Se llama Rob Greenfield, y es un defensor del medio
ambiente que en tiempos normales casi no produce basura; sin embargo, para este
ejercicio decidió consumir durante un mes como un estadounidense promedio, y
generar así unos 2 kilos de basura diarios.
Por la primera vez en cinco años comió pizzas,
hamburguesas, papas fritas, latas de refresco. Y los empaques, los envases, los
frascos de helado vacíos se acumulan en decenas de bolsas de plástico
transparentes que lleva colgadas de su cuerpo.
“Me zambullí totalmente en la manera estadounidense
de producir desechos”, dice con una sonrisa este hombre que carga su
armadura de basura por la ciudad unas siete horas cada día. A pesar de todos
sus esfuerzos, no consume aún lo suficiente. Solo acumuló 22 kilos de basura en
15 días, cuando su objetivo eran unos 30 a medio camino hacia su meta. Su
proyecto debe culminar el 19 de octubre con una carga estimada en 45 kilos de
desechos al cabo de un mes, y convertirse en un documental.
Al inicio, Greenfield pensaba transportar toda su basura,
incluida la orgánica. Pero renunció a llevar esta última tras percibir el hedor
que despedían sus desechos pese a las tres capas de plástico.
Por donde pasa, las reacciones son inmediatas. Ante el
célebre edificio Flat Iron, los transeúntes lo ametrallan con sus teléfonos
móviles, y empiezan a subir sus fotos a las redes sociales. Y eso es justamente
lo que quiere: que lo vean, que la gente haga conciencia de la cantidad de
basura que está generando.
La mayoría de los que acude hacia él ya lo conoce. Está
muy presente en internet, ya tuvo su propio programa en el canal Discovery y esta
no es su primera operación mediática. Entre sus anteriores aventuras figuran
operaciones de recuperación de basura en los botes de basura, y más de un año
viviendo en una casita sin agua corriente ni electricidad.
“¿Es usted el hombre basurero?”, le pregunta un
peatón. “Las personas me llaman más bien el hombre basura”, responde
él con una jovialidad que parece no abandonarle jamás.
Desde hace más de tres años, cuando Greenfield se lanzó a
la militancia ambiental, dice que ha visto evolucionar las mentalidades, aunque
más sobre la naturaleza de lo que se consume que sobre la cantidad.
Muchas personas “quieren reciclar, comprar productos
más verdes, pero pocos de ellos quieren reducir” su consumo, dice.