La
pronunciación de la Z en España ha generado hasta leyendas, una solidaria que
dice, por ejemplo, quese extendió para
reproducir el ceceo que padecía algún rey o príncipe al hablar, y decidió todo
mundo hablar igual para que no se fuera a sentir mal o raro.
Los
expertos, que no se caracterizan por creerse lo que cuentan por ahí, descartan
que eso sea cierto. “Aunque sea una leyenda simpática, no tiene ningún
sustento”, señala el filólogo español y catedrático en la Universidad de
Neuchâtel, en Suiza, Juan Sánchez Méndez, autor del libro Historia de la lengua española en América.
A
fines del siglo XIX y comienzos del XX la idea que predomina al respecto es que
en Latinoamérica se habla diferente el español porquecambió con la influencia de las lenguas
indígenas. Quien abandera la teoría es el lingüista alemán
naturalizado chileno Rodolfo Lenz. Su idea también fenece a falta de evidencia
científica.
La
explicación más aceptada es sencilla: la pronunciación diferenciada dela Z y la C no naufragó en alguno de los
viajes de la madre patria a las nuevas tierras; nunca se embarcó.
Sánchez
Méndez dice que en el tiempo en que se coloniza del Nuevo Mundo, en España se
habla de dos maneras diferentes el español; uno hacia el norte de Castilla, que
se impone en Madrid, y otro en Sevilla, en el sur de la península. En Sevilla,
la Z y la C se pronunciaban de modo similar a la S, como en Madrid. Y justo es ahí donde se
localiza el principal enlace con América.
Muchos
de los primeros colonizadores españoles provenía de Sevilla y otras partes de
Andalucía: 37% entre 1493 y 1539, según estudios del historiador estadounidense
Peter Boyd-Bowman. “En América triunfó la manera sevillana de hablar español.
Mientras que en la ortografía es la manera de Madrid, que es donde estaba la
Corte, el rey, los nobles, y por tanto tenía mucho prestigio”, agrega Sánchez
Méndez.
Añade:
“En Andalucía concretamente la pronunciación de la zeta la consideran de menos
prestigio social, porque esa pronunciación se la atribuyen a los moriscos y
entonces parece que se asocia a una clase social baja”.
Sin
descartar, en todo lo anterior, que pudo haber sido un asunto meramente de
practicidad: unificar fonemas para facilitar el aprendizaje del español a los
indígenas.
En
el siglo XIX se registran varios intentos en tierras americanas por distinguir
la pronunciación de la S, la C y la Z, bajo el argumento de que contribuiría a escribir con menos faltas
de ortografía. Esfuerzos estériles.
La
conclusión es que no existe una forma correcto o errónea de pronunciar la Z o
la C, lo que sí hay son reglas que indican cuándo escribir una y cuándo la
otra; de eso nadie se salva.