Después de los históricos acuerdos de paz… ¿el controvertido líder israelí debería ganar un Premio Nobel?
SENTADO EN LA OFICINA OVAL, hace unas semanas, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, mostró un regalo simbólico, el cual el presidente Donald Trump le dijo que era “una llave de nuestro país y de nuestros corazones”. Dentro de un año, ¿Netanyahu podría recibir el regalo más prestigioso de todos, un Premio Nobel de la Paz?
El líder que por más tiempo ha servido a Israel estuvo en Washington para firmar dos acuerdos históricos que, con el apoyo de la administración de Trump, él ha forjado en las últimas semanas con los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Baréin. Para cuando el Comité del Nobel haga sus selecciones el próximo otoño, es posible que Israel haya obtenido un acuerdo con Arabia Saudita también.
Lo inconcebible podría convertirse en lo casi inevitable. Un logro semejante seguramente garantiza el premio, hasta que recuerdas que Netanyahu es ampliamente odiado, y al parecer de los críticos, encabeza el gobierno controvertido de un país que sigue siendo el blanco del oprobio mundial por su colonialismo, su ocupación militar y supuestos abusos a los derechos humanos. Y que los acuerdos que Netanyahu ha discutido con los estados árabes del golfo Pérsico no resuelven, ni siquiera abordan, la situación de los palestinos, una causa con partidarios apasionados en Europa, en los campus universitarios estadounidenses y entre muchos liberales estadounidenses.
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¿Qué se supone que deba hacer el Comité del Nobel?
Apenas el mes pasado, Netanyahu anunció simultáneamente con sus colegas líderes un acuerdo para normalizar los lazos entre Israel y los EAU, una de todas las naciones árabes, salvo dos de ellas, que se han negado a reconocer a Israel desde que se estableció en 1948 y su subsecuente guerra con una coalición de países árabes que apoyaban un Estado palestino superpuesto. El segundo acuerdo, mediado por Estados Unidos, con Baréin, se dio semanas después.
Estos acuerdos seguidos significan los primeros lazos nuevos de Israel con la región en un cuarto de siglo. Ignorando las protestas de los palestinos que han gozado del apoyo árabe —por lo menos nominalmente— desde la guerra de 1948, el primer ministro, conocido tanto afectiva como despectivamente como “Bibi”, dejó en claro durante la ceremonia de firma que se veía a sí mismo como un nuevo tipo de pacificador.
“He dedicado mi vida a asegurar el lugar de Israel entre las naciones”, dijo Netanyahu en el podio. “Asegurar el futuro del único Estado judío”.
Reconoció que su búsqueda de la paz se asentaba en el poderío militar. “He trabajado para hacer fuerte a Israel, muy fuerte, pues la historia nos ha enseñado que la fuerza trae seguridad, la fuerza trae aliados y, finalmente —y esto es algo que el presidente Trump ha dicho una y otra vez—, finalmente, la fuerza trae paz”, expresó el líder israelí.
La oficina de Netanyahu rechazó la solicitud de comentarios a Newsweek y el Instituto Nobel de Noruega no respondió.
La paz a través de la fuerza tal vez no parezca un lema convencional de un candidato al Premio Nobel de la Paz (aun cuando el presidente Barack Obama discutió la necesidad de la guerra en su discurso de aceptación del Nobel). Pero es indiscutible que las aperturas exitosas de Netanyahu, junto con la promesa de más acuerdos por venir, ha suscitado una modificación importante en las relaciones regionales. Dentro de un año, Netanyahu podría en gran medida haber terminado, o resuelto, el problema hasta ahora interminable e irresoluble de Oriente Medio.
EL ASUNTO PALESTINO
El aspecto más sorprendente de los acuerdos recientes es el grado en que se desprecia la demanda palestina de su calidad de Estado, la cual siempre se asumió como el primer paso ineludible en cualquier negociación. Quienes viven en los territorios fracturados y parcialmente ocupados que constituyen el Estado de Palestina, reconocido por Naciones Unidas, dicen que están más privados de derechos que antes. Hoy los palestinos parecen carecer de influencia incluso entre sus aliados árabes tradicionales conforme Israel ofrece cada vez menos en términos de tierras y soberanía para llevarlos a la mesa de negociaciones. El plan que Trump y su alto asesor Jared Kushner ofrecieron en enero no les dio a los palestinos el control de sus fronteras o su seguridad, lo básico de la condición de Estado.
Los palestinos de inmediato rechazaron esa oferta; consideran que el giro de los EAU y Baréin hacia Israel es una “traición a Jerusalén”, la ciudad sagrada en el centro del conflicto. “Es ilusorio creer que estas concesiones a expensas de los derechos del pueblo palestino servirán a la paz, la seguridad y la estabilidad en la región”, dijo la dirigencia palestina en una carta enviada a Newsweek en reacción al acuerdo firmado por Israel y Baréin.
Aun así, ya ha estallado un coro de voces a favor de asegurar el Premio Nobel de la Paz para Netanyahu el próximo año. Un legislador finlandés presentó su candidatura antes de que hubiera terminado la ceremonia de firma. “El presidente Trump, el primer ministro Netanyahu y el rey Al Jalifa merecen ser recompensados por su cooperación”, dijo a Newsweek Vilhelm Junnila, presidente del comité financiero del parlamento finlandés, “porque los acuerdos firmados el martes reflejan un enfoque muy significativo para la paz en la región en más de medio siglo”, dijo Junnila.
Pero la posibilidad de que Netanyahu se asegure el premio es controvertida —incluso inaceptable— para muchos observadores. El líder israelí enfrenta críticas regulares y recurrentes por parte de Naciones Unidas y grupos por los derechos humanos debido a sus políticas de construir asentamientos en territorio palestino ocupado y su visión de anexar, un plan que consolida el control de Israel sobre tierras reconocidas como palestinas bajo la ley internacional. Añádanse a estas preocupaciones problemas legales en casa, donde él habrá de presentarse a juicio en mayo por cargos de soborno y fraude.
La controversia no es algo nuevo en los 119 años de historia del Premio Nobel de la Paz. A su homónimo, el ingeniero sueco Alfred Nobel, en su época le dieron el apodo de “mercader de la muerte” por su invención de la dinamita y otros explosivos. Incluso Adolfo Hitler y José Stalin están entre los muchos nominados al premio en el transcurso de las últimas 12 décadas. La premiación en 1973 al secretario de Estado Henry Kissinger, tras años de supervisar una guerra sangrienta en Vietnam, fue considerada tan absurda que el compositor satírico Tom Lehrer bromeó divinamente con que ese fue el día cuando la “sátira política se volvió obsoleta”.
Ese mismo año se entabló la última guerra árabe-israelí importante. El conflicto de Oriente Medio llegó a captar toda la atención del Comité del Premio Nobel en por lo menos dos ocasiones, en años que produjeron lo que, hasta hace pocas semanas, fueron los únicos tratados de paz de Israel con países árabes.
El primer ministro israelí Menachem Begin, cofundador del Partido Likud de Netanyahu, se convirtió en el primero de su nación que ganó el Premio Nobel de la Paz, en 1979, después de llegar a un acuerdo con el presidente egipcio Anwar Sadat. La candidatura de Begin fue controvertida a causa de sus lazos anteriores con grupos armados sionistas. El papel de Sadat en el proceso de paz alimentó su impopularidad, y fue asesinado dos años después durante un desfile militar en El Cairo.
EL PREMIO POR GANAR EL PREMIO
El primer ministro israelí Yitzhak Rabin también pagó con su vida a manos de su propia gente. Fue asesinado en Tel Aviv un año después de ganar el Premio Nobel de la Paz, en 1994, por sentarse con su colega líder israelí Shimon Peres y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, otro laureado con lazos con facciones armadas en Oriente Medio, en discusiones que coincidieron con el tratado de paz de Israel con Jordania.
En el pasado, tanto los líderes árabes como los israelíes enfrentaron críticas duras en casa por sus esfuerzos hacia la reconciliación, pero la dinámica de Oriente Medio ha cambiado significativamente desde entonces.
Las relaciones entre Israel y las monarquías musulmanas suníes de la península arábiga han evolucionado de una manera especial, tranquila pero significativamente. Las facciones distanciadas desde hace mucho han hecho negocios por debajo de la mesa en telecomunicaciones, medicina e incluso seguridad nacional, sobre todo cuando enfrentaron a un enemigo común en Irán.
Con esas relaciones establecidas, los acuerdos con los EAU y Baréin no son tan extraordinarios como parecen a primera vista. Daniel Kurtzer, de la Universidad de Princeton y quien fungió como embajador del presidente Clinton ante Egipto y como embajador del presidente George W. Bush ante Israel, no califica al mismo nivel las acciones de Netanyahu con los logros diplomáticos anteriores. “Aun cuando los acuerdos de normalización son importantes, no alcanzan el nivel de los ‘tratados de paz’ entre otrora adversarios”, dijo Kurtzer a Newsweek. “Ni los EAU ni Baréin han entablado una guerra contra Israel”.
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En su opinión, el logro de Netanyahu de diluir el apoyo regional a la causa palestina está incompleto sin un acuerdo que implique a los mismísimos palestinos. “La ausencia de normalización previamente se debió al consenso árabe a favor de apoyar a los palestinos”, explicó. “Netanyahu merece crédito por sacar estas relaciones de la oscuridad. Donde existieron por más de 25 años, pero esto no alcanza el nivel de merecer un Premio Nobel, el cual debería reservarse para cuando un primer ministro israelí haga la paz con los palestinos”.
Ronald Krebs, un profesor en la Universidad de Minnesota que ha escrito sobre la política del Premio Nobel de la Paz, ve los logros de Netanyahu de forma similar. Comenta que la cartera del líder es “ciertamente significativa, pero también palidece en comparación” con los eventos de 1979 y 1994.
Sin embargo, sí ve una ruta potencial al premio para Netanyahu si este obtiene un pacto similar con Arabia Saudita, todavía un faro de liderazgo en gran parte del mundo árabe e islámico. El reino hasta ahora se ha mantenido reservado mientras sus vecinos hacían públicos sus lazos con Israel, pero funcionarios israelíes han cobrado confianza para pedirle públicamente a Arabia Saudita que siga su ejemplo. La realeza gobernante de Baréin tiene conexiones fuertes con la de Arabia Saudita, y su decisión de abrirse a Israel también es vista ampliamente como proveniente de una aprobación tácita de la casa de Saúd.
Como Kurtzer, Krebs dijo que el fracaso de Netanyahu a comprometerse con los palestinos afectó las posibilidades del líder de obtener el premio. “El Comité del Premio Nobel de la Paz a menudo da sus premios más por aspiración que por logros”, comenta. “Así, uno podría imaginar que le dé su premio a Netanyahu para motivar a los saudíes a sentarse a la mesa, pero el Comité nunca le dará el premio a Netanyahu, cuya promesa de anexión de porciones de la Franja Occidental parece designada para exacerbar el conflicto entre israelíes y palestinos”.
UN PREMIO POR CREAR PAZ
Aún más, “el poco interés [de Netanyahu] de buscar la paz con los palestinos —expresó Krebs— tendrá mucho más peso en el Comité del Premio Nobel de la Paz que los acuerdos de paz menores con los emiratos del golfo”.
Øyvind Tønnesson, de la Universidad de Agder, tiene experiencia con el Instituto Nobel, pues trabajó como asesor para su sección del Premio de la Paz. Dijo que individuos de todos los entornos deberían ser elegibles, pero finalmente sintió que las acciones de Netanyahu no estaban a la altura.
“Entonces, en principio, yo no descartaría que Netanyahu o Trump sean candidatos teóricamente posibles al PNP”, comentó Tønnesson a Newsweek. “Sin embargo, mi opinión personal es que sus políticas e historiales personales están, en su mayoría, en marcado contraste con las trayectorias principales en política de paz internacional que el PNP ha seguido desde 1901”.
Otros analistas no están de acuerdo. “No pienso que el Premio Nobel de la Paz debería ver los problemas internos de Netanyahu”, comentó Ghanem Nuseibeh, fundador de Cornerstone Global Associates, a Newsweek. “Estos son asuntos muy diferentes y el premio es por crear paz, lo cual él claramente ha hecho”.
Antes de la candidatura de Netanyahu propuesta por Junnila, el ala joven del Partido Likud le pidió a Robert Aumann, ganador del Nobel y miembro del Centro para el Estudio de la Racionalidad de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que apoyara al líder israelí. Aumann estaba ansioso por aceptar, pero los protocolos dictan que podía postular candidatos solo en la categoría que ganó: ciencias económicas.
Él dice que los alegatos contra los historiales legales locales e internacionales de Netanyahu son “infundados” e “irrelevantes” para el derecho del líder al Premio Nobel de la Paz. Aquellos en el bando israelí de las negociaciones también sintieron que Netanyahu merecía el premio a pesar del escrutinio internacional y local.
“Ningún otro primer ministro desde Yitzhak Rabin o Menachem Begin tuvo un logro semejante”, comentó a Newsweek Dore Gold, quien fungió como embajador de Israel ante Naciones Unidas y asesoró a líderes israelíes, incluido Netanyahu, durante la década de 1990 antes de presidir el Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén. “Él modificó sus políticas de anexión —dijo Gold sobre Netanyahu—, así que condenarlas parece fuera de lugar”. En cuanto a los asuntos legales, expresó que “serán resueltos por el sistema judicial israelí”.
Por otra parte, los palestinos continúan sintiéndose marginados por los acuerdos, lo cual representa la divergencia más importante desde el pacto de la Iniciativa de Paz Árabe, hace 18 años, para renunciar a los lazos con Israel hasta que termine su ocupación de territorios palestinos.
“Lejos de ser un hombre de paz o incluso uno que tiene una visión de paz, lo que Netanyahu tiene es una visión de impunidad”, expresó a Newsweek Diana Buttu, una exportavoz de la Organización para la Liberación de Palestina que participó en negociaciones con organizaciones israelíes.
“El hecho de que estos dos Estados árabes consientan con ello está lejos de ser un indicio de que nosotros avancemos por el camino de la paz, sino que más bien crea un nuevo orden en el cual vemos que los criminales de guerra son recompensados y los crímenes de guerra son recompensados”, dijo.
El contraargumento: “El Premio de la Paz es por la paz, no por ser una persona agradable”, comentó Aumann. “Es cierto que se lo dieron a la Madre Teresa y a Barack Obama, pero ninguno trajo la paz. Netanyahu trajo la paz, y está trayendo más de esta”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek