UNA MUJER cuya personalidad se ha desdoblado en tres identidades diferentes —Mary Lohan, Marilé Lauría y María Elena Pujol— regresa a su otrora querida Buenos Aires justo cuando han pasado 20 años de la tragedia que partió su vida en dos: dos décadas atrás, al intentar ganarle el paso al ferrocarril, el auto que conduce se detiene a media vía y ella alcanza a descender junto con su hijo, pero no así Juan, el mejor amigo del niño.
La escritora argentina Claudia Piñeiro, autora de Una suerte pequeña, recientemente publicada bajo el sello de la casa editorial Alfaguara, explica que esta es en realidad una novela que trata sobre el dolor y la imposibilidad de la felicidad después de un hecho traumático como el que tuvo la protagonista.
“En todas las novelas que escribo arranco con una imagen disparadora, una imagen que se me instala en la cabeza y que tiene la categoría de los sueños en el sentido de que yo no sé a qué se deba esa imagen”, revela Piñeiro en diálogo con Newsweek en Español. “En este caso, la imagen era la de un auto parado frente a una barrera de ferrocarril esperando pasar. La barrera estaba baja, el tren no venía, pero parecía que iba a venir por los sonidos de las alarmas y demás, y la protagonista tiene que decidir si pasa o no esa barrera”.
La protagonista de la obra, explica la autora, desdobla su identidad en tres personalidades debido a que cada una representa a la mujer que es, la que fue y la que había sido alguna vez. “Trabajé mucho el personaje dentro y fuera de la novela. A los personajes les investigo su pasado, la familia, de dónde vienen, etcétera, y en este caso tenía que trabajarlo mucho porque esta era una mujer dañada y que en algún momento iba a tomar una decisión muy alejada de la que yo a lo mejor tomaría. Entonces tenía que comprender de dónde venía esa mujer y quién era para poder tomar determinada decisión en el momento de la situación dramática”.
Dicha mujer, además, padece constantes perturbaciones debido a que su conciencia no deja de cuestionarle si se considera o no una buena madre tras el fatal accidente y su posterior huida del país. “Hice muchos estudios psicológicos sobre relaciones de madres con hijas que de alguna manera quedaron cortadas, que es lo que a la protagonista le provoca esa angustia, no saber si es una buena madre. Ella no tiene dudas del amor a su hijo, pero todo el tiempo se siente juzgada por los demás como una mala madre, como que no sabe ser madre. La novela trabaja mucho sobre el tema de la maternidad en cuanto a que a veces la sociedad te impone como mujer que tenés que ser madre, que tenés que desear ser madre, pero además, si tenés un hijo tenés que saber cómo ser madre, y a veces la maternidad, como muchas cosas, es un poco prueba y error, uno se equivoca muchas veces”.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
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Piñeiro es una de las literatas argentinas más reconocidas en el ámbito global. Escritora, dramaturga, guionista, autora de relatos y obras de teatro para niños, nació hace 56 años y su trabajo le ha merecido premios como el Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, el Clarín de Novela, el ACE, el LiBeraturpreis y el Sor Juana Inés de la Cruz. Su extensa obra rebasa la veintena de títulos, de entre los cuales destacan El secreto de las rubias, Tuya, Un ladrón entre nosotros, Las viudas de los jueves, Un mismo árbol verde, Elena sabe y Las grietas de Jara.
—¿Una suerte pequeña, Claudia, es un reclamo o un reconocimiento al dolor humano, a la culpa?
—Yo creo que trabaja básicamente en la reparación del dolor, esos dolores profundos que parecen totalmente imposibles de soportar y que probablemente nunca nos van a dejar, como lo dice Alice Munro [escritora canadiense, Premio Nobel de Literatura 2013] en Las niñas se quedan: “Este dolor agudo. Se hará crónico. Crónico significa que perdurará aunque tal vez no sea constante. También puede significar que no morirás de ello”.
—¿Contar la historia en primera persona permite desbordar el dolor más fácilmente?
—Yo empecé a escribir la novela en tercera persona, y justamente como tenía que hablar del dolor me costaba mucho hacerlo porque este pronombre tiene mucho distanciamiento, los escritores siempre tratamos de no usar palabras demasiado emotivas o emocionales porque eso va en contra de la literatura. En cambio, narrado en primera persona vos te permitís decir ciertas cosas porque lo dice el personaje, no el narrador omnisciente. Para tratar el dolor no podía llegar con la tercera persona a lugares donde necesitaba llegar, y entonces reescribí todo en primera persona.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿En estos tiempos modernos qué expectativas tienes para una novela de dolor y amor?
—Esta es una novela que me ha permitido hasta ahora, por el recorrido que ya ha hecho, recibir mensajes de la gente que la lee y que se siente muy conmovida. Me da la sensación de que ha tocado algunas fibras que el lector necesitaba, quizá requería llorar con un libro, descargar emociones.
—¿Cómo diferencias esta del resto de tu obra para no encasillarte?
—Cuando escribo una novela siempre quiero hacer algo diferente a lo que hice en la anterior, porque me resulta más interesante y porque quiero superar algo que en la novela anterior no estaba. En este caso lo que traté de hacer es que en ningún momento la novela se corriera hacia la trama policial, porque casi todas mis novelas tienen una subtrama policial, y esa estructura para mí es cómoda, una zona de confort, porque uno cuando escribe una novela policial sabe hacia dónde va, sabe que tiene que ir a develar el enigma, la búsqueda de la verdad, quién lo mató y por qué, entonces vas caminando hacia ese lugar como escritor. Pero cuando no tienes la trama policial te sentís más libre, pero también con más temores, pues decís: a dónde voy. Yo me planteé en esta novela no dejar que el policial me tomara en el camino como me pasaba en las otras, sino mantener el suspenso, la intriga, la trama sin que haya un pie en lo policial, sino en un suspenso absolutamente personal, psicológico, de familia”.
Foto: Especial.