El combate comienza y termina con un abrazo. Los pobladores se trenzan en un ritual a puño y patada limpia conocido Takanakuy, el club de la pelea de los Andes peruanos que se recrea en los extramuros de Lima.
Al estilo de la película Fight Club (1999), antes de que comiencen los duelos, los hombres se despojan de las testas disecadas de aves, zorros y cabras que llevan sobre sus propias cabezas como símbolo de fuerza o para atraer la suerte.
Son en su mayoría oriundos Chumbivilcas, una provincia del departamento de Cusco, que radican en San Juan de Lurigancho, al noreste de la capital peruana. En el mismo ruedo a cielo abierto, donde dentro de poco volarán los puños de un lado a otro, hubo baile y bebida.
Ataviados en trajes típicos o luciendo chaquetas y botas de cuero, los hombres y las mujeres se juntaron en torno a la Huaylía, una tradicional danza de los Andes. La fiesta, sin embargo, terminará en pelea. Todo forma parte del Takanakuy, voz quechua que significa golpearse mutuamente.
Es una tradición que se remonta a la época de la colonia española cuando los esclavos se peleaban entre ellos y que terminó convirtiéndose en un ajuste de cuentas entre vecinos en lugares donde no había autoridad.
EL TARANKURY ES PARA TERMINAR EN PAZ EL AÑO
Las peleas “antes eran por problemas de terrenos y esta era la forma de resolver los problemas entre familias, entre vecinos”, dijo Froilán Rosas, un peluquero de 33 años, uno de los contendientes. También los duelos se pactan defensa del honor personal o familiar. Actualmente, pueden sumarse hombres que no pertenecen a la comunidad, incluso extranjeros.
El Takanakuy se realiza todos los años cada 25 de diciembre en las regiones andinas del Cusco, Apurímac, Huancavelica y Arequipa. También es costumbre en los Andes bolivianos. El propósito de la fecha es terminar en paz el año, explican los pobladores. En algunas regiones andinas se realiza el Warmi Takanakuy, que solo es entre mujeres.
Se pausa la fiesta y comienzan los combates. Un luchador reta a otro por su primer nombre y apellido. Si este no acepta, puede proponer a un representante suyo.
Antes de salir al ruedo, algunos sin camisa, los hombres se vendan las manos con telas y cambia su calzado por botas. En este club de la pelea andino, los duelos suelen ser breves, de no más de un minuto, solo se permiten los puños y las patadas. Hay cuatro jueces que deciden al ganador y un árbitro dirige la pelea.
“Este es un acto ritual. Se comienza con un abrazo y después de pelear, se termina con un abrazo”, explica Julio Boza, de 72 años, uno de los organizadores.
EL CLUB DE LA PELEA ES UNA AFICIÓN ENTRE JÓVENES
Ante todo, explica el corpulento hombre, “es un medio de resolver todo (los problemas y rencillas) que hemos hemos tenido en el año. Este es el momento para resolverlo”.
Esta vez fueron 10 peleas que congregaron decenas de aficionados. Entre los luchadores figuró un entusiasta rumano, que se animó a pelear tras retar a un poblador local. El caucásico, que vestía una camiseta de la selección peruana de fútbol con el nombre del ídolo Paolo Guerrero, ganó su pelea.
Si bien antes el Takanakuy se organizaba por rivalidades, hoy responde más a una afición entre jóvenes. “Como somos muchachos queremos medirnos en fuerza, (saber) cómo estamos. Y más que todo es por la sangre que uno lleva también lo llama a la fiesta”, señala Omar Huachaca, un comerciante de Cusco de 30 años. N
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