JUÁREZ, Chih.- Del territorio que durante tres años fue lo más parecido al
apocalipsis, el gobernador César Duarte presumió el opuesto absoluto, el de una
ciudad capaz de renacer de entre las cenizas a golpes de ética y verticalidad en
el ejercicio de las instituciones bajo su cargo.
hizo “fortaleciendo las leyes y haciéndolas valer; depurando los cuerpos
policiacos, transformando las cárceles, cambiando de actitud”, dijo con
vehemencia, flanqueado por José Guadalupe Torres, el obispo local, y por el
alcalde suplente Javier González Mocken, quien en aquellos años infernales
llevó registro puntual de los asesinatos, secuestros, torturas y extorsiones
cometidos, no por narcos, sino por militares y agentes federales.
El
gobernador de Chihuahua, un priista sobre quien pesa una denuncia ciudadana por
corrupción y enriquecimiento dudoso, enfatizó sus palabras justo al referirse al
tema del envilecimiento institucional, al que jura haber confrontado de frente.
De esa forma, dijo, hasta una institución milenaria, como la iglesia católica,
se hizo de esperanza.
Una
iglesia, según Duarte, que se regenera en la misma proporción que su gobierno.
“Ese es el mensaje que nos vende el Papa en su visita a México, y que estoy
seguro que cerrará con broche de oro en nuestra querida Ciudad Juárez”.
Duarte
habló la víspera del arribo de Jorge Mario Bergoglio, convencido de que eligió
a Juárez como punto final de su primera travesía pastoral por México, gracias a
esa virtud que él mismo concibe como inmaculada.
“Todo
juarense bien nacido no puede dejar de coincidir en un bien superior, que es la
paz permanente y la convivencia pacífica”, declaró ante periodistas locales y
extranjeros convocados al medio día. “La justicia, desde todos los ámbitos:
desde mejores salarios, condiciones de vida, desde la dignidad. Eso es lo que
me llena de orgullo. Representar al gobierno de Chihuahua y a los chihuahuenses
con esta distinción que hace el Papa de incluirnos en su gira por México”.
El
gobernador estructuró un discurso en el que bajo su mandato, que inició en
2010, no solamente fue recuperándose la tranquilidad y se apuntaló una base de
crecimiento que difícilmente podrá frenarse, sino en la que la libre expresión
de las ideas y la crítica ciudadana son plenas.
“Basta
–y lo digo para la prensa extranjera–, basta con recordar que hace cinco años
no se podía salir a las seis de la tarde a las calles, y ahora se sale con
libertad. Se habían cancelado las proyecciones nocturnas en los cines porque no
tenían asistencia. Los habitantes de Juárez se saltaban los semáforos por temor
a ser asaltados, bajados de sus vehículos en el momento en que estaban haciendo
alto.
“[…]
Eso no se puede ocultar. Y tan no se puede ocultar y no lo estamos ocultando,
que en el ejercicio de su libertad se están expresando [activistas y familias
de víctimas]. Yo entiendo que hay heridas abiertas, las cuales hubiéramos
querido que nunca hubieran sucedido y seguimos sin duda en el impulso y en el
esfuerzo por cambiar esta realidad. Pero tampoco es la realidad generalizada
que se puede llevar la visita del Papa al mundo de Ciudad Juárez”.
Grupos como las las madres con hijas asesinadas o desaparecidas habían pintado cruces negras para atraer la atención del Papa // FOTO: IGNACIO
ALVARADO ÁLVAREZ
Las
afirmaciones del gobernador no aguantaron la prueba del ácido. Mientras hablaba
de tales bondades, el corredor de cruces negras con las que madres con hijas
asesinadas o desaparecidas buscaban atraer la atención del Papa, fueron
sepultadas con plastas de pintura roja. El colectivo de organizaciones civiles
y los deudos denunciaron por la tarde la censura de la que fueron objeto.
Lo
que pasó es que se enviaron cuadrillas municipales para cubrir los símbolos de
terror e impunidad prevalecientes, justo los fenómenos que Duarte y el resto de
la clase gobernante se afana en decir que fueron erradicados.
No
fueron los únicos. Un contingente de 300 campesinos adheridos a El Barzón vio igualmente
neutralizada su marcha por órdenes de gobierno. De inicio se les impidió
irrumpir en la ciudad a bordo de un centenar de tractores y caballos, la forma
en la que han realizado todas y cada una de sus protestas en reclamo de
justicia desde hace 20 años.
ALVARADO ÁLVAREZ
ALVARADO ÁLVAREZ
“Como
ejemplo podemos decir que existen cientos de jóvenes, hombres y mujeres
desaparecidos en las zonas rurales, en los pueblos de la sierra, y de ello el
gobierno no habla, lo mantiene invisibilizado. Ocurren masacres de las que
tampoco informa, y de las que nunca se sabe nada porque también mantiene un
control absoluto de los medios de comunicación”, dice Gabino Gómez, el miembro
de El Barzón que lleva registro de tales atrocidades.
Ambos
grupos pertenecen a grandes segmentos de la sociedad que han sido
invisibilizados, no sólo por el discurso del gobernador y la Diócesis local, sino
con acciones concretas.
“Es
el sistema al que queremos contradecir ahora que viene el papa Francisco, con
quien nos sintonizamos por el contenido de sus mensajes, que está al lado de
los marginados”, dice Martín Solís, el dirigente de El Barzón. “Por eso el
gobierno nos quiere fuera, lejos, invisibles”.
Luis Castillo ha tomado un bote con pintura color rosa y una brocha gorda para pintar un cuadro sobre el que Juana Villalobos sobrepone una cruz negra y escribe bajo ella: “Justicia. Ni una más”. El símbolo de la desgracia que sacude a esta ciudad desde hace un cuarto de siglo ahora tiene un destinatario específico, el Papa Francisco, quien cerrará aquí su primera visita pastoral a México el próximo miércoles 17.
“Notamos que las autoridades quieren ocultarle la realidad al Papa, ellos están impuestos a eso. Pero el papa se tiene que llevar la imagen real de Ciudad Juárez”, explica.
La hija de Castillo, Esmeralda, fue secuestrada el mayo de 2009 mientras se hallaba en el centro de la ciudad, a unos cuantos pasos de Catedral.
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