El número de inversionistas que cree en hacer el bien y hacer negocios a la vez, está creciendo.
Por lo menos lo suficiente para que incluso los portafolios de inversión más escépticos les encuentran un lugar en sus estrategias.
Lo inusual ahora es un banco o fondo que no tenga, o no esté planeando, un área destinada a la denominada inversión de impacto. Por este concepto debe entenderse la inversión concebida para alcanzar un objetivo específico de innovación social sin menoscabo de su potencial éxito financiero.
La inversión socialmente responsable es un campo consolidado de inversión, y los fondos que existen bajo esta denominación son numerosos. No obstante, muchas de estas iniciativas se hacen a fondo perdido, o en el mejor de los casos, sin muchas expectativas de rentabilidad.
A diferencia, la inversión de impacto busca obtener resultados comparables con los instrumentos tradicionales que existen en el mercado global. Por lo mismo, estos fondos son evaluados tanto por la nobleza de sus objetivos, como por sus tasas de retorno.
La evidencia demuestra que como estrategia de inversión y destino de recursos, la inversión de impacto está funcionando.
Una de las señales más visibles sobre la madurez de estos instrumentos fue la adquisición de la empresa de inversión de impacto Imprint Capital de San Francisco, por Goldman Sachs en julio de 2015.
A pesar de su pequeño tamaño relativo de 550 millones de dólares, el desempeño y exitoso portafolio de Imprint Capital fue capaz de atraer el interés de una de las grandes firmas del mercado, estableciendo de una vez por todas este sector como de legítimo interés financiero.
Actualmente se estima que estos portafolios de impacto alcanzan ya entre 70 y 110 billones de dólares, dependiendo la fuente y método de selección que se elija. Desde el punto de vista de su rentabilidad, una evaluación reciente sobre el desempeño de distintos fondos de impacto realizado por la Global Impact Investment Network ha demostrado el éxito que estas estrategias están generando para sus inversionistas.
Gran parte de los logros de la inversiones de impacto se deben al uso de métodos y procesos robustos de selección que buscan identificar proyectos, iniciativas,startups y ofertas iniciales financieramente viables, que adicionalmente cumplen con los objetivos de interés social, ambiental o humano que a los inversionistas les interesa promover.
La introducción de estas prácticas y métodos ha permitido desarrollar entornos institucionales que generan confianza en estos productos y refuerzan su atractivo.
La consolidación de estos entornos se refleja en iniciativas como Impact Hub.
En parte espacio de coworking, en parte red de emprendimiento e incubación, Impact Hub ha tenido un crecimiento vertiginoso desde su fundación en Londres en el 2005, contando actualmente con cerca de 100 espacios y más de 16 mil socios repartidos por todo el mundo.
Se trata de un crecimiento que atestigua el incontrovertible interés de los jóvenes por el emprendimiento social de impacto, así como la visibilidad y reconocimiento de una tendencia de inversión que ya adquirió legitimidad en los portafolios más importantes del mercado global.
*Jorge Alonso Estrada es consultor e investigador. Trabaja en temas de emprendimiento, innovación y tecnologías de la información.