CHARLES HARDER no quiere que lo graben. ES uno de los muy pocos entrevistados que me han hecho esa exigencia. Los comandantes militares de Bahía de Guantánamo estuvieron de acuerdo; el asesino convicto en una prisión de Nueva York estuvo de acuerdo; incontables políticos y funcionarios estuvieron de acuerdo. Pero no este abogado de Beverly Hills de las estrellas, lo cual significa que cuando nos sentamos a almorzar, me veo obligado a comer con una mano y garabatear notas con la otra. Sin embargo, no quiero dar la impresión de que Harder me tortura porque le gusta torturar a periodistas, aunque lo han acusado de ello. Una lista de clientes que incluye a Jude Law y Amber Heard significa, para citar a Falstaff, que la discreción es lo más importante de la revelación.
Mis notas de esa comida son escasas, porque además de no querer que lo graben, Harder con frecuencia habla extraoficialmente. Después de hacerse más o menos famoso por defender a los obscenamente famosos, Harder tiene modos engañosamente informales que ocultan el impulso de un maestro jardinero de podar la curiosidad mediática para hacerla el tipo de cobertura florida que se refleja bien en su práctica y sus clientes. Él no llegará a reconocer que trabaja para Roger Ailes, el director depuesto de Fox News, aun cuando el nombre de Harder aparece en una carta amenazante a la revista New York. Tampoco dirá cómo Melania Trump llegó a ser su clienta en una demanda contra el Daily Mail, el cual alegaba, en un artículo que ya fue retirado, que la esposa del candidato presidencial republicano trabajó para un servicio de acompañantes en la década de 1990. Tampoco hablará —oficial o extraoficialmente— sobre su política. O su familia. “Tengo la vida más aburrida del mundo”, dice él, oficialmente.
Harder hablará encantado de un caso reciente, el que lo llevó a ser llamado el “abogado favorito de Hollywood” (Financial Times) y “posiblemente el abogado mediático de más alto perfil en Estados Unidos” (The Hollywood Reporter). Ese caso es Bollea v. Gawker, en el que Terry Gene Bollea, mejor conocido como el luchador profesional Hulk Hogan, ganó un juicio civil por 140 millones de dólares en una corte de Florida contra Gawker, el sitio web de chismes domiciliado en Manhattan que en 2012 publicó un fragmento de una grabación tomada a escondidas en la que se veía a Bollea teniendo sexo con la esposa de un amigo. La victoria de Bollea llevó a Gawker Media y su fundador, Nick Denton, a declararse en bancarrota.
Algunos ven en la victoria de Bollea un revés a la noción misma de prensa libre que, presumiblemente, debería tener el derecho de publicar incluso fragmentos de un video sexual, si se determina que ese video sexual tiene valor noticioso. Harder no está de acuerdo, retratando a Gawker como un actor excepcionalmente malo con un impulso destructivo. Cuando le pregunto qué condenó a Gawker, él responde con una sola palabra: “Gawker”. Y aun cuando mucho de la clase mediática de Manhattan lamentó la desaparición de Gawker como se podría llorar la caída de Roma, Harder no muestra remordimiento. “¿Si tiene un efecto disuasorio en el periodismo irresponsable? ¡Maravilloso!”
ROSTROS DESTACADOS
Un hombre de rasgos aguileños que están tan controlados como su habla, Harder se ve como si hubiera salido del Brooks Brothers en Rodeo Drive como una creatura plenamente desarrollada de Beverly Hills, pasando sus 46 años en la Tierra sin un solo cabello fuera de su lugar. De hecho, él nació y se crió en el Valle de San Fernando, en una casa de estilo ranchero donde sus padres (su padre era un consultor financiero, su madre un ama de casa) viven todavía hoy. Él asistió a la Universidad de California, campus Santa Cruz, y paseó en bicicleta por todo el país durante una vacación veraniega. Él recuerda que se enamoró especialmente de Kansas. “En verdad me gustó Kansas”, dice él. “La gente más amigable que he conocido en el planeta Tierra”.
Mucho antes de que demandara a un periodista, él fue uno brevemente, sirviendo como director editorial del efímero Santa Cruz Independent, un semanario “en el lado aburrido” que iba a servir como un contrapeso a publicaciones más liberales en un campus sumamente liberal. Después de obtener su licenciatura en derecho, Harder trabajó para A. Andrew Hauk, el juez del Distrito Central quizás más conocido por sus posturas sociales que hoy día posiblemente lo expulsarían de la magistratura. Por ejemplo, Hauk desestimó un caso de contaminación con DDT contra Monsanto, llamando a los medioambientalistas como “fariseos y sabelotodos que andan por allí fisgoneando”. Harder trabajó en ese caso y una vez consideró dedicarse a ley medioambiental, sólo para concluir que el campo “parecía un poco aburrido”.
Él finalmente llegó a trabajar para Lavely & Singer, un despacho de leyes de entretenimiento cuya figura característica era Martin Singer, nacido en Brooklyn e hijo de un sobreviviente del Holocausto. Hollywood requiere de varias especies de abogados: el litigante despiadado, el negociador competente, el decano del divorcio. Singer convirtió lo que The New York Times llamó la “práctica especializada” de “escudar a las estrellas y sus adjuntos de las molestias” en un despacho importante.
Harder floreció. Él por lo general ganó sus casos a través de acuerdos, y lo hizo tranquilamente, sin exponer a sus clientes famosos a una publicidad indeseada. Más a menudo, esos clientes buscaban una compensación de un vendedor que había usado un rostro famoso en un anuncio. Harder los hacía cesar y pagar por ello: una compañía de muebles que nombraba sus piezas como Clint Eastwood; un caso similar que involucró un sofá llamado Humphrey Bogart, y un fabricante canadiense de chimeneas que vendía su mercancía usando una foto de Jude Law.
En 2008, Harder dejó el despacho de Singer por el de Wolf, Rifkin, Shapiro, Schulman & Rabkin LLP, un despacho más grande de Los Ángeles que quizás le haya dado al abogado todavía joven una ruta fácil para hacerse socio. Él parecía bien encaminado, ganando en 2009 casos arbitrados de nombres de dominio para Sandra Bullock, Cameron Diaz, Kate Hudson y Sigourney Weaver. Dos años después, él ganó 18 millones de dólares para Cecchi Gori Pictures en una disputa por derechos fílmicos.
Luego, en el otoño de 2012, llegó una llamada de la oficina de Peter Thiel.
DEMONIOS DE ALTO PERFIL: Harder, quien desde hace mucho ha trabajado para nombres destacados, ahora combate a la prensa en nombre de Roger Ailes y Melania Trump. FOTO: VICTOR J. BLUE/BLOOMBERG/GETTY
EJECUCIÓN POR SUPLENTE
A Harder lo enfurece que le llamen el peón de Thiel, aunque se podría tener un peor cliente que el multimillonario fundador de PayPal. “¿Cómo lo que hizo Peter Thiel es diferente de lo que hacen las organizaciones de interés público?”, pregunta él. Es una comparación justa, aunque no del todo exacta. Por ejemplo, cuando el Sierra Club demanda a la Comisión Costera de California, lo hace abiertamente y, presuntamente, por el interés público. El deseo de Thiel de demandar a Gawker hasta borrarlo del mapa derivó de su necesidad de vengarse por una entrada de 2007 que lo sacó del clóset. Esa entrada tal vez haya tenido un cuestionable valor periodístico, pero pasaba legalmente, por lo que Thiel esperó a que Gawker cometiera otro error.
Ese error se dio el 4 de octubre de 2012, cuando un colaborador de Gawker llamado A.J. Daulerio publicó una entrada titulada “Incluso por un minuto, ver a Hulk Hogan tener sexo en una cama con dosel no es seguro para el trabajo pero véalo de todas formas”. La entrada presentaba un fragmento de dos minutos de una grabación de 30 minutos, tomada a escondidas, de Bollea teniendo sexo con Heather Clem, esposa de su amigo íntimo Bubba “la Esponja del Amor” Clem. El abogado de Bollea, David Houston, envió a Gawker una carta exigiendo que se retirara el video, pero Gawker se negó.
No se sabe cómo Thiel reclutó a Harder, aunque se ha reportado que un representante de Thiel simplemente llamó a Harder y le pidió que tomara el caso. Las sensibilidades burdas del ex luchador no podían haberle importado mucho al titán de Silicon Valley educado en Stanford. Él solo quería hundir a Gawker, y hacerlo sin que se revelara su participación.
Harder presentó la demanda contra Gawker el 15 de octubre de 2012, acusando que la entrada era “una violación vergonzosa y escandalosa del derecho a la privacidad del Sr. Bollea por un grupo de Acusados aborrecibles quienes no tienen consideración por la dignidad humana y sólo les importa maximizar los ingresos y las ganancias a expensas de todos los demás”. Poco después, Harder dejó Wolf, Rifkin, tomando el caso lucrativo para sí y empezando un nuevo despacho, Harder Mirell & Abrams LLP.
Esto llevó a algunas quejas de que, como ha reportado Forbes, el despacho “ha hecho de las demandas contra Gawker su ‘pan de todos los días’”, con Harder presentando otros dos casos contra Gawker, también a petición de Thiel.
Después de más de dos años tortuosos que involucraron requerimientos previos al juicio por la entrada (el video fue finalmente retirado del sitio), Bollea v. Gawker finalmente llegó a juicio la primavera pasada en una corte estatal de St. Petersburg, Florida. Sin embargo, tan tarde como marzo pasado, un acuerdo parecía estar cerca. Pero no se dio ninguno, aun cuando un juicio prometía el peor tipo de publicidad para Bollea. “¿Por qué Hogan rechazaría lo que debieron haber sido ofertas de muchos millones de dólares?”, escribió el bloguero legal Dan Abrams. Ahora está claro que Bollea no aceptó un acuerdo porque Bollea era sencillamente un soldado en la guerra de Thiel.
El juicio duró 10 días. Harder pasó mucho de su tiempo dentro de la sala sentado tranquilamente junto a su cliente. “Por lo menos al inicio, la presencia de Harder fue un misterio para mí”, dice Anna Phillips, quien cubrió el juicio para el Tampa Bay Times. “Aun cuando él manejó algunos de los asuntos previos al juicio, él casi no tuvo participación en el juicio real; la mayoría de su trabajo fue asumido por los abogados de Tampa. Él parecía estar supervisando en vez de participando en el proceso, pero fue después cuando quedó en claro por qué fue así”.
Mucho del trabajo cotidiano en la sala lo hicieron los litigantes de Tampa Kenneth Turkel y Shane Vogt, de Bajo, Cuva, Cohen, Turkel. Fue Turkel quien seleccionó al jurado que finalmente le concedió a su cliente 40 millones de dólares más de lo que exigía la demanda; fue Vogt quien hizo la presentación del caso; Turkel interrogó a Denton, haciéndolo leer la entrada procaz que acompañaba al video sexual de Bollea; Vogt interrogó al autor de esa entrada, Daulerio, quien concedió que mostrar el pene de Bollea carecía de “valor noticioso”, con lo que puso en duda toda la defensa de Gawker; Turkel hizo los alegatos finales, en los cuales acusó a Denton de “jugar a ser Dios con el derecho a la privacidad de Bollea”.
Aun cuando él reconoce la labor de Turkel y Vogt, Harder deja en claro que él fue el cerebro detrás de la desaparición de Gawker y publicita el juicio como un recordatorio importante de que las libertades de la Primera Enmienda tienen límites. “Piénsenlo dos veces antes de invadir la privacidad de alguien o violar sus derechos”, escribió él en un artículo de opinión para celebrar su triunfo en The Hollywood Reporter.
LA DIFAMACIÓN NUESTRA
A pesar de la indemnización enorme, es poco probable que Terry Bollea vea pronto los 140 millones de dólares entrando en su cuenta bancaria. Como Gawker y Denton se han declarado en bancarrota, el proceso de apelación se ha detenido. La indemnización generosa del jurado podría mantenerse, o reducirse, o verse sujeta a una batalla legal todavía más prolongada, una que potencialmente podría llegar a la Suprema Corte y así convertirse en un fallo de referencia del valor noticioso en la era digital.
“Las cortes están luchando para trazar la línea justo ahora”, explica Amy Gajda, una experta en ley mediática de la Escuela de Derecho Tulane, pues los estándares de la prensa impresa son desafiados por las fuentes en línea donde una sola persona puede ser el dueño, editor, autor y ombudsman de un sitio web visitado por millones. Las normas hechas para The Saturday Evening Post no funcionan en un mundo gobernado por TMZ y Matt Drudge.
Harder está ansioso de presentar a Bollea v. Gawker como un caso que sentará un precedente, uno que posiblemente dé un golpe definitivo al tipo de periodismo en línea practicado por Gawker. Pero su misión principal no era enmendar la jurisprudencia de la Primera Enmienda, sino, más bien, ser el gatillero de Thiel.
Gawker hizo famoso a Harder. Poco después de que terminó el juicio, él se volvió tristemente célebre. Logró esto al tomar el caso de Melania Trump este verano. Harder demandó al Daily Mail, pidiendo daños por 150 millones de dólares (el bloguero y teórico de la conspiración Webster Tarpley también fue nombrado en la demanda). El Daily Mail retiró el artículo, pero la demanda continúa. Harder plantea el asunto sencillamente: “Una publicación no puede decir que eras una prostituta en la década de 1990 si no fuiste una prostituta en la década de 1990”.
Pocas semanas después de tomar a Trump como su clienta, Harder añadió a Roger Ailes, el desacreditado fundador de Fox News, a su lista de clientes. El objetivo de Ailes posiblemente sea Gabriel Sherman de la revista New York, quien escribió un libro sobre Ailes y más recientemente ha hecho la crónica en gran detalle de su historia de supuesto acoso sexual contra empleadas de Fox News. Él no habla del caso, pero Lauren Starke, una portavoz de la revista, ha reconocido que una carta de Harder posiblemente sugería una próxima demanda por difamación.
“Harder en verdad ha reunido en un solo lugar a los enemigos más comprometidos de la democracia liberal”, me dice Denton en un texto, citando su trabajo en nombre de Ailes y Trump. “No estoy seguro de cuánto periodismo quedará si Harder se sale con la suya”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek