Por cuarta vez en su vida, José cruzó la frontera y volvió a su pueblo. Su papá quería que llegaran juntos a Palo Alto, pero unos trámites retrasaron a Florentino y la carroza con el cuerpo de José tuvo que adelantarse.
José falleció el 24 de julio, un día después de que autoridades norteamericanas lo rescataron San Antonio, Texas, junto a más de 30 indocumentados que viajaban a bordo de la caja de un tráiler.
Sus restos llegaron a El Llano a las 3 de la tarde del miércoles, tras tres días de trámites realizados ante autoridades de ambos países. Aunque el ayuntamiento ofreció apoyarles con un servicio funerario, los familiares del albañil de 34 años decidieron velarlo en su casa. Ahí, la administración municipal proporcionó una carpa, sillas y café para los asistentes.
Desde que ocurrió la tragedia, Esperanza y Florentino no quieren hablar. Sus hijos, los hermanos de José, no pueden. Tienen un nudo en la garganta. Patricia, su esposa, está igual. La familia ha comisionado a Juan Briones, hermano de la viuda, para hablar con los medios de comunicación.
“Prácticamente él hizo su vida en Estados Unidos. Él duró alrededor de 20 años. Toda su familia, sus cinco hijos son nacidos en Estados Unidos. Vino y estuvo alrededor de un año aquí; quiso regresar y fue cuando ocurrió esta tragedia. Usted sabe que aquí la vida es dura, que si no tenemos un estudio, no podemos conseguir trabajo… no digno, pero con un sueldo más o menos”, justifica Juan.
A José van a enterrarlo este jueves, después de una misa de cuerpo presente. Y mientras espera la resignación, su familia ya tiene otra preocupación enfrente.
“Vamos a ver con el gobierno de Estados Unidos qué se puede hacer porque los niños todos son nacidos allá, son americanos”, insiste el cuñado de José, que también se ha ido ‘de mojado’ en varias ocasiones.
La hazaña no es menor. Se trata de encontrar la alternativa que permita a Patricia permanecer con sus hijos y a ellos les ofrezca oportunidades mejores que las que tuvo su padre… todo en plena era Trump.