Los cuerpos de las mujeres son atravesados por distintas experiencias. No es posible universalizar las condiciones, sueños, esperanzas y deseos de todas en arquetipos definidos mayormente por roles de género. La poesía puede ser un vehículo donde se retraten las distintas historias, problemáticas y, por qué no, el gozo de las mujeres.
La poesía en voz alta es una modalidad donde las creadoras declaman sus creaciones, ya sean preparadas previamente o improvisando, frente a un público. A diferencia de la poesía escrita en papel, esta modalidad creativa hace evidente que es un cuerpo quien enuncia, y pasa a través de él, las palabras. Más que una observación evidente, lo que significa es que la experiencia poética es encarnada. Es decir, ese cuerpo es único y solo su historia de vida, contexto y deseo pueden dar como resultado dicha poesía.
Este ejercicio creativo ha abierto muchos espacios para las mujeres, quienes históricamente han sido relegadas del espacio literario y de publicación. Mientras que, la disciplina de la poesía en voz alta, parece abrirse en espacios sencillos: desde el mercado hasta el foro. Con pocos requerimientos más que tu cuerpo y eso sí, nada de solemnidad. El juego de los distintos lenguajes se deja salir en gritos, cantos, rezos, movimientos, repeticiones, performances…
Aquí te presentamos a tres poetas que desde esta disciplina sacuden los roles de género. También hacen activismo, gozan la palabra, dignifican la memoria, reviven la lengua o nos muestran cómo las posibilidades de los cuerpos son múltiples.
CYNTHIA FRANCO: DESDE LA FRONTERA
Migrada de la ciudad de Tijuana, Cynthia Franco es una de las figuras más relevantes del panorama de la poesía en voz alta de la Ciudad de México y del país. La poeta tijuanense describe cómo la poesía la acompaña desde el vientre materno. No necesariamente desde las grandes letras, sino entre cantos y rezos.
Ver a Franco sobre el escenario es como ver fuego ardiente atravesar su cuerpo. La poeta utiliza todo el potencial de su cuerpo para resonar sus palabras. El tema de la migración y su ancestralidad se desborda en la mayoría de sus creaciones. De hecho, ella describe que, mientras encontró la poesía en la CDMX, su madre y abuela se fueron a trabajar en las maquilas en Estados Unidos.
Por ello, la poesía de Franco juega con el spanglish, pero también con los lenguajes femeninos que poco son reconocidos en la poesía en papel, como el canto y los rezos. Es así que ve su accionar poético como una posibilidad de “restaurar heridas que no solo eran propias, sino también de mis ancestras, de mi mamá, de mi abuela”, dice la poeta.
La ancestralidad implica un reconocimiento de las violencias heredadas y continuadas. Asimismo, el encuentro con un legado que nos da sentido y fuerza. Reconocernos en las que fuimos nos enfrenta al dolor y solo en su reconocimiento, en posibilidad de curación. Por ello, Franco reconoce el cuerpo como su vehículo de creación.
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“El cuerpo es el que también está habitando las violencias cotidianas, es el que recibe acoso, agresión, el que recibe denigración y juicios. Por eso siento que el cuerpo tiene que transformarse a través de la voz, del canto y la palabra”, cuenta la autora.
La subversión del lenguaje poético en la obra de Franco es una forma en que ella establece vínculos con los traumas y violencias que muchas han vivido. Renovar el repertorio poético hace posible la visibilidad de otras historias que no han sido contadas y se esconden como no importantes.
“El disfrute, el regreso al cuerpo, la sonoridad de las palabras, son una constante en mi trabajo porque el hecho de venir de una frontera es duro, como ser una frontera híbrida”, dice Franco sobre sí.
La poeta abre la voz y el cuerpo para presentar las contradicciones, la violencia, el goce y la posibilidad de curación en el siempre incierto sentido de habitar en la frontera. La frontera geográfica y de lo que es y no es poesía.
LÍA GARCÍA: PEDAGOGÍA DE LA TERNURA
De cabello ondulado como las olas del mar. Lía García, la novia sirena, como ella se nombra, es una poeta, pedagoga, artista y activista trans de la Ciudad de México. Describe cómo la poesía fue un primer lugar de enunciar lo que ella escribía en otros formatos, como los diarios.
“La poesía me arrastró, como te arrastran las olas del mar. El mar insiste en llevarte cada vez más profundo y en hacerte cada vez más diminuta. Esa inmensidad que se siente cuando estás en el mar, que al mismo tiempo te hace sentirte diminuta, creo que así es la poesía. La poesía insiste en llevarte a lo profundo y en hacerte descubrir un mundo infinito de posibilidades”.
Para García, la poesía está en la herida y debe exhibirse en actos colectivos para presentar las violencias, pero también, alternativas de acompañamiento desde la ternura.
“Para mí siempre fue muy importante hacer de mi poesía una propuesta performática, habitarla con mi cuerpo. Mis poemas no existen sin la piel, son experiencias muy táctiles, es un poema performático que no solo pueda ser leído, sino encarnado”, dice García.
Hablar desde el cuerpo significa entender que quienes crean lo hacen desde un contexto en específico, y desde ahí, enuncian ciertas realidades y sentires.
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“Yo te hablo desde una voz situada como mujer trans, afrodescendiente, estudiante, escritora, que vive en la Ciudad de México. Y justamente todo eso hace que la poesía que escribo y produzco con mi cuerpo se politice”.
¿La poesía es activismo? ¿Es un acto político? ¿Es enseñanza?, para Lía García, sí. La autora entiende la poesía como un acto pedagógico, en tanto, enseña otros modos de ser.
“¿Cuál es el sentido político de la poesía hablada, escrita, performada, en un país que produce tanta muerte hacia las mujeres trans o con una cultura de feminicidio, de desaparición forzada, de narcotráfico y su relación con nuestros gobiernos? Frente a esto, la poesía se convierte en un arma política que no acuchilla, sino que te permite justamente desentramar este mundo y presentarse como una nueva posibilidad”, concluye.
SITALIN SÁNCHEZ: DIGNIFICAR LA LENGUA
Escribe desde San Miguel Tzinacapan, en la sierra de Puebla, en México. Un padre, lingüista y poeta, enseñó a su hija Sitalin Sánchez a escribir en náhuatl y español. Con el tiempo, esa niña comenzó a asistir a eventos de poesía en voz alta, y se descubrió poeta también.
Sánchez encontró en la poesía en voz alta una renuncia a la poesía contemplativa o romántica para aventurarse a hablar sobre sus historias. Muchas de sus obras se pronuncian contra las contradicciones y opresiones que el Estado y la sociedad imponen a los pueblos indígenas. Desde el propio nombramiento como “indígena”, que busca homogeneizar las heterogéneas culturas y comunidades a las que se les da este nombre.
La poeta de Tzinacapan escribe poesía en náhuatl, pero es muy crítica sobre cómo la poesía en lenguas indígenas puede ser despolitizada al solo entenderla desde su sonoridad. “Es una situación que puede llegar a un punto en el que romantizamos el lenguaje y no nos importa qué se dice, mientras sea en lengua indígena”, enfatiza Sitalin.
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Por ello, su ejercicio poético va entre el castellano y el náhuatl: “Es fundamental que se sepa que seguimos existiendo personas que hablamos, escribimos y creamos desde nuestra lengua y que nuestra lengua presenta o es parte fundamental de una ontología diferente a la de la matriz occidental”.
Así, Sánchez plantea en su ejercicio poético el bilingüismo como una condición creativa para decir: “Existo, y no solo existo en mis antepasados de los que se habla en los libros de texto”.
Desde Tzinacapan, analiza cómo el mantenimiento de las lenguas se hace desde lo cotidiano, desde el disfrute y uso diario.
“Es importante reconocer los espacios existentes que son completamente distintos a lo que el occidente espera que haya”, indica. “Es decir, puede que en mi pueblo no haya un instituto del fomento de la lengua y por lo mismo piensen que se está perdiendo. Pero la lengua está viva porque hay cinco grupos de huapangueros de San Miguel que se dedican a hacer y a escribir en español y en náhuatl. O porque existe la radio del pueblo que da todos los mensajes en ambas lenguas”. N