“¿Usted tendría como pareja a una persona con discapacidad?”, preguntó Laurelin Alvarado, psicóloga colombiana y creadora de contenido, en uno de sus videos disponibles en TikTok. Salir a una cita es un acto emocionalmente arriesgado para cualquiera, pero cuando se tiene alguna diversidad funcional resulta desafiante y objeto de críticas debido al estigma social.
En el caso de Laurelin, la peor parte de mantener una relación con alguien sin discapacidad sucede cuando felicitan o llaman “héroe” a su contraparte por estar con ella, una mujer de 30 años con osteogénesis imperfecta (OI).
Desde su niñez, la silla de ruedas scooter eléctrica es su medio de transporte para moverse a cualquier punto. Este trastorno genético, también conocido como huesos de cristal, se caracteriza porque los huesos se quiebran fácilmente sin razón aparente. También puede causar músculos débiles, dientes quebradizos, columna desviada y pérdida del oído.
Antes de conocer a su expareja, con quien mantuvo casi seis años de relación, ella calificó como inalcanzable el amar y ser amada. En términos de percepciones sociales, la mayoría asume que las personas con discapacidad no tienen derecho al placer y goce de su sexualidad, a decidir sobre su cuerpo con autonomía.
AL PRINCIPIO HABÍA PREJUICIOS
“Conocí a mi exnovio en la universidad, él era un compañero. Al principio había prejuicios, en primer lugar, por la notoria diferencia física. Cuando salíamos juntos, muchas veces lo felicitaban por estar con alguien como yo. Sin embargo, cuando aceptas y asumes tu condición, demuestras que también valemos como personas y tenemos derecho a distintos disfrutes”, relata Laurelin Alvarado en entrevista con Newsweek en Español.
Aunque no desea tener hijos, dice que sí le gustaría casarse. “No somos niños eternos, ni su obra de caridad”, sentencia la creadora de contenido con más de 220,000 seguidores en su perfil @lasdelosperritos_ de TikTok.
De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), el 15 por ciento de la población mundial vive con una discapacidad. Sin embargo, los jóvenes con alguna diversidad funcional son más vulnerables a la violencia.
Según Michelle León, especialista en sexología clínica y psicoterapia, la falta de educación afectiva-sexual imposibilita a las personas con discapacidad tener espacios, tiempos y formas para que puedan expresarse, interactuar y disponer de su intimidad.
“La inexistente educación sexual impide que desarrollen una sexualidad saludable. Erróneamente, no se considera que necesiten información sobre su salud y derechos reproductivos”, resalta.
“ME HICE LA VASECTOMÍA”
Diego Rodríguez, de 28 años, es periodista y tiene síndrome de asperger, un trastorno dentro del espectro autista que afecta a siete de cada 1,000 personas en el mundo.
Desde la primaria, sufrió discriminación por su dificultad para la interacción social, pocas expresiones faciales y otras peculiaridades. A pesar de ello, destacó académicamente y logró ingresar en la UNAM para estudiar periodismo. Durante su trayectoria como estudiante en él surgió una gran incertidumbre: “¿podré formar una familia?”.
Entre los desafíos que enfrentan las personas con asperger está el comprender los sentimientos o expresar los propios, dificultad para entender el lenguaje corporal, evitar el contacto visual, no poder interactuar y, en ocasiones, hablar de forma inusual. Todo esto conllevó en Diego un reto para tener pareja.
El hecho de resultarle atractivo a una mujer era un ideal irrealizable, utópico. Mientras todos sus compañeros ya iniciaban su vida sexual, él estaba ajeno a cualquier interacción. Y, un día, la soledad superó sus esperanzas de enamorase de tal forma que terminó por realizarse la vasectomía, un método anticonceptivo mediante el cual se cortan los conductos deferentes que llevan los espermatozoides.
DECIDÍ NO TENER HIJOS
“Era muy marginado por todos, incluso por mi familia, con el autismo creen que no puedes hacer nada. Al desarrollar mi sexualidad con limitantes, no tener a nadie ni considerarme guapo, decidí no tener hijos”, dice.
Ahora Diego espera acabar con la idea errónea de que a las personas con diversidad funcional se les debe tratar como seres asexuados. Hace unos meses conoció a Sandra, su actual pareja y con quien junto a su hija ya forman familia. Aunque no es su hija biológica, en él despertó la paternidad que mantenía oculto bajo el rechazo.
“Sandra, con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), pasó de ser mi amiga a pareja en cuestión de minutos. Me vinculé tanto con su hija que ya hasta me dice ‘papá’ y eso me emociona”, comparte.
MATRIMONIO Y CRIANZA
Adriana Macías es una abogada, conferencista y escritora mexicana, de 44 años, que no utiliza las manos para plasmar sus creaciones en papel, sino sus pies. Aunque nació sin brazos, tuvo una infancia feliz, aun cuando sus padres desconocían cómo cuidar y educar a una persona con discapacidad. Su perseverancia, aunada a su destreza con las letras, la han llevado a publicar cuatro libros con más de 10,000 ejemplares vendidos.
En su libro Enamórate de ti: amate, reencuéntrate y vuelve a empezar, interioriza que, para compartir nuestra vida con una pareja, primero debemos estar con uno mismo.
“No te fijes en cuántas veces has llorado o fracasado, es tiempo de renacer y continuar”, se lee en el texto. Sin embargo, su éxito también parte de desilusiones, depresiones y de superar debilidades. En 2001 estuvo a punto de casarse, pero su novio canceló la boda por su condición.
“¿Sabes qué? Lo pensé bien y no me quiero casar con una persona con discapacidad, ¿qué tal si mis hijos nacen como tú?”, fueron las palabras que marcaron a Adriana.
UNA INSEGURIDAD ENORME
Por el hecho de no tener extremidades, vivía con una inseguridad enorme cuya sensación era estar en deuda con todas sus parejas, entre agradecimientos por aceptar salir con ella y pagar cuentas. En medio de esa tristeza, comenzó con un proceso de aceptación y autoconocimiento. Volvió a enamorarse, se casó y tuvo una niña.
“En un momento de mi vida sí me sentí menos mujer, tomando decisiones desde el miedo a quedarme sola. A las personas con discapacidad nos ven como un ángel, pero este no tiene pareja ni sexualidad. No lo aterrizas en este plano terrenal. Por eso se conflictúa ver emocionada a la persona físicamente por alguien”, detalla.
Contrario a las limitaciones que se esperaban, Adriana amamantó, dio biberón, bañó y cambió los pañales a su hija. “Para mí no fue sencillo, estuve en tratamiento para ser mamá por ocho años. Cuando nació estaba aterrada, ahora yo era la responsable de otro ser humano”, comenta.
“DESEABA RECHAZARLO”
La historia de la deportista Amalia Pérez se remite a la búsqueda de mayores éxitos y seguir alzando la voz por su deporte. Hace dos años sumó su sexta medalla paralímpica en Tokio 2020 y es considerada una de las mejores atletas paralímpicas del mundo. Gracias a la disciplina de powerlifting, ha competido en países como Australia, Reino Unido, Japón, Egipto, Turquía, España y Brasil.
Amalia padece artrogriposis múltiple de nacimiento, una condición que se caracteriza por la limitación congénita del movimiento articular. De 49 años, trabaja bajo la supervisión de su entrenador, Enrique Alvarado, con quien tiene una hija de 18 años. A pesar de aceptar a su pareja como compañero de vida, fue una situación que ella no ansiaba.
Otro de los estigmas que prevalecen en la sociedad es el de la hipersexualidad en las personas con diversidad funcional. Mito que rompió esta atleta con su historia. La hazaña del ejercicio físico la mantuvo siempre enfocada en su objetivo de representar a su país.
“Antes de practicar powerlifting, nadé y jugué basquetbol. Mi mayor interés era ser algún día protagonista de mi deporte. No pensaba si era bonita o atractiva, menos en una relación marital. Por eso, cuando alguien se acercaba a mí, lo que yo quería era rechazarlo”, recuerda.
Antes de formar una familia, una de sus parejas le propuso matrimonio, pero una vez casados tenía que dejar de competir. Ella rechazó tal ofrecimiento; el estar en silla de ruedas y tener una discapacidad no iban a frenar su ímpetu de participar.
“Ningún ser humano debe bloquearse por los prejuicios. Entrené hasta los ochos meses de embarazo, me alivié y seguí compitiendo para demostrar que mi deporte es de alto rendimiento y mucho esfuerzo”, concluye. N