ALEXIS ZERMEÑO entra en el Pabellón de Gimnasia de pants negro y tenis, y lanza un vistazo afilado en 180 grados para revisar que todas sus deportistas estén preparadas con leotardos, zapatillas y pelos recogidos para iniciar la práctica. La lluvia revienta con sus ráfagas de julio el domo bajo el que se preparan las mejores gimnastas mexicanas, y en el ruidal de la tarde se hacen presentes todas las seleccionadas ante el entrenador nacional, pero falta una. ¿Y Emilia? “¿Dónde está Emilia?”, pregunta Euzki, su madre, a quien su hija de 12 años se le escabulló de improviso. El entrenamiento está a segundos de arrancar y la niña gimnasta número uno de México en este deporte de asombrosas piruetas con elevadísimos saltos sobre una malla rectangular, no está aquí. Calma, sí está, muy cerca, en una actividad no deportiva, sino comercial.
Aunque nadie se percató, la nena bajita, de cabello lacio y con malla de Superman aprovechó su arribo anticipado a las instalaciones de Tlalpan y tomó una charola con panqués de elote y manzanas maravilla. Emilia Becerril caminó unos metros y se acercó a las decenas de padres que en la entrada de las instalaciones de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) esperan durante el entrenamiento de sus hijos. “Manzanas 30, panqués 15”, canturrea la pequeña vendedora y va convenciendo a los extrañados adultos de llevarse las delicias con que busca sumar, peso sobre peso, el dinero que podría pagar el viaje y la estancia de su entrenador, un tutor y ella misma a una ciudad a 11,000 kilómetros de México: la capital de Bulgaria, Sofía, donde del 16 al 19 de noviembre, dentro de solo tres meses, se realizará el Campeonato Mundial de Trampolín.
En la primavera pasada, a minutos de concluir la Olimpiada Nacional Juvenil, la CONADE y la Federación Mexicana de Gimnasia la felicitaron por ser la primera clasificada a la máxima competencia planetaria de la especialidad, pero luego le hicieron un aviso, breve y contundente: no te pagaremos nada.
—¿Que sentiste al saber eso? —le pregunto.
—Me afectó un poco —dice, y le gana la risa, que ahora se vuelve una catarata de carcajadas porque le da nervios que alguien la entreviste.
Emilia entrega los postres y las ganancias a su mamá, y ahora sí se une al entrenamiento. “Veloz, veloz, veloz, Emilia”, le exige su maestro. Quiere que la capitalina corra fuerte, caliente los músculos antes de subir al trampolín.
No sobra tiempo. Si panqués y manzanas van de mano en mano y las donaciones crecen, aunque su gobierno le diga “ni un peso”, Bulgaria espera.
MÚSCULOS EXPLOSIVOS
No había rumbo. Del ballet a la natación, de la natación a la gimnasia artística, donde nada serio pasaba. Emilia subía a las barras asimétricas, saltaba el potro, danzaba sobre el suelo. “Hasta ese momento era una gimnasta normalita, muy disciplinada”, cuenta su padre, Hugo Becerril. Aquellas rutinas sin genialidad, pero perseverantes, sirvieron de algo hace cerca de cuatro años. Gloria Vicencio, su entrenadora en el Centro Asturiano de México, notó que sus músculos murmuraban un valioso secreto, y llamó a Alexis, su esposo, entrenador de trampolín. “Me dijo: esta niña es trabajadora y de músculos explosivos”, dice él. El entrenador le hizo una prueba. “Me encantó: era valiente. Yo necesito niñas a quienes casi, casi les digas ‘aviéntate de cabeza’ y se avienten sin temor a que sean mortales. Esta no es una malla común y bota el triple que la (de un brincolín) de un parque”, añade. “Trampolín era muy divertido”, explica Emilia, y quizá por esa razón todo mejoró (esto sí le gustaba). Alexis la llevó al Campeonato Nacional de Gimnasia de Trampolín 2016. Aunque las expectativas eran grandes, alcanzó en Mérida un discreto lugar 14. “Era tímida, se hacía chiquita compitiendo”, dice su entrenador. “Brincaba bajito, y sus elementos eran sucios: no bajaba las piernas, no estiraba ni compactaba el cuerpo cuando debía”, agrega su padre.
FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Pero cuatro meses después se abrió una nueva opción: la Olimpiada Nacional Juvenil. La mejoría fue descomunal: en Guadalajara, la representante de la Ciudad de México se alzó como la cuarta mejor gimnasta de trampolín del país.
La nena que oía fascinada a Bruno Mars, pasaba horas dibujando y jugaba haciendo videos musicales adquirió una constancia adulta: ella y su hermana Julia salían de la escuela, comían y hacían la tarea rumbo al entrenamiento dentro del auto de su madre —psicóloga—, y luego ingresaban en el gimnasio para elevarse tres, cuatro, cinco metros en fabulosos saltos acrobáticos que les implicaban entrenar cerca de 20 horas cada semana.
—¿Extrañas algo de tu vida anterior?
—Antes en la casa teníamos toda la tranquilidad del mundo; ahí comíamos al ritmo que quisiéramos y nos daba tiempo de hacer la tarea y todo.
Pese a la vorágine de la nueva vida, la alumna de quinto de primaria se habituaba a un deporte con una exigencia física brutal, atacado por los riesgos de caídas estrepitosas y vigilado por un ejército de ojos inquisidores: juez de ejecución, juez de limpieza de elementos, juez de tiempo de vuelo (si una competidora se mantiene más tiempo en el aire hay una calificación mayor), juez de desplazamiento (la deportista debe saltar solo en un cuadrante al centro de la plataforma) y juez de dificultad (mientras más complejo sea el elemento y mejor se ejecute, los puntos crecen).
“De un momento a otro encontré una niña supermadura: se subía contra cualquiera y peleaba al tú por tú. Me sorprendió, se volvió un monstruito”, se ríe Alexis. Emilia y Julia —su hermana casi dos años menor, gimnasta en el mismo grupo— ya hacían equipo. “No te estiraste, sacaste la panza, doblaste las piernas”, se decían, críticas, escrutadoras de la otra. Pero a aquel “monstruito” que refinaba su técnica se le apareció un nuevo enemigo de un día para otro: su propia mente. Aunque Emilia dominaba en las alturas elementos peligrosos, el half out, doble salto mortal al frente con medio giro, no lograba ejecutarlo. Como si la cabeza venciera siempre en batallas furiosas al cuerpo y se negara a enviar las señales para la ejecución. “Un bloqueo”, define su padre. “Me perdí y me sentía horrible”, precisa la gimnasta. El entrenador luchaba para que las repeticiones la arrancaran de su prisión cerebral. “Lo intenté —aclara ella—, pero no podía, me seguía dando mucho miedo”. Si no desbloqueaba el elemento, hacer otros más complejos sería muy duro. A la vista estaba un evento en Guadalajara de cuyo éxito pendía su futuro: el Campeonato Nacional de Gimnasia de Trampolín 2017 con el que podía obtener el 50 por ciento del boleto al Campeonato Mundial de Trampolín de Bulgaria si vencía en la clasificación, primera de dos etapas de la competencia. Dio el primer paso: con una estrategia conservadora ganó en la clasificación como primer lugar. Ahora, para asegurar un lugar en el mundial, faltaba una actuación igual de brillante en Monterrey, sede de la Olimpiada Nacional Juvenil 2017. ¿Los grandes rivales? Brisa Torija, gimnasta poblana, y su propia mente, que podía jugarle en contra si no asestaba un golpe definitivo al half out, su aterrador elemento.
EL ENTRENADOR le hizo una prueba. “Me encantó: era
valiente”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
“Una vez con un half out tuve una pesadilla: en cámara lenta caía de cabeza”, cuenta Emilia. Pero esta vez mató las pesadillas: en la etapa clasificatoria, definitiva para su pase al mundial, volvió a clasificar en primer lugar.
—¿Cómo hiciste para “desatorar” el half out? —le pregunto.
-Quería avanzar, no me quería quedar atorada ahí. Lo hice, lo empecé a dominar ¡y ya! —se ríe.
Dominó la rutina 1 con los diez elementos obligatorios, y la rutina 2 de ejercicios de dificultad, como el mortal atrás, el (salto) Barani (mortal al frente con medio giro) y el full(giro atrás). Había disuelto los grandes peligros ante un público abundante y desconocido, familiares y jueces.
Con los triunfos consecutivos en el Nacional y Olimpiada, las reglas de la federación marcaban que la gimnasta capitalina de 12 años tenía un lugar en la máxima competencia de trampolín: el Campeonato Mundial de Bulgaria.
PAGOS EN TIEMPO Y FORMA
Al salir del Gimnasio Nuevo León Unido, con la euforia encima, Emilia y sus padres se acercaron a la entonces coordinadora técnica nacional de Gimnasia de Trampolín, máxima responsable de la especialidad en el país.
—¿Qué ocurrió? —le pregunto al padre de Emilia.
—Al terminar la competencia, Euzki (su esposa) y yo le preguntamos a Margarita Zermeño, juez internacional y presidenta (sic) de Trampolín: “¿Emilia va al Mundial?”. Su mensaje fue: (Alfredo) Castillo, director de CONADE, dijo que a la categoría infantil no se le va a apoyar”.
AUNQUE EMILIA dominaba en las alturas elementos peligrosos,
el half out, doble salto mortal al frente con medio giro, no lograba
ejecutarlo. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Es decir, no habría dinero para inscripción a la justa internacional, para viajes aéreos, estancia ni viáticos. El gran amigo del presidente Peña Nieto, Alfredo Castillo —político envuelto en un escándalo por llevar a su novia Jacqueline Tostado a los últimos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, hacerla desfilar con el contingente de deportistas mexicanos durante la inauguración y dotarla de indumentaria oficial—, se negaba a que Emilia Becerril, gimnasta de trampolín primera clasificada de México, fuera al mundial, o al menos a que fuera apoyada con recursos públicos.
—¿Cómo reaccionaron?
—Me enojé mucho —acepta su mamá—. Dije: se ganó su pase, va al mundial.
Ante su postura, la Federación Mexicana de Gimnasia envió a la familia un comunicado con membrete oficial (del que Newsweek en Español tiene copia). Ahí, el nuevo coordinador técnico nacional de Gimnasia de Trampolín, Adrián Salvas, les exige a los padres de Emilia hacerse cargo de los gastos totales de la menor si pretenden que ese organismo inscriba a su hija en el Campeonato Mundial de Bulgaria. El pago de todos los gastos por parte de la familia, le advirtió, sería asegurado mediante una “carta compromiso”: “de manera formal y oficial —escribió el directivo a los padres— se comprometerán a cubrir con los gastos para este evento en tiempo y forma”.
En la carta compromiso adjunta, de la que también Newsweek en Español tiene copia, la Federación le pide el dinero de la inscripción a Bulgaria (3,500 pesos) y le advierte al entrenador que de no recibir esa cantidad la menor será sancionada. “Cumpliré cubriendo los gastos para este evento con recursos propios en tiempo y forma. En caso de incumplir con alguno de los pagos en el tiempo y forma, acepto pagar la multa y/o acatar la sanción que la Federación Mexicana de Gimnasia o Coordinación Técnica de la Modalidad disponga”, indica el documento enviado desde la Federación y admitido con su rúbrica por el entrenador de Emilia.
“Recibimos esa carta y dijimos: ¿qué hacemos? —relata su papá—. Le marqué al entrenador y le dije: este logro también es tuyo”. Había que tomar pronto una decisión. “Su papá y yo decidimos que fuera —dice Euzki—. Si no teníamos el dinero pagaríamos la multa por la inscripción a Bulgaria y recibíamos la sanción de la Federación”. El papá de la atleta envió emails al titular de CONADE solicitando “apoyo económico”. “Le expliqué que Emilia es la número uno —dice Becerril—. No hubo una sola respuesta, se le resbaló”.
“MANZANAS 30, PANQUÉS 15”, canturrea la pequeña vendedora y
va convenciendo a los extrañados adultos de llevarse las delicias con que busca
sumar el dinero que podría pagar el viaje. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
—¿Cómo viviste la falta de apoyo? —pregunto a Alexis, entrenador de Emilia.
—No es (un problema de) la Federación, sino de los recursos que da la CONADE a la Federación, que no tiene como prioridad una selección infantil que quiere dar sus primeros pasos en el extranjero. El trabajo se ha hecho, pero también sería superinjusto que por nosotros se les quitara a los (atletas) grandes el apoyo para ir a otras competencias. Lo ideal sería ir todos, claro que da coraje.
—¿Tienen que cambiar las políticas financieras del deporte nacional?
—Deberían reestructurarse las bases del deporte. Primero, captar talentos. Y segundo, orientarlos hacia algún lado. En México no hay para dónde crecer. Podrían apoyarnos, pero se desperdicia mucho dinero. ¿Cuánto se invierte en la Selección de Futbol y qué resultados da? ¿En cuántos deportes hay niños supertalentosos que podrían dar resultados y no invierten? —lamentó.
Esta revista pidió entrevistas a Margarita Zermeño, excoordinadora técnica nacional de Gimnasia de Trampolín (quien notificó que no habría respaldo económico de la Federación); a Salas, su sucesor; al presidente de la Federación Mexicana de Gimnasia, Gustavo Salazar, y a Alfredo Castillo, titular de CONADE, para saber por qué Emilia no recibirá dinero para ir al mundial pese a ser primera clasificada. Ninguno aceptó la solicitud.
EL PUEBLO ESTÁ APOYANDO

EMILIA BECERRIL: “A veces, saltando, imagino que estoy allí
(en Bulgaria): me imagino compitiendo”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Sentada en las colchonetas del gimnasio, a minutos de iniciar un entrenamiento más en el Pabellón de Gimnasia de la CONADE, le pido a Emilia que me cuente qué se siente girar en el aire a entre tres y cinco metros de altura. Desvía la mirada y se ríe: “No sé, no sé —dice con su sonrisa de brackets de colores—, no lo podría explicar”, y entonces opta por ponerse de pie y contarme del peor salto de su vida: un doble al frente descontrolado en el que se salió del trampolín. Emilia dice: “Me caí así y me saqué horrible el aire”, y se desliza como Superman (cuya S lleva en su leotardo esta tarde) sobre las colchonetas. Boca abajo estira los brazos, las piernas y vuelve a reírse con ganas.
En minutos, su entrenador luchará para que apriete el ritmo, mejore su más complejo desafío, el doble mortal atrás con las piernas estiradas.
De pelo largo y aretes, con firmeza Alexis gritará a Emilia: “Mete la pompa, aprieta la pancita, estira los brazos, estás aflojando rápido, mueve la cadera, métele potencia, te estás comiendo la salida”, mientras ella da piruetas en las alturas como sucede tres horas cada día. Tímida y detallista, Emilia entrena y entrena con la duda de si en tres meses verá el campeonato Mundial de Bulgaria por internet o protagonizará la competencia.
“A veces, saltando, imagino que estoy allí (en Bulgaria): me imagino compitiendo, imagino a todo este gimnasio como si estuviera allá”.
“SU PAPÁ y yo decidimos que fuera (al mundial)”,dice Euzki,
madre de la pequeña deportista. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
—¿Imaginas algo más?
—Que estoy en el pódium.
Emilia vuelve a reírse, acaba la entrevista y va hacia donde dejó la charola: por lo pronto es hora de vender manzanas y panqués.
No hay atajos hacia Bulgaria.