Tras decir que prohibir la discriminación impide que su
libertad religiosa declare a la Biblia como su libro estatal oficial, los
políticos cristianos y sus partidarios, muchos de los cuales parecen saber más
acerca de las Kardashian que de su propia fe, recientemente han mostrado
algunas de las conductas más embarazosas y anticristianas en muchos años.
Los políticos que se han unido más recientemente al
desfile de pillos arroja-Biblias que no saben nada acerca de lo que dice
realmente la Biblia provienen de Mississippi. Los hipócritas del Estado de la
Hospitalidad, uniéndose a sus hermanos de Carolina del Norte que comparten la
misma opinión, acaban de aprobar una ley que permite a los negocios, e incluso
a algunos proveedores de servicios de salud, que nieguen sus servicios a
parejas gay con base en sus creencias religiosas. (A diferencia de otros
estados que han aprobado o que están considerando tales leyes, Mississippi
incluso incorpora una previsión que permite a los negocios que nieguen sus
servicios a parejas heterosexuales que tengan relaciones sexuales antes del matrimonio.)
Se ha dirigido mucha furia a estos políticos con base en
posturas relacionadas con la no discriminación y la igualdad de derechos para
las personas gay y transgénero. Todos estos son argumentos sólidos, pero los
autoproclamados “buenos cristianos” nunca habrán de escucharlos. Por desgracia,
aunque algunas personas piensan que están realizando el trabajo de Dios, no les
importa a cuántas personas pisoteen al hacerlo.
Antes de entrar en demasiados detalles para explicar el
cristianismo a estos cristianos, es necesario dejar claros algunos puntos. No
existe ninguna prohibición religiosa para vender pasteles o dar terapia a una
persona gay. Independientemente de lo extraño que pudiera parecerles a estas
personas que parecen creer que toda la Biblia trata sobre sexo (con unas
cuantas parábolas esparcidas aquí y allá), en ninguna parte de ese libro se
considera impropio realizar una transacción comercial con una persona
considerada pecadora por un cristiano.
Hay cristianos que interpretan la Biblia para que ésta
diga aquello en lo que ellos creen. Algunos señalan un pasaje de la Primera
Carta a los Corintios en la que el apóstol Pablo habla acerca de si los
cristianos deben comer carne sacrificada a los ídolos. En serio: comienzan con
filetes obtenidos de vacas sacrificadas a Zeus y de ahí extienden una línea
recta hasta la preparación de un pastel para una boda gay.
Pero incluso esa ilógica relación se basa en lo que
solamente puede ser interpretado como una mala interpretación intencionada del
pasaje. Comer carne de animales sacrificados a otros dioses es irrelevante,
dice Pablo, debido a que no cambia nada acerca de las creencias de un
cristiano. “Ciertamente, no es la carne lo que nos acerca a Dios’,’ de acuerdo
con Pablo. “Ni por dejar de comer somos menos ni por comer somos más.” En otras
palabras, comer esa carne no influye en nada para minimizar la relación de una
persona con Dios. Pero Pablo argumenta que los buenos cristianos deben
preocuparse por los cristianos más débiles que piensan que la carne está
prohibida, ven que alguien la come y concluyen que es aceptable pecar contra
Dios.
Apliquemos esto a la nueva ley leyes de Mississippi.
Suponiendo, para efectos de nuestro argumento, que la homosexualidad es un
pecado, ¿acaso las personas se volverían gays porque vieron a un cristiano
tomando fotos en una boda entre dos varones? ¿Acaso un paciente en la sala de
espera de un terapeuta se volverá gay tras ver a una lesbiana entrar en el
consultorio de ese profesional? Excepto en el extraño mundo de la cristiandad
colérica, donde parece existir la creencia de que todo el mundo busca una
excusa para tener relaciones sexuales con alguien de su mismo sexo, la idea de
que ver a un fotógrafo o a un terapeuta hacer su trabajo hará que otras
personas de repente se vuelvan gays es completamente absurda.
CONTRAGOLPE: La prohibición de las protecciones
antidiscriminación para la comunidad LGBT en Carolina del Norte hizo que PayPal
cancelara sus planes de expansión en ese estado y que Bruce Springsteen
cancelara un concierto. FOTO: TRAVIS DOVE/THE NEW YORK TIMES/REDUX
En otras palabras, la principal sección de la Biblia que
algunos cristianos invocan para proporcionar una fachada de sustento religioso
a su odio no tiene nada que ver con el tema. Si las personas te dicen que no
puedes hornear un pastel para una boda gay debido a sus “sinceras convicciones
religiosas”, pregúntales en qué parte de la Biblia se habla de las
transacciones comerciales con personas a las que perciben como pecadoras. No
tendrán ninguna respuesta.
Aferrándose a un clavo ardiendo, algunos cristianos
citarán Ezequiel 3:17-18 como una invocación para señalar los pecados de otras
personas para salvar sus propias vidas y posiblemente las de aquellos a quienes
reprueban. Sin embargo, en contexto, es claro que, en esta parte, Dios le habla
individualmente a Ezequiel, y no está lanzando una proclamación indiscriminada.
Si algún fabricante de pasteles para bodas dice que no es cierto y que todas
las palabras de Dios a Ezequiel fueron instrucciones para todo el género humano,
nunca comas nada de lo que esa persona prepare; en el siguiente capítulo del
mismo libro, Dios ordena a Ezequiel que hornee pan usando las heces de otro
hombre.
Por encima de todo esto, está la realidad que muchos
cristianos que se sienten moralmente superiores se rehúsan a enfrentar: fuera
de proscribir el pecado en los 10 mandamientos, la Biblia no considera a un
solo pecado como más importante que otro. Si las personas desean invocar la
Biblia para definir el pecado, entonces recoger leña el sábado está tan
prohibido como las prácticas sexuales más extremas. Y aunque existen secciones
de la Biblia que definen el sexo gay como un pecado, incluyen muchas otras
acciones consideradas como pecados igualmente graves, frecuentemente en la
misma frase. En la Primera Carta a los Corintios, por ejemplo, Pablo condena lo
que denomina inmoralidad sexual, pero sólo como parte de una cadena de otros
pecados, como la avaricia, la embriaguez y abusar verbalmente de otras
personas. Entonces, ¿los pasteleros y fotógrafos cristianos deben rehusarse a
participar en bodas extravagantes con barra libre en la recepción, lo que
provoca que el tío Larry le diga palabrotas al primo Bob? Si no es así, ¿por
qué? ¿Los terapeutas cristianos deben rehusarse a ayudar a los alcohólicos? Si
no es así, ¿por qué?
La respuesta es obvia. Las leyes anti gays no tiene nada
que ver con la libertad religiosa. En lugar de ello, refuerzan el odio de los
cristianos que aprenden acerca de su religión de otras personas que odian a
quienes no piensan como ellas. Los feligreses que llegan a la Iglesia borrachos
o en camionetas Lexus son pecadores, y las personas insisten en invocar la
Biblia como una verdad literal. Pero nadie les grita ni los golpea ni se rehúsa
a hacer negocios con ellos; este abuso está reservado para las personas gays
debido a que estos “amorosos” cristianos odian a los homosexuales y utilizan la
religión como parapeto. No desean saber lo que la Biblia dice en realidad
acerca de las personas gays porque ello les obligaría a examinar su propia
conducta, en lugar de atacar la de otra persona.
Hasta los cristianos más tibios saben que los escribas y
fariseos censuraban a Jesús por relacionarse con prostitutas y con otras
personas cuya conducta desaprobaban. Él comía con ellos, bebía con ellos y, si
hubiera habido cámaras, probablemente se habría tomado selfies con ellos.
Y si los cristianos modernos hubieran estado ahí en
aquellos tiempos, habrían estado del lado de los fariseos, condenando al hombre
al que ahora llaman el Mesías porque andaba con pecadores.
Entonces, el mensaje para estos originarios de Mississippi
es: limítense a hornear el maldito pastel y dejen de quejarse. O al menos,
acepten que su deseo de discriminar a los gays no tiene nada que ver con su
religión y sí con la intolerancia.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in
cooperation with Newsweek