De un laboratorio en Texas a una nominación al Premio Nobel
Maria Elena Bottazzi: La científica creando una vacuna para el mundo
De un laboratorio en Texas a una nominación al Premio Nobel
La doctora Bottazzi ha dedicado su vida al estudio de la microbiología, una trayectoria que le otorgó a ella y al doctor Peter Hotez, con quien codirige el Centro para el Desarrollo de Vacunas de Texas Children’s Hospital, una nominación al Premio Nobel de la Paz del presente año. Esto se debe al desarrollo de CORBEVAX, una vacuna contra el COVID-19, que al no tener patente facilita su producción a gran escala y su accesibilidad a bajo costo.
Durante décadas, su equipo de investigadores ha trabajado para ayudar a detener la propagación de enfermedades infecciosas. Desde sus laboratorios en Houston, nos comparte con emoción que hoy en día el alcance de este compromiso es más evidente que nunca, debido a que a través de CORBEVAX más de 34 millones de niños han sido inmunizados en la India, y 17 millones de ellos han recibido una segunda dosis de la vacuna.
—¿Por qué se decidió por una carrera en el área biomédica?
—Desde muy pequeña sabía que tenía qué hacer algo para ayudar; me crié en Tegucigalpa, Honduras, con una familia de agricultores y ganaderos que emigraron de Italia. Visitábamos frecuentemente una finca en las áreas rurales del país y esto me permitió conocer las realidades del campo de Honduras, en donde la pobreza es muy prominente. Esta experiencia me motivó a buscar soluciones para el bienestar de los más vulnerables, a través de la ciencia.
Al principio quería ser médico, pero más tarde descubrí que hay otras áreas que son de igual o mayor importancia, porque los médicos necesitan ayuda de otras disciplinas. Decidí estudiar microbiología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, y fui desarrollando una pasión por la investigación y la búsqueda de soluciones, lo que me que llevó a realizar un estudio sobre enfermedades parasitarias que afectan el cerebro, causando impactos neurológicos como epilepsias. En esa época, una persona de escasos recursos en un hospital mental psiquiátrico no tenía manera de detectar si su epilepsia se debía a un parásito, por lo que desarrollé una metodología de diagnóstico sencilla que permitía identificar estos casos a bajo costo, facilitando el tratamiento correcto. El éxito de este estudio despertó mi interés por el área de la medicina tropical, que es mi especialización.
—¿Qué retos encontró al emigrar a los Estados Unidos?
—Al venir de una universidad Hondureña, que casi nadie conocía, me preguntaba si mi educación iba a ser suficiente para competir con estudiantes graduados de universidades americanas. Pero, pronto me di cuenta que mi experiencia, sobre todo el haber vivido en el campo, me daba muchas ventajas, porque mi contacto con la microbiología estaba aplicado a mi trabajo con parásitos y bacterias, los que mis compañeros solo habían visto en diapositivas. Ellos no conocían la microbiología en la práctica. Además, hablo varios idiomas y el ser italiana y hondureña me da un entendimiento cultural más profundo.
Al principio no fue fácil, pero mi familia siempre me apoyó y mis mentores me enseñaron que el éxito es independiente del género, es independiente también del país que uno proviene. Desafortunadamente, a veces nos rodeamos de quienes nos limitan, en lugar de quienes nos motivan. Es importante conocer nuestras capacidades para luchar con obstáculos, tales como el síndrome del impostor, que es tan común cuando dudamos de nosotros mismos.
—¿Cómo surgió CORBEVAX?
—Tuve la gran suerte de encontrar a Peter Hotez, quien es mi aliado en la ciencia. Desde el inicio de nuestra colaboración nos enfocamos en las enfermedades que no tienen mucho potencial en el área comercial y que, por lo tanto, no son de interés para las grandes farmacéuticas. Estos proyectos, que nadie quiere trabajar, no tienen gran remuneración económica, pero hay una remuneración en cuanto a la salud global. Ahora, el ejemplo perfecto es nuestra experiencia con CORBEVAX. En nuestro laboratorio empezamos a trabajar con el coronavirus desde el 2011, porque aunque ya existían estudios extensos sobre el SARS y el MERS, esta área estaba desatendida. Decidimos desarrollar prototipos de vacunas, porque sabíamos que posiblemente iba a haber otro coronavirus y teníamos que estar preparados.
Al principio fue muy difícil, porque no contábamos con los presupuestos multimillonarios de las grandes corporaciones, pero buscamos soluciones creativas; y con una diversificación que incluía un portafolio financiero, fundaciones, individuos, y hasta entidades no tradicionales, como por ejemplo Tito’s Vodka, se reunió lo necesario para fondear el proyecto. Hemos recaudado aproximadamente 7 millones de dólares desde el 2020 hasta el día de hoy, y esto nos ha permitido continuar con nuestro trabajo.
Por otro lado, desarrollamos excelentes alianzas estratégicas con compañías de manufactura en países en vías de desarrollo. Vimos que hay una gran capacidad en estas regiones, lo que escasea es la oportunidad, porque no se les invita a formar parte del sistema de las multinacionales. Y esto tiene que cambiar. Hay que combatir una mentalidad de colonizados en la que creemos que las innovaciones vienen únicamente de los países desarrollados del norte, y que los demás no tenemos esta capacidad de autosuficiencia. Para esto hay que implementar una filosofía en la que compartir el conocimiento sea la norma, y eliminar barreras que fueron creadas por el hombre y que muchas veces no tienen necesidad de existir.
Como ejemplo, nuestra experiencia en India con la compañía Bilogical E Ltd. ha sido fenomenal, lo que nos ha permitido llevar nuestra tecnología a millones de personas. Con CORBEVAX están produciendo sus propias vacunas, tomando la solución en sus manos como innovadores de primer nivel, y esta oportunidad les ha dado un sentido de control sobre su propio destino, lo cual es maravilloso.
Cuando la gente tiene buena salud vive mejor, prospera y vive más en paz; esa es la intención.
—¿Qué significa para su trayectoria la nominación al Premio Nobel?
—Es algo realmente increíble que no esperábamos, y que surgió por el impacto que ha tenido la decisión de que nuestra tecnología no sería exclusiva, que no tendría barreras. Para CORBEVAX no incluimos una patente que pudiera distraer a nuestros aliados en temas económicos y de negociación. La información es pública, y cualquiera puede tener acceso a ella.
Nuestra recompensa es ver que una tecnología creada e inventada por nuestros científicos, en nuestros laboratorios, finalmente está protegiendo a millones de niños.
Obviamente, también hemos ganado reputación, la gente ahora nos conoce y esto nos ha ayudado a asegurar nuevos fondos de investigación. Aunque nuestro objetivo no ha sido nunca la remuneración económica sí hay otros tipos de remuneración indirectos, pero que no derivan de la venta de nuestra tecnología. Las grandes multinacionales farmacéuticas son muy importantes y todos nos beneficiamos de las soluciones que ofrecen; pero, tal mismo tiempo hay que pensar en un modelo diferente que se enfoque en beneficiar a las personas más vulnerables y a los países más pobres. Todos tenemos algo con que contribuir.
—¿Cuáles son las lecciones principales derivadas del COVID-19?
—Creo que si durante esta pandemia hubiéramos implementado tecnologías de costos más accesibles, seguras y fáciles de escalar, tal vez no hubiéramos tenido la ola de la variante Delta o de la variante Omicrón. La ciencia y la tecnología avanzan tan rápido que lo que tenemos que hacer es trabajar para que las políticas y las regulaciones vayan al mismo ritmo, pero, esto es algo que no hemos logrado todavía. Hay que invertir más en la ciencia, pero también en asegurarnos que haya gente competente en la política de la salud, para que las regulaciones apoyen soluciones rápidas y eficaces.
Por otro lado, hay que seguir desarrollando una diversificación científica, y no asumir que las tecnologías que tenemos hoy en día nos van a servir para todo. El ARNm ha tenido resultados maravillosos, pero también hay que seguir actualizando las tecnologías convencionales, como la de las proteínas recombinantes, de una forma sostenible. Y generar un ecosistema de investigación y desarrollo constante para estar preparados para lo que venga.
—¿Como investigadora, que es lo que más le sorprende del cuerpo humano?
La diversidad. Cada célula de nuestro cuerpo es única. Y esto se traduce en diversidad de pensamiento. Uno de los retos que tenemos como científicos es la comunicación, manejamos conceptos complicados y la biología no es sencilla porque el cuerpo humano es muy complicado.
Pero, compartir esa diversidad y estos conocimientos en un lenguaje que sea claro es importante para que las personas, no importa de dónde vengan, comprendan que la ciencia nos beneficia a todos. N
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek