La escala y la brutalidad del terrible ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre, en el que al menos 1,300 hombres, mujeres y niños israelíes fueron cruelmente asesinados, ha provocado, comprensiblemente, una enorme avalancha de simpatía y solidaridad con Israel en todo el mundo, particularmente en Estados Unidos, Europa y otras naciones occidentales. Mientras tanto, los palestinos en Gaza también están muriendo en cantidades inquietantemente grandes.
En respuesta al ataque terrorista masivo, Israel llevó a cabo un bombardeo aéreo masivo sobre Gaza, el más devastador que jamás haya visto el enclave asediado. Ya han muerto más de 11,000 palestinos y decenas de miles han resultado heridos. Barrios enteros resultaron arrasados y ha habido más de un millón y medio de desplazados internos.
Y, sin embargo, no ha habido una manifestación similar de simpatía por los palestinos. De hecho, las potencias estadounidenses y europeas se resisten a los llamados formales a un alto al fuego o incluso a las expresiones de preocupación por los civiles palestinos, con lo que efectivamente dan luz verde a Israel para realizar su operación militar como mejor le parezca.
MUESTRAS DE SOLIDARIDAD CON LOS PALESTINOS SE CONSIDERAN INACEPTABLES
Incluso la decisión de Israel de cortar todos los suministros de agua, alimentos, médicos y de combustible a Gaza —considerado un grave crimen de guerra según el derecho internacional y algo que los funcionarios occidentales han denunciado en otros lugares como “actos de puro terror”— no provocó protestas de los gobiernos occidentales, e incluso se le defendió ocasionalmente.
Es más, las muestras públicas de simpatía o solidaridad con las víctimas palestinas se consideran inaceptables y son ampliamente condenadas como “insensibles” o incluso proterroristas por parte de oficiales electos estadounidenses. En el ambiente “juego de suma cero” [en el que la pérdida de un lado es igual al beneficio del otro] que se vive en la política estadounidense, solo las víctimas israelíes son dignas de ser reconocidas.
El mensaje es claro: las vidas, el sufrimiento y la humanidad de los palestinos son menos dignos que las vidas, el sufrimiento y la humanidad de los israelíes. Esta incapacidad básica de los funcionarios estadounidenses y de otros países occidentales por expresar empatía con los palestinos o reconocer su sufrimiento es a la vez alarmante y peligrosa, dado lo que Israel es capaz de hacer y ya está llevando a cabo sobre el territorio.
¿“SALVAJES” QUE “TIENEN QUE SER ERRADICADOS”?
El presidente Biden en particular, cuya solidaridad sincera y sentida con los israelíes es palpable, ha brillado por su incapacidad para expresar algún tipo de empatía hacia los palestinos, algo que incluso George W. Bush hizo durante los peores días de la Segunda Intifada. Más alarmante aún es la retórica deshumanizadora e incluso genocida de los líderes republicanos para “nivelar el terreno” o referirse a los palestinos como “salvajes” que “tienen que ser erradicados”.
El hecho de que los ataques ocurrieron en el contexto de la profunda violencia estructural de un asfixiante bloqueo de 16 años y 56 años de ocupación militar israelí (y todas las indignidades y privaciones que conllevan) se descartan como irrelevantes, en el mejor de los casos, o como una ambigüedad moral en el peor de los casos.
De hecho, se nos dice que no existe una “equivalencia moral” cuando se trata de la matanza de inocentes y el derecho básico a la autodefensa. Si bien esto es cierto en principio, las determinaciones de lo que se considera o no “moral” generalmente se basan menos en las acciones de las partes que en sus identidades. Por lo tanto, en palabras de Biden, “los terroristas… atacan deliberadamente a civiles”, mientras que democracias como Estados Unidos e Israel “respetan las leyes de la guerra”.
LOS ISRAELÍES SON “INCAPACES” DE COMETER ATROCIDADES
En otras palabras, los israelíes, a diferencia de los palestinos, son incapaces de cometer atrocidades en virtud de quiénes son —una idea ahistórica y fundamentalmente racista; además, la autodefensa no es ilimitada— como podemos constatar por el propio historial de Israel durante este y otros conflictos anteriores; incluidos los bombardeos indiscriminados, el desprecio irresponsable por los civiles, el uso de armas prohibidas y otros crímenes de guerra.
El ambiente actual es especialmente propicio para que sucedan atrocidades, dada la intensidad sin precedentes del actual ataque de Israel contra Gaza y la retórica incendiaria de un liderazgo político y militar israelí motivado por una combinación de trauma, humillación y un deseo declarado de “venganza”.
Cuando el ministro de Defensa israelí se refiere a dos millones de palestinos en Gaza como “animales humanos”, cualquier cosa se vuelve posible. Del mismo modo, las amenazas de los dirigentes de Israel de convertir a Gaza en una “isla desierta” o de que “Gaza será una ciudad de tiendas de campaña” deben tomarse en serio, sobre todo cuando Israel tiene los medios y los motivos para cumplirlas.
La falta de indignación por la reciente orden israelí de evacuar a toda la población del norte de Gaza (más de un millón de personas) hacia el sur de la franja, que muchos ven como un paso hacia la expulsión masiva y un preludio para cumplir la promesa de “allanar” Gaza, reafirma la idea de los palestinos como un conjunto de seres humanos “inferiores a”.
NO DEVALUAR LA VIDA Y SUFRIMIENTO DE LOS PALESTINOS
Los funcionarios estadounidenses y europeos que se ven a sí mismos como defensores de los valores liberales e igualitarios sin duda se irritarán ante la sugerencia de que dan mayor valor a algunas vidas que a otras. Pero, ¿de qué otra manera podemos explicar la indiferencia de Estados Unidos y la Unión Europea ante el uso del hambre como arma por parte de Israel, o su capacidad para tolerar la muerte violenta de 500 niños bajo la bandera anónima de “daños colaterales”? ¿O a un cerco de 16 años que, según las Naciones Unidas, ha hecho que Gaza sea “inhabitable”?
O la facilidad con la que los medios y funcionarios estadounidenses y occidentales difundieron, sin cuestionarse, afirmaciones escandalosas (y falsas) sobre bebés decapitados; incluido el propio presidente de Estados Unidos.
Sin embargo, la compasión y la empatía no son elementos de un juego de suma cero. Es posible llorar y honrar a los cientos de mujeres, niños y hombres israelíes muertos o heridos en el brutal ataque del 7 de octubre sin devaluar simultáneamente las vidas, el sufrimiento y la humanidad básica de los palestinos. De hecho, cualquier respuesta eficaz a la crisis actual exigiría que así lo hiciéramos. N
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Khaled Elgindy es director del Programa sobre Palestina y Asuntos Palestino-Israelíes del Instituto de Oriente Medio, y profesor adjunto de Estudios Árabes en la Universidad de Georgetown. Las opiniones expresadas en este artículo son propiedad del autor. Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek.