DE PIE, en la sala de estar en colores pastel de sus padres, detrás de ella el zumbido bajo del cortasetos eléctrico de un vecino, Hannah Risheq lanzó su campaña a la legislatura de Virginia con un discurso un poco inconexo que estaba salpicado de “este”, “oh”, y otros tics juveniles.
A pesar de su falta de pulimento, había algo convincente en la candidata demócrata con carita de bebé y 25 años de edad. Una gran parte de su historia personal: su padre inmigrante palestino y su madre judía fueron obligados a salir de Greensboro, Carolina del Norte, cuando los clientes dejaron de frecuentar su restaurante después de los ataques del 11 de septiembre. La familia de cinco se dirigió al norte y empezó de nuevo en el tazón de ensaladas del condado Fairfax de Virginia.
Pero hay otro aspecto en el atractivo de Risheq: su intensidad. Ella cautivó a las aproximadamente dos docenas de personas que asistieron a su almuerzo en abril, desde vecinos encanecidos hasta amigos veinteañeros y voluntarios. “Estoy aquí, de pie”, prometió Risheq, “y voy a derrotar a [el republicano titular] Jim LeMunyon”.
Las probabilidades están en su contra. No es ni siquiera la favorita en su primaria demócrata; esa sería la activista comunitaria de 38 años de edad Karrie Delaney. Pero incluso si Risheq pierde —en la primaria del 13 de junio o llegado noviembre—, los demócratas ganan, porque con sus filas diezmadas tras una década de derrotas estatales y locales, ella y miles de otros jóvenes políticos primerizos como ella representan la mejor esperanza del partido de resucitar en la era de Donald Trump. En la última década, solo el nombre de Barack Obama en la boleta ha atraído la amplia mezcla de partidarios demócratas necesaria para ganar elecciones. Cuando Obama no se postuló (en 2010, 2014 y 2016), el partido fue aplastado. Desde 2008, los demócratas han perdido ambas cámaras del Congreso y casi mil escaños de legislaturas estatales. El Partido Republicano ahora controla 67 de 98 cámaras legislativas partidistas alrededor del país. Con sus derrotas electorales en 2016, los demócratas fueron expulsados del poder a escala federal y quedaron con pocas estrellas locales en ascenso.
La escasez de líderes emergentes ayuda a explicar la notable desconexión el año pasado entre la clase dirigente del partido, que apoyó la campaña presidencial de Hillary Clinton, y una base más joven y más progresista, la cual abrazó a Bernie Sanders, el independiente de Vermont. El resultado fue una primaria sorprendentemente feroz que dividió al partido y levantó hondas sospechas entre el Comité Nacional Demócrata y otros líderes del partido en Washington. Incluso cuando los demócratas se unen para oponerse a Trump, las heridas de la contienda de 2016 no han sanado. Y ninguno de los viejos del partido —desde sus líderes septuagenarios en el Congreso a su cantidad cada vez menor de gobernadores— parece tener un plan plausible para recuperar el poder.
Desde la elección de Trump, lo que los demócratas sí tienen, no obstante, es un bloque joven de votantes enfurecidos. El reto del partido será convertir esa furia, esa energía, en logros electorales. Y desplegar candidatos fuertes a escala local es crítico.
FURIA CONTRA LA MAQUINARIA: La cuestión clave para los demócratas será si pueden aprovechar la cantidad creciente de votantes jóvenes enfurecidos y convertirlos en victorias electorales. FOTO: SPENCER PLATT/GETTY
En la última década, los demócratas han visto a los republicanos metódicamente apoderarse de los gobiernos estatales, pasando el país a la derecha en asuntos clave como los impuestos, derechos laborales y el aborto. Estos logros locales también han ayudado al Partido Republicano a consolidar su poder en D. C. En la mayoría de los estados, el partido que controla la legislatura puede trazar las líneas de los distritos electorales, lo cual puede ayudar tanto a legisladores estatales como nacionales a aislarse de la competencia. Eso es exactamente lo que sucedió en 2010, cuando los republicanos tomaron el control de las legislaturas en Colorado, Nueva Hampshire, Carolina del Norte y más de una docena de otros estados. Al año siguiente, esas legislaturas volvieron a trazar los mapas estatales en su favor, como ambos partidos lo habían hecho en el pasado.
Los opositores se quejan de que la reordenación ha deformado la representación de los votantes. Véase Virginia, donde el Partido Republicano volvió a trazar las líneas distritales para juntar a los demócratas en ciertas áreas y aislarlos de sus propios candidatos en otras. Los republicanos allí controlan la Cámara de Representantes estatal por un amplio margen y el Senado por uno más estrecho, aun cuando los demócratas ahora dominan a escala estatal. Por ejemplo, Clinton ganó Virginia en noviembre por casi 200,000 votos.
Sin embargo, la manipulación de circunscripciones electorales no es el único problema a escala estatal para los demócratas. A ellos también les ha perjudicado una falta de candidatos convincentes. El distrito norteño de Virginia donde Risheq se ha postulado favorece a los demócratas; los candidatos a la gubernatura y la presidencia han ganado cómodamente aquí en años recientes. Pero LeMunyon, el titular republicano, no tuvo un retador demócrata cuando fue reelegido en 2015. Kelly Ward, directora ejecutiva del nuevo Comité Nacional Demócrata de Reordenación del partido, dice que la oleada de victorias republicanas a principios de la década, en combinación con la reordenación, creó en los demócratas una sensación de “oh, no podemos ganar”, entonces, ¿para qué postularse?
Ahora, gracias a Trump, “ha saltado la tapa de ese problema”, afirma Ward, conforme una bandada de candidatos demócratas ahora compite por los cargos; por lo menos en Virginia, con su elección local de 2017. Usualmente, hallar gente confiable para postularse es un proceso que requiere de tiempo. Pero desde noviembre, han “llovido candidatos”, dice David Toscano, el líder demócrata en la cámara de delegados estatal. Él señala que, en 2015, el partido tuvo alrededor de veinte retadores contra delegados republicanos; este año, han alcanzado los 66 retadores compitiendo por 53 escaños republicanos.
Esta afluencia es un reflejo de la agitación dentro del movimiento #Resistencia más que de la fuerza del Partido Demócrata, dice Quentin Kidd, profesor de ciencias políticas en la Universidad Christopher Newport en Newport News, Virginia. Risheq es un claro ejemplo de cómo el presidente está moviendo nuevos reclutas a oponérsele. Recién salida de un programa de posgrado en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Columbia, ella siempre pensó que se postularía a un cargo, pero la victoria de Trump aceleró ese plan. “Es hora de que una mujer de color esté en este lugar y una persona joven”, razonó ella.
Incluso con el aumento de demócratas postulándose en Virginia, los republicanos posiblemente retengan su mayoría —aunque una más pequeña— en la cámara de representantes estatal este otoño. Pero el aumento de candidatos demócratas es una buena noticia para el partido mientras busca reconstruirse. Cuanta más gente se postule, más contacto hay con la comunidad local, ya que estos nuevos candidatos interactúan con votantes potenciales y voluntarios, explica Amanda Litman, fundadora de Postularse por Algo, un nuevo grupo progresista que apoya a Risheq y otros candidatos millennials. Estos recién llegados, dice Litman, también le darán al partido líderes futuros, gente más en contacto con acciones de las bases y los cada vez más influyentes votantes menores de cuarenta años.
El grupo Postularse por Algo es uno entre una cantidad creciente de progresistas que surgieron después de las derrotas devastadoras de Clinton —y del partido— en 2016. Que la organización reúna manifestantes afuera de concejos municipales republicanos y propiedades de Trump en todo el país ha atraído los encabezados, pero esta y otras organizaciones incipientes tratan de canalizar esa energía manifestante para convertirla en victorias en las urnas a escala estatal y local. Exagentes de campañas demócratas que han optado por trabajar fuera de la estructura formal del partido han creado muchos de estos grupos.
En el caso de Litman, ello se debe a que ella piensa que el enfoque tradicional del partido no funciona. Los comités demócratas y los donantes miden la viabilidad de un candidato por su experiencia política y redes para recaudar fondos. Posiblemente rehúyan a los jóvenes primerizos. Como dice Risheq: “Mucha gente me dijo que no”. Pero Litman cree que apoyar a los recién llegados como Risheq es como se construye el banquillo del que carecen los demócratas. “La política es como todo lo demás: necesitas tener experiencia”, opina. Pocos recién llegados ganan. Pero incluso si Risheq pierde, dice Litman, puede postularse de nuevo dentro de dos años o aplicar las habilidades que ha adquirido para impulsar a otros candidatos y causas demócratas.
Así, aun cuando esta palestina-judía de 25 años tal vez no se vea o suene como una política tradicional, Risheq y otros como ella podrían ser exactamente lo que los demócratas necesitan para reinventarse a sí mismos al mirar al 2018 y más allá.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek