Estos cambios facilitan que los médicos detecten una creciente amenaza para la salud que parece increíble: niños y adolescentes están en riesgo creciente de un padecimiento cardiaco que siempre se ha vinculado con el envejecimiento. “Pensamos que un individuo con hipertensión suele ser el hombre cincuentón que va por la calle, pero se ha vuelto cada vez más común incluso en niños”, dice el Dr. David Kaelber, médico pediatra e internista de la Universidad Case Western Reserve.
El cambio anuncia problemas por venir. La hipertensión afecta a 3.5 por ciento de los niños estadounidenses, más de 2.5 millones de menores de 18 años. La cifra puede parecer insignificante comparada con un tercio de los adultos que tienen presión arterial elevada, pero Kaelber insiste en que es preocupante. Las tasas de presión arterial elevada en niños y adolescentes se han incrementado de manera proporcional con las tasas de obesidad infantil y, sin una intervención, los niños con esta condición probablemente serán adultos con presión arterial elevada, un factor de riesgo para enfermedad cardiaca potencialmente mortal.
Miles de estudios han vinculado la hipertensión en adultos con infarto cardiaco y cerebral, angina de pecho y enfermedad arterial periférica. Esta amenaza es la razón de que sea tan importante hacer una detección adecuada en los jóvenes, señala Janet de Jesús, funcionaria de programas en el Instituto Nacional para Corazón, Pulmones y Sangre. “En definitiva, los niños no son tan saludables como antes, y estos lineamientos serán de un valor tremendo para el campo”.
Hay muchas causas para la presión arterial elevada en niños y adultos. El incremento de los lípidos en sangre puede formar depósitos de placas en las arterias, volviéndolas más estrechas y rígidas, lo cual aumenta la presión arterial. Las personas con mayor peso corporal tienen más sangre, y esto aumenta la presión en las paredes arteriales. Fumar daña las arterias y produce inflamación. Los problemas renales, la apnea obstructiva del sueño, y hasta los medicamentos y los problemas del tiroides pueden provocar hipertensión.
Sin embargo, la presión arterial elevada no solo es signo de que algo malo ocurre en el cuerpo. Es un problema por sí sola. La hipertensión causa daños adicionales a las arterias, y la carga excesiva para el corazón puede ocasionar engrosamiento del músculo cardiaco, lo cual puede interferir con su capacidad para bombear sangre, oxígeno y nutrientes al cuerpo. Esta cascada de males hace de la hipertensión uno de los principales factores de riesgo para enfermedad cardiaca, junto con la obesidad, el colesterol elevado, el tabaquismo, la inactividad física y la diabetes.
MÉDICOS CONFUNDIDOS
Según la Dra. Carissa Baker-Smith, epidemióloga de la Universidad de Maryland y principal analista de datos para los nuevos lineamientos de la Academia Estadounidense de Pediatría, el problema es que muchos de estos trastornos no son detectados hasta que ocurre un desastre. Señala que varios estudios han proporcionado evidencias definitivas de que, aun cuando la enfermedad cardiaca muchas veces se hace evidente solo hasta la edad adulta, sus semillas se siembran en la infancia. El estudio Determinantes Biopatológicos de la Ateroesclerosis en la Juventud (realizado en la década de 1990) y el Estudio Cardiaco de Bogalusa (actualmente en proceso) han medido la prevalencia de las arterias estrechadas y endurecidas (por aterosclerosis) en adolescentes y adultos jóvenes que murieron por causas accidentales. Los dos estudios han demostrado fuertes asociaciones entre aterosclerosis —principal predictor de enfermedad cardiovascular— y tabaquismo, niveles de colesterol e hipertensión. “De veras quiero que la gente, sobre todo los progenitores, entiendan que la hipertensión ocurre en niños. Estamos viendo una enfermedad de adultos en niños”, insiste Baker-Smith.
Estos resultados cuestionan la idea obsoleta de que la hipertensión en niños era, principalmente, consecuencia de padecimientos congénitos que afectaban los riñones y el corazón. Si bien la genética da cuenta de la quinta parte de todos los casos de presión arterial elevada en menores de 18 años, el resto son niños con hipertensión “tipo adulto”, causada por una combinación de factores biológicos y ambientales. Grandes estudios epidemiológicos de los Centros para Control y Prevención de Enfermedades documentaron un incremento de la presión sistólica y diastólica en niños entre los años 1988 y 2000, lo cual apunta a que la hipertensión pediátrica no es solo resultado de una mayor concienciación. Aunque hay límites claros para los problemas potenciales de presión en los adultos, determinar ese punto en los niños es mucho más complejo para los pediatras, porque la presión sanguínea en los niños en crecimiento varía según la edad, el peso y el género. Incluso si los médicos estaban alertas para detectar problemas de presión en los niños, a menudo tenían dificultades al interpretar los resultados. “Muchos doctores estaban muy confundidos”, dice la Dra. Suzanne Lazorick, pediatra y especialista en medicina preventiva de la Universidad del Este de Carolina.
Kaelber lo expresa más crudamente. “Si revisas los expedientes médicos electrónicos [de los niños], verás los registros de presión sanguínea y, no obstante, el pediatra jamás diagnosticó hipertensión”, acusa. La razón es que los médicos no tenían claro cuál nivel de presión era demasiado elevado, así que el trastorno en los niños pasó sin detección.
A BOMBEAR: Los nuevos lineamientos proponen que los
pediatras empiecen a detectar la presión arterial elevada anualmente a partir
de los tres años. FOTO: MEDIA FOR MEDICAL/UIG/GETTY
REVERTIR CUALQUIER DAÑO
Estos problemas orillaron a Kaelber y al Dr. Joseph Flynn, nefrólogo de la Universidad de Washington, a exigir una revisión de los lineamientos de 2004, que ellos mismos habían escrito. Baker-Smith dirigió la revisión de los más de 15,000 estudios publicados desde 2004 para crear un fundamento riguroso con el cual depurar los hallazgos. Con esa base, analizaron la eficacia de los estándares vigentes y lo que estaba descubriéndose acerca de la presión arterial elevada en niños y adolescentes. El documento final contiene varios cambios importantes respecto a las recomendaciones previas, e incluye cómo medir la presión arterial y cómo diagnosticar hipertensión, así como la terminología que debe usarse.
En vez de hacer detecciones de presión arterial alta en cada consulta de atención médica, los lineamientos proponen hacer la detección solo durante las visitas anuales de niño sano, a partir de los tres años. Hay que tomar en cuenta que muchos factores transitorios —como estrés y cafeína— pueden afectar la presión arterial, y resultar en datos inadecuados y pruebas innecesarias. Además, los médicos deben hacer varias mediciones de la presión arterial para establecer el diagnóstico de hipertensión.
El panel también modificó la transición de las tablas de presión arterial pediátrica al límite utilizado para los adultos (120/80 mmHg). Kaelber explica que la transición solía ocurrir a los 18 años, de modo que un niño podía tener presión arterial anormal a los 17 años y 364 días, y ser normal al día siguiente. Ahora, las nuevas tablas comienzan la transición de niño a adulto a los 13 años, dependiendo del peso y la talla. Esto ofrece más consistencia y facilita la transición a los estándares adultos de presión arterial.
Según De Jesús, es imposible exagerar la importancia de los nuevos lineamientos para asegurar el diagnóstico adecuado y el tratamiento de la hipertensión infantil. Cuando los niños son jóvenes pueden revertir por completo el daño cardiovascular causado por la hipertensión o por el colesterol alto. No obstante, cuando alcanzan la adultez, esta capacidad disminuye.
Kaelber, Flynn, Baker-Smith y sus colegas también reajustaron las tablas de presión arterial para incluir solo a los niños con peso normal. Los pediatras suelen determinar si la presión arterial de un niño está elevada comparándola con la de un grupo de niños sanos, pero la creciente población de niños con sobrepeso y obesos —dos rasgos fuertemente vinculados con aumento de la presión arterial— ha distorsionado esos datos de referencia. Por ello, usar solo niños de peso normal proporciona una definición más adecuada de presión arterial saludable, dice Baker-Smith. El equipo eliminó también la necesidad de practicar ecocardiogramas (un ultrasonido del corazón), a menos de que el niño requiera de medicamentos, un cambio que refleja la creciente cantidad de menores hipertensos sin problemas cardiacos congénitos subyacentes. En quienes presentan hipertensión más grave y requieren de medicamentos, los ecocardiogramas han revelado complicaciones cardiacas comúnmente observadas en adultos, como hipertrofia ventricular izquierda, un engrosamiento del músculo cardiaco.
Por último, el grupo revisor de lineamientos cambió el término “prehipertensión” —utilizado para designar a los niños cuya presión arterial era preocupante, pero no reunían los criterios clínicos de hipertensión— por “presión arterial elevada”. La nueva terminología pretende ser una alarma. “Los progenitores que escuchan ‘prehipertensión’ piensan que no hay problema por tratarse de una condición que precede a la enfermedad. Pero no es eso lo que tratamos de comunicar”, informa Lazorick.
La creciente dependencia de dispositivos ambulatorios para monitoreo de presión arterial presenta un desafío. Si bien estos monitores son cada vez más exactos, no todos los pediatras tienen acceso a ellos. Incrementar la disponibilidad del monitoreo ambulatorio será clave para poner en práctica las recomendaciones, señala Lazorick.
Aunque algunos de estos lineamientos pueden parecer más conservadores —detectar hipertensión solo durante las consultas regulares de atención preventiva, y reducir las recomendaciones de ecocardiograma—, en realidad disminuyen el potencial del diagnóstico excesivo de hipertensión pediátrica. “Nadie quiere dar a un niño un diagnóstico que no tiene o un tratamiento que no necesita”, dice Baker-Smith.
No hay estándares que puedan eliminar el riesgo del diagnóstico excesivo. Pero dado que el tratamiento de primera línea para los niños con presión arterial elevada es el cambio de dieta y la actividad física, Baker-Smith considera que estas sugerencias son de bajo riesgo y pueden beneficiar a muchos menores, incluso los que no tienen hipertensión. No será fácil implementar los cambios, sobre todo en una cultura saturada de alimentos salados y grasos. De Jesús agrega que, si se empiezan a modelar conductas saludables desde temprana edad, los progenitores pueden enseñar a sus hijos a tomar buenas decisiones sobre los alimentos y el ejercicio conforme crecen y se vuelven más autónomos. “Si los adultos tienen dificultades para optar entre un refresco o un jugo, ¿cómo esperas que lo haga un niño de diez años?”, pregunta Lazorick.
Pero, en el caso de los niños diagnosticados con presión arterial elevada, tener una enfermedad de adultos exige que crezcan más rápido.
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A TU JUGO LE SOBRA TU EXTRACTOR
Y debes reemplazarlo por algo que te ayude a preservar sus vitaminas y nutrientes.
Por Jessica Nasser
La mayoría de las personas suele preparar sus jugos en casa con extractores. No es la mejor forma de hacerlo. Este tipo de maquinaria funciona de una forma que afecta la calidad del jugo ya que lo extrae a través de una cuchilla que gira a gran velocidad produciendo un cierto grado de calor. Y el calor destruye las enzimas de las frutas y verduras. No solo eso. También oxida los nutrientes y las vitaminas del jugo.
El resultado: una bebida con un valor nutrimental mucho menor al que imaginamos.
La opción: los prensados en frío —que son jugos de frutas y verduras hechos con una máquina que exprime el jugo del ingrediente sin producir calor. Al no pasar por calor ni por materiales corrosivos, como el metal, los nutrientes de las frutas y verduras no sufren ningún tipo de oxidación.
Los tips para consumir jugos saludables:
1. Procura buscar jugos 100 por ciento naturales, prensados en frío y sin pasteurizar. Esto quiere decir que las vitaminas y minerales están completamente disponibles para la absorción celular en tu cuerpo.
2.Es importante que los jugos que consumas tengan una fruta por cada tres verduras.
3. No deben contener conservadores, azúcares añadidos o colorantes artificiales.
Listo. Ahora puedes dejar de contar calorías y comenzar a contar nutrientes.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek