En el corazón palpitante del teatro contemporáneo, donde las luces del escenario danzan con los sueños de innumerables actores y directores, emerge una figura cuya pasión y compromiso han dejado una huella imborrable en el panorama teatral: Fernando Sakanassi.
Originario de Guadalajara, Jalisco, desde niño mostró un interés innato por las artes escénicas. Hoy, miembro destacado de la Compañía Nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), tiene a sus espaldas una trayectoria de 20 años, incluso una compañía independiente que ha llevado sus producciones a escenarios en México, España y el Reino Unido.
Con audífonos y el cabello ligeramente rizado que enmarca sus mejillas, en entrevista con Newsweek en Español narra con voz potente y armoniosa su trayectoria en las artes escénicas desde los 15 años. Antes de iniciar la conversación, Fernando muestra una fotografía en donde se le observa leyendo El actor y la diana, del autor británico Declan Donnellan, a quien describe como “guía indispensable” en su enfoque hacia la actuación, influencia que comparte más adelante para este medio. Sus primeras experiencias, aunque rudimentarias, fueron el inicio de una carrera que lo llevarían más tarde a otras latitudes.
“Empecé desde los 15 años a dedicarme, digamos de manera amateur (que practica una actividad por placer, como aficionado, y no profesionalmente), al teatro. Vengo de una familia que no tiene contacto con esta rama de las artes escénicas, pero sí con la música. Mi padre, además de ser abogado de profesión, es compositor. Así empecé a estudiar música desde los ocho años; me acerqué a la música folclórica, popular, a estudiar por nota… pero mi gran llamado que me cimbró y enamoró del paisaje teatral fue el encuentro con Daniel Constantini”, sostiene.
“ACÁ ESTAMOS EN LA GLORIA”, DICE FERNANDO SAKANASSI
La formación para ser un actor es un proceso multifacético que combina educación formal, práctica intensiva y crecimiento personal. Recuerda vívidamente la estricta metodología de su mentor, a quien cita como un referente. “Si llegabas un minuto tarde no solo perdías una clase, sino que se te prohibía asistir a tres más”, menciona respecto a Constantini, un veterano director de teatro con más de cuatro décadas de experiencia. Sus mañanas estaban dedicadas a clases de ballet y canto, mientras que las tardes eran para teatro.
—Después de estudiar actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral, viajaste a Europa para estudiar una maestría en la Royal Central School of Speech and Drama, University of London, ¿qué diferencias hay entre estos dos mundos? — preguntamos.
—Los modelos de producción. Gran parte del teatro en México recibe subsidios del Estado, que establece directrices sobre la orientación narrativa de nuestros proyectos. Dado que se trata de fondos públicos, y esto es más una interpretación como gestor cultural que como actor, al Estado le interesa que se aborden temáticas relevantes para la sociedad. Los creadores, a lo largo de muchos años, hemos desempeñado la labor de denunciar, de señalar los problemas abordando temas de género e inclusión, entre otros.
“En Londres me di cuenta de que los fondos gubernamentales son muy limitados, y solo unos pocos proyectos reciben apoyo. Es curioso, acá estamos en la gloria. Aunque allá existen fondos, el teatro se enfoca principalmente en el entretenimiento. Entonces, ¿quién invierte? Son los productores privados”, añade.
UN REGALO DE LA VIDA
Según estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), solo 8 por ciento de la población mexicana asistió a una obra en 2022; esta cifra subraya la necesidad de revitalizar y promover esta forma de arte entre el público en general. De acuerdo con historiadores, Londres tiene una rica tradición teatral que se remonta a varios siglos, con instituciones icónicas como el Globe Theatre de Shakespeare y el West End, conocido por sus producciones de alta calidad.
México, por su parte, se ha desarrollado en un contexto diferente, con influencias indígenas, coloniales y contemporáneas, utilizado a menudo como una herramienta de resistencia social y cultural.
—¿Por qué tienes como guía a Declan Donnellan?
—Fue mi maestro. Me becó para tomar unos cursos con él. He estado muy de cerca de su producción en los últimos años en inglés, francés, ruso, italiano y español. Asesoró el montaje de Romeo y Julieta que codirigí con Karla Constantini de Teatro Nómada en colaboración con la Compañía Nacional de Teatro. Ha sido un mentor fundamental para construir mi manera de ver la actuación.
¿Prefieres actuar o dirigir una obra? ¿Cuál de las dos te apasiona más?
—Estudié actuación tres veces y en cada una aprendí cosas distintas. Entrar a la Compañía Nacional (enero de 2023) fue un regalo de la vida. En mi primer año de residencia tuve 11 proyectos distintos, desde poemarios hasta melodramas, comedias y obras complejas. Puedes diversificar tu trabajo; todas las herramientas de mis años de experiencia al servicio de las obras de teatro.
“Cuando tú gestionas tus propios proyectos te toca actuar una obra nueva cada tres años porque tienes que gestionar, poder pagarle a todo el mundo. Sin embargo, me he especializado tanto en el terreno de la actuación que no llevarlo a cabo en la vida profesional era como una deuda que yo tenía conmigo mismo; estudié una carrera técnica de cuatro años en actuación, una licenciatura en actuación y luego tengo una maestría en lo mismo”, dice.
TEATRO NÓMADA
En 2008, Fernando Sakanassi fundó Teatro Nómada, primero constituido como colectivo y ya posteriormente bajo el título de compañía. Entre sus producciones destacan París detrás de la puerta y Berlín en el desierto, de Daniel Serrano; Escenas de una mentirosa y su perro, de Gennifer Choldenko; además de Escurrimiento y Anticoagulantes, de David Gaitán, y El amor de las luciérnagas, de Alejandro Ricaño, dirigida por Daniel Constantini.
Gracias a su obra Juana Inés: paráfrasis de sí misma, obtuvo el Primer Premio Internacional de Creación Escénica DespertaLab en Barcelona (2017), así como una Mención Especial en el Certamen Internacional de Teatro Clásico de Almagro (2018). Esta historia representa una pieza llena de evocaciones e intertextos sesgada por la música y danza tradicional mexicana. Al compás del son jarocho, los espectadores acompañan a Sor Juana Inés de la Cruz en un vertiginoso viaje erótico y sensorial, explorando la condición de ser mujer en diferentes épocas y lugares.
“Teatro Nómada tendrá una residencia internacional en Suecia, también habrá un proyecto en Nueva York para los próximos años”, adelanta.
“LOS EMPEÑOS DE UNA CASA”, OBRA MÁS RECIENTE DE FERNANDO SAKANASSI
Fernando ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su quehacer artístico como actor y productor en distintas muestras y festivales avalados por la Secretaría de Cultura. Actualmente se desempeña como docente y coordinador de carrera en el Centro de Estudios Cinematográficos (CEC). Su área de experiencia es la docencia del arte de la actuación para distintos medios (cámara, escena), potencialidades expresivas desde el cuerpo, la voz y la creación escénica en dispositivos de creación experimental.
Hoy en día también actúa en Los empeños de una casa, de la Compañía Nacional de Teatro, que recientemente se estrenó en el marco del 90 aniversario del Palacio de Bellas Artes y que estará hasta el 20 de julio en el Teatro Del Bosque Julio Castillo, en la Ciudad de México.
“Es una versión y dirección de Aurora Cano, que al mismo tiempo es la directora artística de la Compañía Nacional. Es muy interesante porque no se encuentran registros de que haya una producción de la Compañía, no colaboraciones, sobre un texto de Sor Juana y me parece muy reivindicativo porque es nuestra gran dramaturga; es un personaje extraordinario”, concluye este jalisciense de 35 años. N