El insulto ha sido nominada a un premio de la Academia a la mejor película en idioma extranjero. Es la primera vez que Líbano ha tenido un caballo en la carrera por el Óscar, un momento raro de reconocimiento artístico para un país mejor conocido por una guerra civil salvaje que puso a los cristianos en contra de los musulmanes y sus aliados palestinos.
Pero no vayas a esperar desfiles en ese país. Los cines en Beirut Occidental, predominantemente musulmana, boicotean El insulto, al igual que los palestinos en la Franja Occidental. Y los críticos de izquierda hacen campaña para que se prohíba la película en el resto de Líbano.
Ziad Doueiri ha llegado a esperar esta mezcla de aclamación del extranjero y oprobio en casa. En septiembre pasado, después de obtener elogios internacionales por su película El atentado, el director voló de regreso a Beirut, donde las autoridades lo detuvieron en el aeropuerto y le ordenaron presentarse ante una corte militar para responder a cargos de traición. La razón: filmó esa película en Israel, territorio enemigo que está prohibido a los ciudadanos libaneses.
Doueiri, de 54 años, también tiene la ciudadanía estadounidense, y le había informado a las autoridades libanesas su intención de filmar en Israel usando su pasaporte estadounidense, por lo que fue liberado. Pero el feroz debate entre el director y sus críticos sobre la manera en que los artistas árabes deberían lidiar con la política, Israel y la memoria histórica continúa rondando su obra. “Vayan a ver mis películas, arrojen un tomate a la pantalla; ese es su derecho”, dice Doueiri. “Pueden odiar mis películas tanto como quieran. Pero no pueden pedirles a otras personas que no las vean”.
La obra de Doueiri recuerda a la del director iraní Asghar Farhadi, cuyas exploraciones intrigantes de complicados problemas éticos, como el divorcio emocionalmente doloroso de Una separación (2011), ganadora del Óscar, han recibido una censura similar en su país natal.
El insulto, ambientada en el Beirut moderno, muestra cómo un desprecio personal puede escalar hasta una confrontación que amenaza con consumir a todo Líbano. Pero también demuestra cómo las heridas psicológicas sin sanar de los 15 años de guerra civil en el país, que duró de 1975 a 1990, todavía tienen el poder de formar una tormenta en un vaso de agua en los encuentros cotidianos más triviales.
La trama involucra a un feroz mecánico automotriz nacionalista cristiano libanés y un envejecido palestino capataz de construcciones que discuten por un desagüe ilegal. El palestino maldice al cristiano, quien exige una disculpa. Cuando el palestino trata de disculparse, el cristiano lo insulta. El palestino golpea al cristiano y le rompe dos costillas. El asunto termina en la Corte, donde se presenta un recuento de una masacre hace mucho tiempo olvidada durante la guerra para explicar el comportamiento de un personaje clave. La película es un estudio de cómo las identidades personales son conformadas por los conflictos tribales de la región.
A primera vista, los públicos estadounidenses podrían ver la película como una lección de historia sobre Oriente Medio formulada en un tenso drama judicial. Pero en esta época polarizada, cuando problemas como los refugiados y la inmigración dividen a los estadounidenses más profundamente que nunca antes, la película también da un vistazo espeluznante de lo que le puede suceder a una sociedad cuando los líderes promueven intencionalmente la división entre grupos, creando un tribalismo moderno.
Doueiri ha tomado cosas de su autobiografía y la de su familia para crear una obra que expone las sutilezas de la vida en Oriente Medio y cómo los conflictos de la región han conformado sus personalidades. Creció como un musulmán secular en un hogar de clase media alta en Beirut Occidental, pero estudió en una escuela francoparlante en Beirut Oriental. Su madre era abogada; su padre, empresario. Doueiri era un adolescente cuando la guerra civil libanesa estalló en 1975. Su primera película, West Beirut, que ganó el premio al director en el Festival de Cine de Cannes de 1998, sigue al adolescente Tarek y sus amigos en el comienzo de la guerra. Conforme la ciudad se convierte en una zona de guerra, ellos despreocupadamente ignoran los peligros. Pero los escombros se acumulan lentamente, las calles se vuelven más peligrosas, y la guerra finalmente reduce su mundo. El golpe final a su inocencia se da cuando muere la madre de Tarek.
DESMITIFICAR AL ENEMIGO
Filmar West Beirut representó una especie de regreso al hogar para Doueiri, quien vivió en Estados Unidos desde la invasión de Israel a Líbano en 1982, primero como estudiante de cine en la Universidad Estatal de San Diego, luego como asistente de cámara en Los Ángeles para Quentin Tarantino en sus primeras tres películas, Perros de reserva, Tiempos violentos y Jackie Brown (una “escuela fantástica”, dice Doueiri.) Durante esta época, conoció a judíos estadounidenses y expatriados israelíes por primera vez, y la política de línea dura que le inculcaron sus padres, ferozmente a favor de los palestinos, se suavizó.
“Conoces a gente que come como tú, van a clases como tú, van a fiestas como tú”, dice el director. “Entonces empiezas a tener un diálogo, y cambias lentamente. Incluso conocí israelíes, algunos de los cuales habían estado en el ejército en Líbano en 1982. Me hizo sentir muy incómodo al principio. Pero luego me dijeron que no querían estar allí. Hablas, y eso desmitifica a tu enemigo. Esta imagen de Darth Vader de los judíos se viene abajo”.
Después de filmar West Beirut, se enamoró de Joelle Touma, una cristiana libanesa, y empezaron a trabajar juntos en guiones, incluido El atentado. Se casaron, tuvieron un hijo, se mudaron a París en 2011, luego se divorciaron, pero siguieron siendo amigos y continúan colaborando. Y el impacto de su relación en las películas de Doueiri es claro: dado que él y Touma provenían de comunidades que se odiaban una a la otra durante la guerra civil, su sociedad tanto personal como profesional se convirtió en un ejercicio de empatía por el otro bando.
El atentado cuenta la historia de un exitoso médico israelí-árabe que vive en Tel Aviv y cuya bien educada esposa cristiano-árabe se convierte en una bombardera suicida que mata a media docena de niños. El médico batalla para entender la motivación de su esposa. Al final, él es rechazado tanto por los israelíes como por los palestinos. “Pensé que hice una película justa, una película que era compleja, la cual muestra que hay dos lados en la narrativa”, comenta Doueiri. “Hay la narrativa israelí. Hay la narrativa árabe”.
Y ese fue el problema en Líbano. La larga historia del país en guerra con Israel ha creado un odio arraigado por su vecino del sur. La creación de Israel en 1948 envió miles de refugiados palestinos a campamentos en Líbano que se convirtieron en poblados y vecindarios permanentes. Las fuerzas israelíes atacaron repetidamente a Líbano en represalia por las incursiones de guerrillas palestinas que se originaron en territorio libanés y ocuparon el sur de 1982 a 2000. En 2006, Israel entabló una guerra por un mes contra Hezbolá que destruyó mucha de la infraestructura libanesa.
Con ese trasfondo tirante, los críticos sintieron que Doueiri había ido demasiado lejos al hacer su película en Israel y contratado a personal y actores israelíes. “Estamos en guerra con Israel. Y cuando estás en guerra, no puedes negociar con ellos como con un país vecino”, dijo Pierre Abi Saab, subeditor en jefe del periódico libanés Al-Akhbar, a The New York Times.
Aun cuando la película fue filmada en Israel, las autoridades libanesas le dieron el visto bueno para los cines del país. Pero después de una intensa campaña de cabildeo por parte de críticos opuestos a Israel que llamaron a Doueiri un sionista y colaborador, los 22 miembros de la Liga Árabe, incluido Líbano, boicotearon la cinta. Para los críticos árabes, incluso una sugerencia de simpatía por Israel no es una opción. “Para ellos, no hay matices”, expresa Doueiri. “Para mí, solo hay matices”.
Los mismos críticos han tratado de bloquear que se exhiba El insulto, en gran medida porque la película retrata a los palestinos no solo como víctimas, sino como responsables de atrocidades durante la guerra civil libanesa. “Ziad Doueiri no tiene derecho de mostrar esta película en Líbano”, escribió Abi Saab en Al-Akhbar en septiembre pasado.
La nominación al Óscar, así como una posible victoria el 4 de marzo, le da a Doueiri un poco de esperanza de que sus compañeros árabes, y en especial los palestinos, verán su película.
“Decimos que se han cometido injusticias con los palestinos, pero los palestinos también han cometido injusticias con otros, y eso es algo nuevo, eso es un tabú rompiéndose”, comenta el director. “Como palestino, hoy debes demostrar que estás a favor de los derechos humanos y la libertad de expresión. ¿No estás pidiendo que termine la ocupación? Entonces muéstrame que lo vales, que quieres una tierra de libertad. No empieces a prohibir películas”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek