“Ustedes, los hombres, no lo entienden, ¿verdad?, dijo. Esta es una tierra de mujeres. México es de las mujeres”. Estas líneas forman parte de la novela Ladydi (Lumen, 2014), de la autora mexicanoestadounidense Jennifer Clement, y hoy vuelve a las librerías después de ser el libro en el que la cineasta Tatiana Huezo se basó para dirigir el largometraje Noche de fuego.
Prayers for the Stolen corresponde al título original de la novela escrita en idioma inglés. La obra se realizó gracias a la Beca de Ficción del National Endowment for the Arts (NEA) de Estados Unidos y con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca de México.
De acuerdo con Jennifer Clement, la historia de Ladydi surgió del interés por conocer qué estaba sucediendo con las mujeres en México a partir de la violencia de la que continúan siendo víctimas.
La autora comenzó a investigar la violencia contra las mujeres en el estado de Guerrero a partir de los últimos dos años del sexenio del expresidente Vicente Fox y gran parte del gobierno de Felipe Calderón.
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“Al hacer entrevistas e investigaciones me enteré de que se estaban robando a las niñas en Guerrero cuando ya no había casi hombres”, cuenta Clement a Newsweek México. “Las mamás cavaban un hoyo en sus jardines o milpas para esconder a sus hijas cuando llegaban las camionetas con esos tipos que buscaban niñas para robar”.
Según con el Informe Global sobre Trata de Personas 2020 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), las mujeres continúan siendo las más afectadas en la trata de personas. Tan solo en 2018, por cada diez víctimas detectadas en el mundo cinco eran mujeres adultas y dos eran niñas.
En el mismo informe se señala que los traficantes eligen víctimas que padecen de diferentes circunstancias de vulnerabilidad como ser migrantes indocumentados o personas que se encuentren en situaciones desesperadas para ser empleadas en lo que sea.
“Después de Tailandia, México resulta ser el segundo país en tráfico de niñas y mujeres. Esa imagen, para mí como escritora y poeta, era terrible. Por un lado, veía a estas niñas como conejos en una madriguera, todas con sus corazones latiendo debajo de la tierra, y por otro, como un entierro en vivo. Empecé a imaginar qué sienten esas niñas que están en un hoyo temblando, sabiendo quién sabe dónde las va a llevar el destino”, señala Jennifer Clement.
Es justamente con esa imagen que arranca su obra Ladydi: “Fue a la mamá de Paula a quien se le ocurrió cavar los hoyos. (…) Mi madre decía que el estado de Guerrero se estaba convirtiendo en una guarida de conejos llena de jovencitas escondidas por todos lados”.
Si bien Prayers for the Stolen es una novela que conlleva investigación, la autora explica que decidió narrar la historia a partir de la prosa y la poesía al ser géneros literarios con los que ella se ha desarrollado a lo largo de su carrera.
“Me interesa la poesía, la imaginación, el sueño y el mito. Escribirlo de esa manera me permitió ejercer todas esas cosas que me gustan. Es un libro con un lenguaje muy diferente al lenguaje de periodismo o derechos humanos. El libro tiene un lenguaje más cercano a la poesía”, comenta.
—¿Por qué el cambio en el título de Prayers for the Stolen?
—La verdad es que Ladydi se decidió al final. No fue una decisión mexicana, sino española. No querían tener nada que no tuviera oraciones, rezos, ni nada que el libro pudiera tener [en sentido] religioso, y claro, en el libro, los rezos son irónicos, pero no verdaderos.
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—Desde que iniciaste el libro hasta ahora, ¿has visto algún cambio en las autoridades por hacer algo por las infancias en México?
—No, la verdad es que no he visto ningún cambio. Lo que pasa en el estado de Guerrero creo que no lo sabemos. Para mí fue muy fuerte porque Ladydi salió en julio de 2014 y Ayotzinapa fue en septiembre de 2014. Para mí, en mi vida, siempre están muy ligados esos eventos.
“Después de que salió Ladydi mucha gente me decía que quería ir a esa comunidad y conocer a las mamás. Les dije que no sabía qué pasaba en realidad en esas comunidades, mucha gente ha salido corriendo, muchos muertos, muchos desaparecidos. La situación ya era grave y se volvió cada vez más grave.
—¿Cómo fue la experiencia que viviste al estar en esas comunidades?
—Muy conmovedor. Creo que en la novela se ve claramente que estuve en estas comunidades muy rotas. Comunidades de mujeres donde no hay hombres y creo que es importante señalar que mi libro no es un libro antihombres, es un libro sobre la pérdida de los hombres, de por qué se fueron a trabajar ‘al otro lado’.
“Incluso Rita, la mamá de la protagonista, en un momento dice: ‘Vivir sin hombres es como dormir sin sueños’. Y eso es lo que se siente donde la falta de los hombres es una cosa dramática y dolorosa”.
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—La migración afecta no solo a quienes se van, sino también a quienes se quedan. ¿Hemos avanzado en derechos humanos?
—Mi sensación es que quizás estamos peor. Los feminicidios cada día están peor, ya que los números están al alza. Incluso, la manera en que el presidente habla de manera despectiva de las mujeres. La manera en que no le indigna el asesinato de periodistas es preocupante.
—¿El arte y la literatura son una forma de sanar ante la realidad?
—Es interesante que lo pones como “sanar”, siempre pienso y veo que la literatura tiene la posibilidad de cambiar a un ser humano y cambiar una sociedad. Sí puede llegar a tener ese efecto, no lo había pensado como una cosa sanadora, pero, definitivamente, para mí la poesía es un lugar donde encontrar consuelo.
—¿Qué poemas podrías recomendarnos en este proceso de sanación?
—Voy a ir muy atrás, pero ni modo, creo que todo mundo tiene que leer a Sor Juana Inés de la Cruz. Virginia Woolf en su gran libro Un cuarto propio dice: ¿Dónde están las hermanas de Shakespeare? Se hace esa pregunta y bueno, la hermana estaba en México. Nace Sor Juana diez años después de la muerte de Shakespeare. Ahí está la hermana y creo que hay que leerla mucho más. N