Al crecer en los barrios bajos del
South Side de Chicago en la década de 1960, Tommy Brewer solía ver The FBI de
ABC las noches de domingo con su padre.
“Un día dije, con mucho entusiasmo:
‘¡Quiero ser un agente del FBI!’”, recuerda Brewer. “Y mi padre dijo: ‘No
puedes entrar al FBI. No permiten que los negros sean agentes del FBI’”. El
padre de Brewer era un obrero siderúrgico con una educación de sexto grado, y
su madre ni siquiera pasó del quinto grado. Pero Brewer, rodeado por la
violencia de las pandillas, estaba convencido de que una educación lo llevaría
a donde quisiera ir. Así que cada mañana él tomaba dos autobuses y un tren
elevado hasta la Secundaria Técnica Lindblom, donde obtuvo calificaciones de 10
(y un 8) y tomó cursos avanzados. Él soñó con ir a la universidad y estudiar
ingeniería arquitectónica.
“Si los adolescentes tienen la
educación adecuada, no tendrán ningún problema”, dijo él a Newsweek en 1966,
cuando tenía 15 años. “A los miembros de las pandillas se les enseñó esto, pero
simplemente no lo entendieron… Cuando ellos cumplen los 18 y es hora de hallar
un empleo, entonces descubren que necesitan una buena educación preparatoria
para conseguir uno. Por lo que el crimen es la salida más fácil. No hay presión
como la hay en la escuela”.
La historia de Brewer fue parte de un
artículo de portada emblemático en 1966, “Los adolescentes: Un sondeo de
Newsweek de cómo son realmente”, el cual investigó el mundo adolescente con
lujo de detalles: sus héroes, políticas, hábitos de consumo y proclividades
sexuales, así como lo que pensaban del mundo, sus padres y su futuro. El
artículo era periodismo a la vieja usanza a lo más: los corresponsales en las
agencias de Newsweek se dispersaron por el país, entrevistando a cientos de
adolescentes, así como a padres, psicólogos, directores y otros expertos,
mientras que la encuestadora Louis Harris and Associates llevó a cabo un sondeo
amplio de 775 adolescentes. Newsweek también retrató a seis adolescentes a
profundidad: un muchacho granjero de Iowa, una muchacha de California, un fresa
en la onda de Manhattan, un espíritu libre de Berkeley, una muchacha de
secundaria de Houston y Brewer.
Este otoño pasado, en anticipación por
el 50º aniversario de “Los adolescentes”, Newsweek reclutó a Harris Poll para
llevar a cabo un sondeo en línea reproduciendo preguntas claves en la obra
original y expandiéndolas. Les preguntamos a 2057 adolescentes, entre 13 y 17
años, de diferentes extracciones y áreas geográficas, sobre muchas cosas, desde
política y educación hasta los padres, el sexo, la salud mental y la cultura
pop. El resultado, “La condición del adolescente estadounidense”, ofrece
perspectivas fascinantes y a veces perturbadoras de una generación de
adolescentes que está al tanto, es políticamente consciente y optimista
respecto a sus futuros pero ansiosa por su país.
Por ejemplo, dos tercios de los
adolescentes (68 por ciento) creen que Estados Unidos está en el camino
incorrecto, y 59 por ciento piensa que la cultura pop evita que el país hable
de las noticias que en verdad importan. La fe en Dios o algún otro ser divino
cayó de 96 por ciento en 1966 a 83 por ciento. El doble de adolescentes siente
hoy que sus padres han tratado de controlar demasiado sus vidas (24 por ciento,
más del 12 por ciento en 1966). Hace 50 años, las cinco personas famosas más
admiradas eran John F. Kennedy, Abraham Lincoln, George Washington, Lincoln B.
Johnson y Helen Keller, en ese orden. Hoy, la cultura pop manda, ya que el
presidente Barack Obama, Taylor Swift y Beyoncé encabezan la lista, con Selena
Gomez empatada con Lincoln en el cuarto lugar.
Más de la mitad apoya el control de
armas (55 por ciento), la pena de muerte (52 por ciento), el derecho de abortar
(50 por ciento) y el matrimonio homosexual (62 por ciento). (Sobre el
matrimonio homosexual, Allison Moseley, de 16 años, de Cudahy, Wisconsin, dice:
“El amor es amor”.)
Los hallazgos más cautivadores muestran
que la raza es el problema crucial para los adolescentes hoy día. En 1966, 44
por ciento de los adolescentes estadounidenses pensaba que la discriminación
racial sería un problema para su generación. Ahora casi el doble —82 por
ciento— siente lo mismo. El panorama es más alarmante entre los adolescentes
negros: 91 por ciento piensa que la discriminación llegó para quedarse, más del
33 por ciento en 1966.
Los titulares recientes —tiroteos
contra hombres negros desarmados donde estuvo involucrada la policía, el
movimiento Las Vidas Negras Importan, la política xenófoba de Donald Trump—
revelan un país profundamente dividido por la raza, con al parecer pocas
esperanzas de reconciliación. Para muchos negros estadounidenses, todo el
casino está amañado en su contra: son afectados desproporcionalmente por el
desempleo, la pobreza y una falta de oportunidades de educación. Estados Unidos
tiene el índice de encarcelamiento más alto del mundo, y aun cuando los negros
y latinos comprenden 30 por ciento de la población, suman el 58 por ciento de
la población carcelaria. En 2013, la brecha en la riqueza entre blancos y
negros alcanzó su punto más alto desde 1989, según el centro de Investigación
Pew: la riqueza de los hogares blancos era 13 veces superior a la de los
hogares negros, y 10 veces más que la de los hogares hispanos.
Newsweek halló que los adolescentes
negros hoy día tienen más posibilidades que los adolescentes blancos o hispanos
de estar conscientes de la violencia con armas de fuego y de la policía acusada
de matar gente inocente. También tienen más posibilidades de preocuparse de ser
víctimas de tiroteos: en la escuela, por la policía o en lugares de culto. Y
muchos adolecentes, sin importar la raza o etnia, perciben que los negros
estadounidenses son discriminados, incluida la manera en que son tratados por
la policía (62 por ciento) y su capacidad para acceder a empleos decentes (39
por ciento).
¿Y qué ha pasado con el optimismo
aparentemente indomable de Brewer en los últimos 50 años, su fe inquebrantable
en la educación? “No querría crecer ahora”, dice él. “Era más simple por
entonces. Las opciones que tenías eran limitadas, pero eran buenas y positivas.
Tenías que trabajar por lo que querías, y si eras negro, tenías que trabajar el
doble de duro… Despertarte todos los días sabiendo que por el resto de tu vida
vas a estar quebrado, ¿qué puede hacer una persona? No estás interesado en EE
UU. Nosotros lo estábamos”.
El ambiente comprensivo en el que
Brewer alcanzó la mayoría de edad estuvo marcado por la familia, la comunidad y
la creencia de que el trabajo duro daría frutos. Para muchos hoy día, esos
pilares se han derrumbado. “Allá en la década de 1960, teníamos pobreza negra,
pero también teníamos empleos negros”, dice Kirkland Vaughans, un psicólogo que
enseña en la Universidad de Adelphi y coescribió The Psychology of Black Boys
and Adolescents con Warren Spielberg. “Puedes ser pobre, pero mientras tengas
un lugar donde ir, tienes esperanza. El desempleo ha crecido, y el complejo
criminal-industrial ha crecido”.
Al mismo tiempo, la población estadounidense
está en camino de ser una mayoría de las minorías para 2060: las minorías
conformarán el 56 por ciento del país, y en solo cuatro años, más de la mitad
de los niños en EE. UU. serán parte de un grupo minoritario. ¿Cómo se ve el
futuro para un país que todavía está plagado de racismo, donde cuatro de cada
cinco adolescentes cree que la discriminación será algo habitual en sus vidas?
SEÑAL DE LOS TIEMPOS: En medio del
movimiento por los derechos civiles y la desegregación escolar, la mayoría de
los adolescentes en la década de 1960 era optimista con respecto a su futuro y
las relaciones raciales. FOTO: AP
1966: LA ILUSIÓN DEL DESPREOCUPADO
El número de Newsweek, “Los
adolescentes”, en 1966 llegó a los puestos de periódicos con una joven rubia en
la portada, una mucha de California en jeans Wrangler blancos y un suéter
amarillo, sentada en la parte trasera de una motocicleta, agarrada a un tipo y
dando una sonrisa espectacular. La escena encapsulaba el estereotipo de la experiencia
adolescente en la década de 1960: acelerada, progresista, excitante,
aparentemente despreocupada.
Ese sondeo original halló que los
adolescentes estaban felices en lo general, les gustaba la escuela y sentían
una presión extraordinaria para asistir a la universidad. Poseían discos,
radios de transistores y enciclopedias (hoy, dominan los teléfonos
inteligentes, las laptops y tablets). No es sino hasta la página cinco del
artículo —después de secciones llamadas “Están mimados”, “El lugar del sexo” y
“Libertad sobre ruedas”— que admite: “También están los negros”, antes de
ahondar en una sección llamada “Fuereños optimistas”. Supimos de las
aspiraciones de los adolescentes negros: 41 por ciento estaba “seguro” de que
asistiría a la universidad; su ánimo: 22 por ciento dijo que estaba menos feliz
que a los 8 o 9 años, en comparación con 8 por ciento de la muestra del sondeo;
sus dinámicas familiares: 38 por ciento dijo que los padres ejercían “mucha
presión” sobre ellos, en comparación con 18 por ciento del grupo entero. Y
oímos sobre sus miedos: 31 por ciento pensaba que la vida sería peor cuando
cumplieran 21 años, en comparación con 25 por ciento de todos los adolescentes.
También conocimos a un adolescente
negro de 16 años del vecindario Watts de Los Ángeles (“Sí, estuve [en el
disturbio]. No le prendí fuego a nada, pero estuve saqueando.”) quien asistió a
una preparatoria casi enteramente negra, no estaba seguro de poder ir a la
universidad y se sentía “asustado” por el futuro. Pero su optimismo prevaleció:
“Él todavía cree que los empleadores blancos lo tratarán con justicia si está
‘calificado’. No está amargado. ‘No voy a abandonar. Si no puedo entrar a la
universidad, probablemente vaya y consiga un empleo’”.
Una de las notas más positivas sobre la
raza provino de Brewer, quien incluso tenía algunos pensamientos astutos sobre
la desegregación. “La mayoría de las razones del prejuicio es porque sabemos
muy poco unos de otros”, dijo él a Newsweek en 1966. “Nuestros vecinos son
diferentes, por lo que tenemos poco contacto. Cada vez que alguno de nosotros
se muda a un área, ellos se van. Con el tiempo tendremos que comunicarnos
porque se les están agotando los lugares a los cuales mudarse”.
“Los adolescentes” presentó una
generación optimista con respecto al futuro (incluso cuando sus miembros a
veces lo temían). Y eso no es una sorpresa, ya que el movimiento por los
derechos civiles celebraba algunos de sus mayores triunfos por entonces. La
segregación en las escuelas públicas había sido declarada inconstitucional en
1954 con la decisión de la Suprema Corte en Brown v. Junta de Educación. Para
principios de la década de 1960, los negros estadounidenses montaban sentadas y
viajes por la libertad en el sur, desafiando los merenderos solo para blancos y
el transporte segregado. En 1963, más de 200 000 estadounidenses participaron
en la Marcha hacia Washington, que concluyó con el discurso trascendental
“Tengo un sueño” del reverendo Martin Luther King. (Sin embargo, él no estuvo
en la lista de 13 personas famosas que los adolescentes más admiraban en 1966.)
La Ley de Derechos Civiles de 1964 fue promulgada por el Presidente Johnson,
prohibiendo la discriminación con base en la raza, el color, la religión, el
sexo o el origen nacional.
La integración escolar avanzó a
trompicones, pero la segregación persistió. En 1965, tropas estatales de
Alabama y la policía local atacaron a manifestantes por los derechos civiles
mientras marchaban de Selma a Montgomery. Los oficiales cargaron contra la
multitud, algunos montados a caballo, blandiendo cachiporras y disparando gas
lacrimógeno, dejando más de 50 personas lesionadas en lo que llegó a conocerse
como Domingo Sangriento. Poco después, Johnson promulgó la Ley de Derecho al
Voto de 1965, la cual prohibía las leyes de votación discriminatorias. “Había
una sensación de optimismo —no sólo con los afroestadounidenses sino con toda
la gente— de que el país estaba en el camino correcto en lo general”, dice Arun
Venugopal, presentador de Micropolis, un programa semiregular de WNYC sobre
raza e identidad. “Económicamente, al país le iba muy bien. Se creaban muchos
empleos. Si eras joven, había una sensación de que tenías una buena oportunidad
de ser empleado lucrativamente. El salario mínimo te alcanzaba para mucho más
que hoy día”.
Cuando era adolescente, Brewer tenía
una visión clara de su futuro: una carrera, no sólo un empleo; una familia,
pero sólo cuando pudiera mantener una. Él obtuvo una beca para el Colegio
Williams, obtuvo su licenciatura en derecho en Northwestern y, un par de años
después, se unió al FBI. “Por entonces, había 118 agentes negros entre casi
9000. Yo y otro tipo éramos de los pocos del norte, ambos de la vivienda
pública, y eso era inaudito en el buró”, dice él. Se casó a los 30 años (luego
se casó otras dos veces; tiene dos hijas, de 32 y 26 años, y un hijo de 3
años). Él es un juez en la Corte de Circuito del Condado Cook en Chicago, donde
calcula que de las 480 personas que ha sentenciado, solo 5 por ciento se graduó
de la preparatoria, y 99 por ciento de los hombres eran desempleados o
subempleados.
Brewer le atribuye su éxito a sus
padres, su comunidad y algo imposible de repetir: la década de 1960. “Había un
gran alboroto sobre las posibilidades para los negros por entonces. Sabíamos
que los cambios estaban por venir: oportunidades que antes no estaban
disponibles ahora lo estarían. El FBI estaría disponible. No sabíamos cómo ni
cuándo, pero era así como: ¡Prepárense! La educación fue una clave”, dice él.
“Fue casi como si una gran fábrica de dulces fuera a abrirse para nosotros.
Hoy, la fábrica está abierta, pero no hay muchos dulces”.
tiroteos policiacos que involucran a hombres negros desarmados ha incitado a
los adolescentes a comprometerse más con los problemas raciales y unirse a
grupos como Las Vidas Negras Importan y la NAACP. FOTO: BRANDEN EASTWOOD/REDUX
2016: DERECHOS Y ERRORES CIVILES
La mayoría de los niños que crecen en
EE. UU. tienen acceso a oportunidades para cambiar sus vidas —como obtener una
beca universitaria o ver a un hermano casarse con su novio— y privilegios
menores, como googlear la respuesta a cualquier pregunta en la historia humana
registrada en un teléfono inteligente y ver en línea Juego de tronos durante un
examen de matemáticas. También pueden ver un video de Tamir Rice, de 12 años,
jugando con una pistola de municiones afuera de un centro recreativo, para ser
muerto a tiros un momento después por un policía. Pueden oír a Eric Garner
jadear “No puedo respirar” mientras aparentemente lo agarran por el cuello
durante un arresto, y saben que estará muerto en menos de una hora. Y pueden
presenciar las protestas masivas que estallan en Ferguson, Missouri, después de
la muerte de Michael Brown, un negro de 18 años desarmado a quien le disparó
por lo menos seis veces, incluidas dos veces en la cabeza, el ex policía Darren
Wilson, quien es blanco.
Un estudio de The Guardian halló que,
el año pasado, los jóvenes negros tenían nueve veces más probabilidades que
otros estadounidenses de ser muertos por la policía. The Washington Post
reportó que los hombres negros desarmados tenían siete veces más probabilidades
que los blancos de morir por tiroteos de la policía el año pasado. Según un
análisis de ProPublica, entre 2010 y 2012, los adolescentes negros tenían 21
veces más probabilidades de morir a tiros que los adolescentes blancos.
El racismo desde hace mucho ha sido un
campo de batalla estadounidense, pero se está filtrando en la vida cotidiana de
maneras nuevas. Aun cuando el primer presidente negro del país está terminando
su segundo período, Trump es el presunto candidato republicano en la próxima
elección presidencial, animando a una base que The Atlantic describe como
hombres blancos de mediana edad sin grados universitarios quienes no piensan
que tienen una voz y temen a los fuereños. En septiembre, el gobernador Paul R.
LePage (republicano de Maine) culpó del consumo local de drogas a “tipos con el
nombre D-Money, Smoothie, Shifty” que traen la heroína a Maine y “embarazan a
jóvenes blancas antes de irse”.
La discriminación también ha enturbiado
la cultura pop. Cuando ni una sola persona de color fue nominada como mejor
actor, mejor actriz, mejor actor de reparto o mejor actriz de reparto en los
Premios de la Academia de 2016, eminentes celebridades negras boicotearon el
show, y el presentador Chris Rock dijo en su discurso de apertura: “Pero claro
que Hollywood es racista”. En el espectáculo de medio tiempo del Súper Tazón
este año, Beyoncé convirtió su interpretación de una canción nueva en una
declaración política sobre la brutalidad policiaca y el racismo. Los
conservadores se escandalizaron: ¡ella y sus bailarines de apoyo estaban
vestidos como las Panteras Negras! “Le hablas al centro de EE. UU. cuando
tienes el Súper Tazón”, dijo Rudy Giuliani, ex alcalde de la Ciudad de Nueva
York. “Tengamos, ya saben, un entretenimiento decente y sano y no lo usemos
como una plataforma para atacar a la gente que, ya saben, arriesgan sus vidas
para salvarnos”.
“Los adolescentes están creciendo bajo
este presidente negro, pero al final de su presidencia vemos un flujo constante
de asesinatos por la policía”, dice Nikole Hannah-Jones, quien cubre los
derechos civiles y la injusticia racial para The New York Times. “No sé si
nuestros muchachos están recibiendo las herramientas para lidiar con eso. Las
investigaciones muestran que los mileniales no son mejores con respecto a la
raza que nuestra generación porque estos muchachos todavía no son educados
juntos. Los muchachos blancos y asiáticos son metidos en clases de nivel más
alto, y los muchachos negros y latinos son metidos más bajo… Alguien tiene que
ceder algo para que alguien más pueda recibir igualdad”.
Pero eso no está sucediendo. “A un
hombre negro con un grado universitario que busca un empleo no le irá tan bien
como a un hombre blanco con un diploma de preparatoria que busca un empleo”,
dice Vaughans. “A un hombre negro sin un historial criminal no le irá tan bien
como a un hombre blanco con un historial criminal si ellos van a una
entrevista. Si eres un hombre negro con un nombre como Jujuan, o si eres un
hombre negro y fuiste a Howard, date por vencido”.
El éxito de Brewer fue excepcional, un
producto de su optimismo y determinación inquebrantables pero también de su
comunidad. A pesar de la maraña de violencia y adversidad en la vivienda
pública en la década de 1960, “había madres y padres, familias completas”, dice
él. Él creció cenando todas las noches con sus padres y cinco hermanos. Nada de
TV. Nada de comida rápida. Solo comidas hechas en casa, familia y conversación.
“No conocía a nadie que estuviera crónicamente desempleado. Y la mayoría de los
padres, si el hijo cumplía 17 o 18 años, podían llevarlos a su empleo y
meterlos. ‘Estás contratado’. Ellos criaban familias con el dinero que ganaban.
Pero todos esos empleos cambiaron”, añade él. “Ahora tienes familias
desintegradas… Todos veíamos la vivienda pública como un escalón para ascender,
no como una disminución. Es un mundo diferente hoy”.
Osariemen, 15 años, de Brooklyn, Nueva
York: “El mayor reto en mi vida es oír a los racistas en mi escuela decir su
opinión como si nadie se fuera a ofender, como si no se les debería hacer
responsables…”
Andrew, 17 años, de Ridgewood, Nueva
Jersey: “Los negros y los blancos son demasiado agresivos por todo. Yo me
considero liberal y progresista, pero no hay necesidad de una confrontación. La
gente negra ahora, muchísimos de ellos, tienen esta idea de que todos los
atacan. Tenemos que amarnos unos a otros. No es ‘ellos’ contra ‘nosotros’.
Todos somos ‘nosotros’. Las Vidas Negras Importan. Bueno, todas las vidas
importan”.
Jorge, 13 años, de Las Vegas: “La raza
es un problema en mi vida. En mi escuela, oigo muchas palabras racistas. Los
adolescentes negros dicen la palabra con N. Ellos llaman a los mexicanos y
asiáticos de una manera negativa. Se siente mal”.
Shylee, 16 años, Tampa, Florida: “La
gente negra trata de separarse a sí misma. Ellos incluso tienen su propia
cadena de TV. Si buscas que todos sean iguales, ¿por qué te separas tú mismo de
todos? No soy racista. Pienso que definitivamente hay gente blanca mala a quien
no le gusta la gente negra, pero también hay gente negra mala a quien no le
gusta la gente blanca”.
Sophie, 16 años, Greensboro, Carolina
del Norte: “Mi papá gana una cantidad extraordinaria de dinero, y vivimos en
una parte muy agradable de la ciudad… Trato de pensar en mi privilegio tanto
como puedo, porque sé que mucha gente no tiene el privilegio de raza y de clase
que yo tengo. Definitivamente no es algo que yo merezca o que otra persona no
merezca”.
Rissa, 16 años, Indianápolis: “Todos
tienen que caer en cuenta de que el color de la piel no es más que alguien
tiene más pigmento que alguien más. Hasta que la gente se percate de ello,
todavía tendremos gente que es extremadamente racista… Estamos programados para
hallar fallas en otros y extorsionarlos”.
ELEVARSE: Los medios sociales e
internet les han dado a los jóvenes de hoy un asiento de primera fila en las
batallas actuales por los derechos civiles y los ha puesto en las líneas del
frente.FOTO: ANDREW BURTON/GETTY
LA GRAN TRANSFORMACIÓN
Los adolescentes saben que el racismo
es el problema de su generación, y muchos se empeñan en entenderlo,
enfrentarlo, cambiarlo. Para algunos, esta es una batalla en silencio y personal.
“Una vez, estaba sentada en mi cuarto vestida con una camiseta, y mi abuelita
entró y pensó que la razón por la cual mi piel es como es porque no me ducho lo
suficiente. O soy sucia. Ella pensó que si me limpio más duro, tendré piel más
clara”, dice Leuna Rahman, de 17 años, de Queens, Nueva York, quien se
identifica como surasiática (sus padres son de Bangladesh). “La cosa no es así.
Nací así. Pero no permito que me afecte, porque aprendí a amarme”.
Ella está sentada en el sótano de una
iglesia de ladrillo que dobletea como las oficinas centrales de Acción Juvenil
Surasiática, una organización juvenil de 2000 estudiantes de primaria,
secundaria y preparatoria en la Ciudad de Nueva York, enfocada en estudios,
preparación universitaria y habilidades de liderazgo.
“No quise ser negra”, dice su amiga,
Loretta Eboigbe, de 18 años. “Hay esta idea de que si tienes la piel clara, es
la piel correcta, o eres más bonita… En algún momento fui al baño y traté de
deshacerme del color de mi piel porque quería ser blanca. Tenía 7 u 8 años.
Tomé una esponja y traté de restregarme la piel hasta quitarla”.
Eboigbe nació en Italia y se mudó a EE.
UU. en 2008 porque sus padres, ambos nigerianos, querían vivir en un ambiente
más diverso. “Yo pensé que la gente no me juzgaría con base en cómo me veía.
Pero la gente se burlaba de mi cabello y mi acento. Si la gente te lanza
constantemente comentarios racistas, especialmente a una edad temprana, no hay
manera de que vayas con la cabeza alta y estés orgullosa de quien eres”.
Rahman asiente. “Durante el ataque a
París, un amigo dijo: ‘¿Puedes decirle a tu familia que no mate a mi familia?’”
Ella mira hacia arriba con grandes ojos incrédulos. “¿Por qué simplemente
asumirías que mi familia es parte del Estado Islámico?”
“Siempre tuve la esperanza de que en
cuanto fuera a la universidad eso se acabaría, y hallaría gente como yo. Pero
ahora estoy entrando a un mundo que podría ser el mismo”, dice Eboigbe, quien
asistirá a Brown este otoño. “Ver racismo sucediendo en los campus universitarios,
gente siendo victimizada, me asusta”.
Es una perspectiva desalentadora: casi
el doble de los adolescentes —y casi el triple de los adolescentes negros—
piensa que la discriminación racial llegó para quedarse, en comparación con
hace 50 años. Internet les ha dado un asiento de primera fila para algunos de
los momentos de los derechos civiles más importantes de sus jóvenes vidas.
Presenciaron la injusticia (Ferguson), el racismo abierto contra su presidente
(61 por ciento de los partidarios de Trump no cree que Obama nació en EE. UU.)
y muy poco cambio dándose demasiado tarde (los Oscar). “Los jóvenes que de otra
manera no podían participar en conversaciones fuertes como esta de repente
ahora pueden participar tan enteramente como cualquier otro”, dice DeRay
Mckesson, el activista de Las Vidas Negras Importan postulado a la alcaldía de
Baltimore. “Eso es algo muy poderoso. No podemos arreglar lo que no abordamos”.
El racismo tal vez no se vea como era
hace 50 años —“No está formalmente arraigado”, dice Venugopal— pero es
endémico, y cambiar la mentalidad de una persona es bastante difícil, ya no
digamos reformar la sociedad. Hannah-Jones deja escapar un largo suspiro cuando
le pregunto qué consejo le daría a los adolescentes. “¡Ay caray! Eso es difícil.
Sean mejores que sus padres. Cada generación, pensamos que conforme se muera la
generación anterior, las cosas serán mejores. Pero la nueva generación se
convierte en la generación anterior, por lo cual si los adolescentes quieren
ver un día en el que haya igualdad real, van a tener que hacer un trabajo mucho
mejor del que nosotros hemos hecho, nuestros padres han hecho y nuestros
abuelos hicieron. No es inevitable pero sí demasiado cerca de lo inevitable que
esta generación repita nuestros errores”.
Pero ¿qué sentido tiene ser adolescente
si no puedes cometer errores, y no puedes cambiar?
Moseley, la muchacha de 16 años oriunda
de Wisconsin, se sincera con respecto a su transformación con el racismo.
“Tienes que estar en cierto ambiente para cambiar y aprender que las cosas
están mal”. Ella dice que una popular plataforma de blogs la cambió. “Yo era
muy racista y discriminadora, y después fui a Tumblr, vi cómo la gente
batallaba y cómo las cosas que yo hacía estaban mal. Antes, no quería estar
cerca de nadie de color. Yo pensaba así: ‘Oh, por Dios, me van a robar’… Ahora
pienso así: ‘Él es una persona’. He aprendido que no puedes juzgar a una
persona. No puedes estereotipar. Es increíblemente malo hacerlo”.
En 1966, el quinceañero Tommy Brewer no
estaba especialmente preocupado por el racismo. “La mayoría de los jóvenes no
sentían prejuicio racial”, dijo él a Newsweek por entonces. “Todavía no vemos
la importancia de los derechos civiles. Creemos en lo que hace Martin Luther
King, pero no lo idolatramos como lo hacemos con un jugador de béisbol”.
Los adolescentes de hoy día admiran a
Selena Gomez, pero idolatran a Beyoncé, en parte porque ella introdujo la
brutalidad policiaca y los derechos civiles en uno de los eventos culturales
más grandes y más estadounidenses del año. Cornell William Brooks, presidente
de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por
sus siglas en inglés), señala que en los últimos dos años hemos presenciado más
conflictos y retos raciales “de los que hemos visto en casi una generación”, y
él ha tenido 28 por ciento más de jóvenes uniéndose a la NAACP en línea. “En un
momento de conflicto, crisis y reto, en vez de hundirnos en un bajón cívico y
depresivo, ¿qué hacen los adolescentes? Se unen a organizaciones. Hacen algo al
respecto”, dice él.
Al preguntarle sobre la concientización
aguda que los adolescentes tienen hoy sobre el racismo, Brewer dice que es
motivo de esperanza. “La raza fue y siempre será una constante que los
adolescentes negros tendrán que abordar, y para sobreponerse a eso, necesitan
estar equipados. Lo primero que necesitan es educación. Tenemos un presidente
negro ahora. Por entonces, ¡no teníamos alcaldes negros! Pero teníamos
esperanza y creíamos, y sabíamos que todo lo que necesitábamos era la
oportunidad. Ahora se tiene más oportunidad, pero la preparación para ella se
ha ido. Es difícil enfrentar el racismo si no tienes educación… Hay tantísima
libertad hoy. ¿Qué haremos con ella?”
El presidente Obama, quien sabe algo de
sobreponerse al racismo y animar adolescentes, dijo en su discurso de
graduación en la Universidad Howard previamente este mes: “Si tuvieran que
elegir una época para ser, en las palabras de Lorraine Hansberry, ‘joven,
inteligente y negro’ en EE. UU., ustedes elegirían justo esta”.
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Publicado en cooperación con Newsweek /
Published in cooperation with Newsweek