Cuando en un rincón de casa abandonamos aquella computadora porque ya es muy lenta o el teléfono al cual renunciamos por uno más moderno, lo que en realidad estamos haciendo, con esta acumulación de chatarra electrónica, es desaprovechar una oportunidad de dimensiones descomunales de beneficiar al medioambiente.
Si en nuestra vida estuviera bien arraigada la cultura del reciclaje, el planeta sería el principal beneficiado. Meditemos en esto: si en lugar de abandonarlos en un rincón llevamos la computadora y el teléfono a un centro de reciclaje especializado en chatarra electrónica, personal experto se encargará de desensamblar cada dispositivo para recuperar las materias primas: metales ferrosos, cobre, aluminio, plásticos, vidrio, acero, tornillos, etcétera, para procesarlos y recuperarlos como materia prima reciclada que se reincorporará en nuevos ciclos productivos.
Eso, por un lado. Por el otro, el mismo personal especializado someterá los mismos dispositivos a un procedimiento de desarmado para recuperar partes, componentes y refacciones que se puedan reusar. En la mayoría de las ocasiones, de los aparatos se puede recuperar un ventilador, un motor, una tarjeta electrónica, un soporte, y esas piezas se utilizan como refacciones para otros productos o para desarrollar nuevos proyectos.
Es decir, la computadora y el teléfono abandonados se recuperarían al máximo y no terminarían enterrados en un bote de basura, de donde fácilmente pueden brincar a rellenos sanitarios o lotes baldíos y ocasionar incendios, inundaciones, contaminación del subsuelo o infecciones en el ambiente.
Ahora imaginemos el mismo ejemplo, pero a las computadoras y teléfonos sumemos impresoras, cables, cargadores, teclados, televisores, controles, servidores y todos aquellos dispositivos que utilizan una tarjeta electrónica, y escalémoslo a niveles industriales.
NIVELES DESCOMUNALES DE DESECHOS
Y ya no pensemos solo en lo que tenemos abandonado en un rincón de casa, sino en las toneladas de chatarra electrónica que diariamente generan las empresas de todo el planeta. Desde luego, los beneficios del reciclaje serían inconmensurables.
“La realidad es que la chatarra electrónica es hoy un gravísimo problema para el medioambiente y la sociedad”, opina Lorenzo Martínez Gómez, doctor del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM. “La chatarra electrónica abandonada en tiraderos o rellenos es arrastrada por lluvias y vientos, transportando una variedad de elementos químicos tóxicos que eventualmente se filtrarán, envenenando los mantos freáticos, los suelos y el aire”.
De acuerdo con el especialista, quien ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Ciencias y Artes y el Premio de Ciencia y Tecnología de la Organización de Estados Americanos, los elementos químicos más nocivos presentes en la chatarra electrónica son el mercurio, plomo, cadmio, bromo y cromo.
“El mercurio y el bromo, por ejemplo, son componentes químicos de lámparas fluorescentes y pantallas planas; el cadmio se encuentra en celdas solares, tarjetas electrónicas y semiconductores; el plomo, en el tubo de rayos catódicos de las televisiones antiguas y en las soldaduras; el cromo en los recubrimientos anticorrosivos, etcétera”, añade el experto.
Y explica que, al problema del abandono de la chatarra electrónica en tiraderos, “se suma que en el seno de dichos tiraderos prolifera el trabajo informal de millones de trabajadores sumamente pobres que mediante métodos muy rudimentarios y ayudados por reactivos tóxicos extraen metales y concentrados agravando el impacto ambiental de estos tiraderos y, desde luego, dañando seriamente su salud”.
REPROCESAR LA CHATARRA ELECTRÓNICA
Por ello, a partir de contar con una recolección bien organizada, se puede generar una variedad de nichos para reprocesar la chatarra electrónica. Aparte de evitar la contaminación directa en los tiraderos, el reciclado reduce la presión sobre la expansión de la minería. Cada kilogramo de metal recuperado de estos desechos puede ayudar a la reducción de 5,000 toneladas de material extraído de las minas y evitar la emisión de muchas toneladas de CO2 producto de la actividad minera.
De acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor de México, en 2019 solo se recuperó y recicló, en el mundo, el 17.4 por ciento del oro, plata, cobre, platino y otros metales que se hallan en los residuos electrónicos. Ello significa que se tiraron materiales de un valor estimado en 57,000 millones de dólares, una suma superior al producto interno bruto de la mayoría de los países.
En México, cada año se generan más de 1.1 millones de toneladas de residuos eléctricos y electrónicos, añade la dependencia. De estos, 6 por ciento cuenta con materiales altamente contaminantes como metales pesados, baterías y plásticos con retardantes de flama que provocan graves daños a la salud y al medioambiente.
Durante los días de pandemia, en el teletrabajo y la educación a distancia, aumentó considerablemente el consumo de televisiones, computadoras y teléfonos móviles. La Asociación Mexicana de Venta Online reportó un incremento de hasta 75 por ciento en ventas de computadoras de escritorio y portátiles durante el “Hot Sale” de 2020, en comparación con el de 2019.
LA RESPONSABILIDAD DE LAS EMPRESAS
Sin embargo, no toda la responsabilidad recae en los consumidores de los dispositivos electrónicos, sino también en los fabricantes, pues algunos de los materiales que utilizan en la confección de los aparatos son imposibles de reusar.
“Algunos aparatos están mal diseñados de origen y no se pueden reciclar, no es posible recuperar todos sus componentes de manera correcta”, exhibe Álvaro Núñez Solís, fundador de Recicla Electrónicos México (Remsa), empresa dedicada al reciclaje de equipos electrónicos y productos obsoletos. “O sea, hay electrónicos, por ejemplo, que traen combinados tres o cuatro tipos de plástico en la misma carcasa. Ese plástico resultante no lo puedes mezclar con otro porque ya no sirve, luego de molerlo y triturarlo no lo puedes inyectar en otra pieza. Eso no depende de nosotros, como recicladores realmente no tenemos nada que hacer porque así viene de fábrica”.
Por eso, hoy en día los fabricantes están tomando cartas en el asunto para rediseñar sus productos y que sean más fácil de reciclar y reusar, según apunta Núñez Solís consultado por Newsweek en Español: “Porque también hay otro tema muy importante: las materias primas cada vez son más difíciles de conseguir y son más caras, pues el tema del cambio climático nos está pegando fuerte por la extracción de tantos recursos naturales no renovables. Entonces, creo que la filosofía de los fabricantes va hacia allá: reciclar y recuperar lo más que se pueda de materias primas”.
BATERÍAS DE AUTOS ELÉCTRICOS
En la última década, el aumento de las ventas de automóviles eléctricos ha sido impresionante. Si en 2012 existían en el mundo 134,000 autos de este tipo, hoy en día la cifra rebasa los 10.5 millones de unidades, de acuerdo con Statista, un sitio especializado en estadísticas.
La novedad de los vehículos eléctricos consiste en que son impulsados por un motor alimentado por una fuente de energía eléctrica. En este sentido, la tecnología más socorrida es la de las baterías de iones de litio, cuya media de vida es de ocho años. ¿Pero luego qué hacer con esas baterías de litio?
“En Remsa hemos desarrollado proyectos importantes. De hecho, nuestras instalaciones, en Querétaro, operan 100 por ciento con energía renovable, pues ponemos paneles solares y la almacenamos en módulos de baterías de litio de autos eléctricos”, responde Álvaro Núñez, un ingeniero industrial y de sistemas a quien tomaron de a loco cuando, a principios de los años 2000, contó su idea de crear la primera empresa de reciclaje de electrónicos en México (incluso le dijeron que para qué había estudiado una ingeniería si iba a terminar siendo pepenador de basura). “Entonces, somos una prueba viviente: en todos nuestros procesos de reciclado y reúso utilizamos 100 por ciento de energía renovable almacenada en baterías”.
Aunque generalmente se cree que lo que más contamina de las baterías de litio es el número de recargas que recibe a lo largo de su vida útil por la gran cantidad de energía eléctrica que se consume, realmente la mayor contaminación se genera durante su fabricación, explica el experto.
EL FUTURO DE LAS BATERÍAS
“La extracción de los materiales y de las materias primas que conforman la batería es lo que más contamina. Entonces, si a una batería que ya estuvo diez años en un auto logramos sacarle otros diez años funcionando como un sistema para almacenaje de energía en una casa, la huella ambiental será mucho menor”, añade.
Y lo mismo sucede con las baterías de computadoras portátiles y de teléfonos móviles: “Cuando las baterías de auto, laptop o teléfono ya no dan la vida útil que necesitas, una vez que llegan a nuestra planta son probadas y desensambladas para recuperar las celdas que todavía tienen potencial de uso. Existen diferentes tipos de proyectos donde se ocupan baterías que todavía tienen 80, 60 o 40 por ciento de vida. Por ejemplo, en lo educativo sirven para temas de mecatrónica, robótica y electrónica básica. También se pueden usar en una lámpara de emergencia, en una bocina bluetooth, en un ventilador con unidad autónoma de energía. Los usos son múltiples”.
¿Y qué sucede cuando esas baterías de plano ya no sirven para nada? Álvaro Núñez explica que México enfrenta un gran desafío a ese respecto, pues se requiere recuperar los materiales que conforman la batería y el país no cuenta con una refinería que pueda hacerlo.
“Pero estimo que, en los próximos años, dada la llegada y fabricación de más y más coches eléctricos y la instalación de plantas que fabriquen también baterías, va a ser muy factible que en el corto plazo encontremos dónde reciclarlas”, concluye el presidente de Remsa. “Hoy eso es sumamente interesante, digamos que la industria está a la expectativa de una planta de esa naturaleza”. N