La dermatitis atópica es una enfermedad de la cual hasta hace poco se había entendido solo como un padecimiento que causa afectaciones en la piel, pero ahora se sabe que es un mal crónico que puede atraer consecuencias inmunológicas, además de dañar gravemente la autoestima y calidad de vida de quien la padece.
Comezón intensa, resequedad, agrietamiento, enrojecimiento, sangrado y costras en la piel son algunos de los síntomas de la dermatitis atópica, una de las enfermedades de la piel más comunes y que en México al menos 5 millones de personas la sufren, de acuerdo con datos presentados al Senado en 2018.
Este 27 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Dermatitis Atópica. “Es una enfermedad inflamatoria sistémica, crónica, que se expresa con lesiones en la piel, las cuales se caracterizan por enrojecimiento, descamación, resequedad intensa, comezón de forma importante, y puede asociarse a algunas enfermedades de tipo alérgico como rinitis, sinusitis, conjuntivitis”, señala La Dra. Rossana Janina Llergo Valdez, presidenta de la Fundación Mexicana para la Dermatología.
“Es la enfermedad inflamatoria de la piel más frecuente en los niños. En el 85 por ciento de los casos la enfermedad debuta en los primeros cinco años de edad. En el primer año de vida podríamos decir que un 70 por ciento podría llegar a desarrollar este padecimiento”, añade.
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Por tanto, una de las poblaciones más vulnerables son los infantes. La American Academy of Dermatology ha encontrado que la dermatitis atópica es común en los países desarrollados, donde afecta 15-30 por ciento de los niños y de 2-10 por ciento de los adultos.
Es muy factible que esta enfermedad pueda desaparecer antes de la adultez. Sin embargo, según indica la presidenta de la Fundación Mexicana de la Dermatología, un grupo entre el 3-8 por ciento puede continuar con el padecimiento en la etapa, lo que puede llegar a significar presencia de lesiones que cubran gran parte de la superficie corporal, afectando en gran medida las manos y pies.
Lo anterior explica por qué esta enfermedad no solo tiene efectos en la piel, sino que trae consigo consecuencias psicológicas, así como afectaciones a la vida laboral de quienes la padecen, sobre todo en una etapa adulta.
La Dra. Llergo Valdez añade que existen diversos factores de riesgo que pueden llevar al padecimiento de esta enfermedad, como la genética, disfunción de la barrera epidérmica, mecanismos inmunológicos y desencadenantes ambientales como las alergias.
PREVENCIÓN Y CUIDADOS ESPECIALES
Además, no atender esta enfermedad puede llevar al desarrollo de otras, agrega: “Hay otros padecimientos que también tienen ese mismo tipo de alteración como rinitis, conjuntivitis alérgica, crinosinusitis. En la medida en que se atienda la dermatitis atópica, con un diagnóstico y control indicado, se puede tener una mejor oportunidad evolución”.
Por ello, se recomienda siempre la prevención, en especial si se tienen familiares cercanos que han tenido este padecimiento. “La mejor manera es empezar con cuidados especiales a base de algunos dermolimpiadores que se utilizan al momento del baño y que tienen calidad emoliente, que van a mantener el pH de la piel y humectarla de forma adecuada para mantenerla sana o que se recupere más rápido”, aconseja Llergo Valdez.
“También utilizar diariamente un protector solar o no exponer a menores de seis meses al sol. Esto porque la exposición al sol es uno de los factores que propician el padecimiento. Por otro lado, se deben cuidar de los cambios de temperatura en cuanto se presente el invierno o incluso con el uso de calefacción”, agrega la especialista.
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De acuerdo con el sitio de la Clínica Mayo, otras formas de prevenir y aminorar los efectos de la dermatitis atópica son humectarse la piel al menos dos veces al día, así como tomar baños con agua tibia en vez de caliente. Los factores que pueden desencadenar un agravamiento de la dermatitis atópica son el sudor, el estrés, la obesidad, los jabones, los detergentes, el polvo y el polen.
Su diagnóstico es clínico, por lo que no se requiere realizar algún estudio, aunque sí el conocimiento de un profesional de la salud.
El tratamiento de esta enfermedad, cuando sus consecuencias no son graves, es a partir de emolientes inteligentes que tienen carácter humectante y antiinflamatorio, es decir, con propiedades especiales que poseen una composición de lípidos o grasas idóneos para ayudar a este tipo de piel sumamente seca e inflamada a recuperarse.
La Dra. Llergo Valdez indica que en un 85 por ciento de los pacientes las lesiones pueden considerarse leves y que, con el uso de un emoliente dermatológico y una terapia antinflamatoria, puede ser suficiente.
LA DESIGUALDAD AFECTA EL ACCESO A DERMATÓLOGOS
En México existe un déficit para tratar la dermatitis atópica, ya que, de acuerdo con datos de Revista Dermatología, en un artículo publicado en su entrega de marzo-abril 2020, en el país se cuenta solamente con 2,062 dermatólogos frente al menos 5 millones de personas que tienen esta enfermedad.
Dicho artículo, firmado por María José Gómez-Escanamé, jefa del Departamento de Dermatología del Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto, en San Luis Potosí, indica: “Todos [los dermatólogos] se localizaron en zonas urbanas, 50 por ciento ejerce en zonas metropolitanas. Aproximadamente 40 por ciento de los habitantes en México no tienen este especialista en su lugar de residencia. El estado con mayor y menor densidad de dermatólogos fueron Jalisco y Chiapas, respectivamente. Las zonas metropolitanas con mayor y menor densidad de dermatólogos fue la Ciudad de México y Tecomán, Colima, respectivamente”.
De este modo, gran parte de la población en México queda desprotegida y con un acceso limitado o prácticamente inexistente a profesionales de la salud especializados en la piel.
En el mismo artículo se hace la observación de que la falta de información estadística y la desvinculación entre el sistema de salud público y privado hacen difícil conocer la demanda real de la atención dermatológica, además de que la profesionalización en este rubro no está vinculado a una política de salud sino más bien a “las necesidades de la unidad académica formadora”.
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Continúa el texto: “En estos centros suele existir alta demanda de asistencia, pero su número y distribución en el país son reducidos. En la actualidad la mayoría de los dermatólogos cursan sus estudios en las ciudades de México, Guadalajara, Monterrey, San Luis Potosí y Culiacán”.
Este artículo marca pautas para revertir esta notable desigualdad en el acceso a profesionales certificados en la salud de nuestra piel.
En el corto plazo, “capacitando a los médicos en el primer nivel de atención en el conocimiento de las enfermedades dermatológicas. A mediano plazo podría incentivarse la redistribución del número de especialistas mediante la apertura de nuevos puestos de trabajo en instituciones públicas o privadas.” Y en el largo plazo, el mejoramiento general del sistema de salud, así como descentralizar los centros formadores de dermatólogos. N