Hallar una salida negociada a la guerra entre Israel y Palestina es el gran reto de la comunidad internacional.
Desde 1897, cuando el periodista austriaco Theodor Herlz dio origen al “sionismo” y propuso la creación de un Estado Judío, esa región de Oriente Medio no ha conocido la paz.
Historiadores de diversas nacionalidades y tendencias coinciden en calificar al conflicto como “inmanejable”, y señalan que la solución no está próxima ni será fácil, debido a la enorme cantidad de actores, intereses, ideologías y credos que ahí coexisten.
De hecho, encontrar una salida negociada al conflicto entre Israel y Palestina es, hoy por hoy, uno de los principales retos que enfrenta la comunidad internacional.
Se trata de dos pueblos que presumen derechos históricos y religiosos sobre un mismo territorio y que, incapaces de alcanzar un acuerdo, han recurrido al terrorismo para imponerse uno sobre el otro, aun a costa de la vida de miles de civiles.
Para tratar de entender ese complejo entramado, es indispensable voltear al pasado. Los territorios de Israel y Palestina eran parte del Imperio Otomano, pero al concluir la Primera Guerra Mundial, en 1918, Francia e Inglaterra se repartieron la zona. Así nació el Mandato Británico de Palestina.
Sin embargo, la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial hizo que muchos judíos se quedaran sin hogar por lo que, con el respaldo de la ONU y de la extinta URSS, miles de ellos se instalaron en territorio palestino; se estima que para 1946 sumaban 600 000 judíos, casi todos de origen polaco y alemán, los que se establecieron en territorio palestino.
En noviembre de 1947, las Naciones Unidas decretaron la división de Palestina en dos regiones de igual tamaño: una árabe y una judía. El 14 de mayo de 1948, los británicos se retiraron del territorio y se fundó el Estado de Israel.
En apoyo a los palestinos, Egipto, Siria, Transjordania, Irak y Líbano invadieron Israel, pero fueron derrotados y solo consiguieron que el nuevo Estado se expandiera 50 por ciento más sobre la Palestina árabe.
Y, a partir de entonces, los enfrentamientos no han cesado: la Guerra de Suez (por el control del Canal del mismo nombre de 1956 a 1957); la Guerra de los Seis Días (del 5 al 10 de junio de 1967 por el dominio de la Península del Sinaí); la Guerra del Yom Kippur (egipcios y sirios atacaron Israel en 1973 para intentar recuperar sus territorios perdidos); así como el embargo petrolero de 1973 y 1974.
En la década de 1990 se impulsaron varios tratados que intentaron dar estabilidad a la zona. El más importante fue el atestiguado por el expresidente de Estados Unidos, William Clinton, el 13 de septiembre de 1993: Isaac Rabin y Yasser Arafat firmaron los Acuerdos de Oslo con los que se fundó la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que administraría a Cisjordania y la Franja de Gaza.
Pero las tensiones se reavivaron en 2006 cuando Ariel Sharon se convirtió en el primer ministro de Israel y emprendió una serie de incursiones menores pero continuas sobre los territorios administrados por la ANP. Tras la muerte de Arafat, un grupo político, militar y religioso, Hamás (Movimiento de Resistencia Islámico), tomó el poder en 2007 con la consigna de unificar los actuales territorios de Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza bajo un Estado Árabe.
En 2008 estalló la Guerra de Gaza, cuando el ejército israelí bombardeó la región para atacar las bases militares de Hamás. A partir de entonces, los intentos de pacificación fueron ahogados por una etapa caracterizada por la violencia y el terrorismo. Los atentados suicidas y el lanzamiento de cohetes se convirtieron en parte del escenario diario.
Entre 2008 y 2009, Israel puso en marcha la operación Plomo Fundido, una ofensiva por mar y tierra que mató a más de 1400 palestinos frente a 13 bajas israelíes. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, concertó una tregua.
Pero en noviembre de 2012, una nueva ofensiva israelí, llamada Pilar Defensivo, provocó la muerte de 167 palestinos y de seis rivales. Una vez más, el entonces mandatario de Egipto, Mohamed Mursi, intervino para frenar las hostilidades.
Marco Protector es el nombre de la incursión en curso. Comenzó el pasado 8 de julio luego de una oleada de ataques palestinos con cohetes, en represalia por el asesinato de un adolescente, luego de que tres jóvenes judíos fueron asesinados en Cisjordania.
Una paz de saliva
Hace unos días tuve la oportunidad de conversar por separado con los embajadores de Israel y Palestina en México. Ambos coincidieron en la necesidad de alcanzar un acuerdo duradero de paz, pero también insistieron en sus reproches mutuos.
Rodica Radian Gordon, la representante del gobierno de Benjamín Netanyahu, sostuvo que Hamás es una organización terrorista que no reconoce a Israel y que rechaza el derecho de los judíos de ocupar un territorio en Oriente Medio.
Aseguró que el conflicto es asimétrico, pues este grupo terrorista se infiltró en la población civil y la utiliza como “escudos humanos”; de ahí que buena parte de los muertos sean habitantes comunes que nada tienen que ver directamente con la confrontación, y muchos de ellos son menores de edad.
Por su parte, el diplomático palestino, Munjed Saleh, acusó a los israelíes de llevar a cabo un “exterminio y un genocidio” con su pueblo, al matar a más de 700 personas en una primera etapa de la ofensiva Marco Protector.
Reiteró la disposición del presidente Mahmud Abás de “parar la guerra ahora mismo” y refrendó los señalamientos de que es Israel el que “durante 20 años ha bloqueado la puerta de la paz”.
Entre las opciones discutidas a nivel internacional para poner fin a este conflicto está la más obvia: crear dos Estados para dos pueblos. Esta salida es ampliamente aceptada, pues se considera la más justa, aunque no necesariamente la más viable.
Sin embargo, en el tejido fino de los detalles están las complicaciones: primero, la definición de las respectivas fronteras; el estatus de la ciudad de Jerusalén; el futuro de los refugiados palestinos, y de los asentamientos judíos en Cisjordania.
Además, uno de los mayores obstáculos es la propia división palestina: por un lado está Hamás, que controla la Franja de Gaza, y Al Fatah, un movimiento laico que gobierna Cisjordania y donde se encuentra Mahmud Abás.
En este contexto, la espiral de odio entre israelíes y palestinos se profundiza, lo que genera más y más muertes en su gran mayoría de la población civil y de los niños.
Por desgracia, la experiencia nos dice que cualquier tregua será rota bajo la mínima excusa. El único antídoto a la violencia es encontrar una fórmula (dos estados para dos pueblos o dos naciones para un Estado), que sea aceptada y refrendada con hechos por ambas partes.
El tiempo dirá si estamos o no frente a un conflicto sin solución. Lo cierto es que mientras la sangre corra y las bombas truenen, la paz no llegará para ninguna de las partes.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario de la televisión mexicana Proyecto 40. @HanniaNovell