesionen a los petreles de las Galápagos, grandes aves marinas endémicas con largas alas. Los resultados han sido sorprendentemente buenos, considerando la crítica habitual de que las granjas eólicas son asesinas de aves: hasta ahora no se ha identificado un solo petrel muerto o lesionado. Al parecer, las turbinas no sólo preservan la ecología de las Galápagos; también se aseguran de que los animales más frágiles del archipiélago tengan oportunidad de seguir evolucionando.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek