ESTA NOVELA se fraguó a partir del gusto de su autora, la escritora Fernanda Melchor, por la nota roja. Hace unos años, en un diario de su natal Veracruz leyó la sorprendente historia de una mujer que fue asesinada por su pareja sentimental presuntamente por practicar la brujería. La nota explicaba que el cadáver de la “bruja” había sido hallado en un canal de riego, en una localidad muy cercana al puerto de Veracruz, en una zona cañera, y que el asesino era amante de la mujer y que la había matado porque le estaba haciendo un hechizo.
“La historia era muy interesante, pero, si acaso, solo le dieron seguimiento el día siguiente, cuando la persona confesó por qué la había matado”, explica Fernanda Melchor en entrevista con este medio. “Entonces yo pensé: esta historia está bien chida, pero qué es verdad ahí, quién reveló la causa del crimen, ¿el chavo cuando confesó o la secretaria del ministerio público que tomó la declaración?”.
Con esas dudas bulléndole en la cabeza, la novelista se dio a la tarea de escribir la historia de un grupo de personas que se atreven a cruzar la línea que divide al ser humano entre desear matar a alguien y matarlo. El resultado es Temporada de huracanes. Publicada por la editorial Literatura Random House, la obra cuenta cómo un grupo de niños halla un cadáver en las aguas de un canal de riego de una ranchería conocida como La Matosa. El cuerpo encontrado es el de la bruja del pueblo, una mujer que heredó de su madre la sapiencia de la hechicería y a quienes los lugareños le guardaban respeto y temor. Tras el hallazgo, sospechas y chismes caen sobre un grupo de muchachos a los cuales una vecina vio mientras huían de la casa de la víctima cargando un voluminoso bulto con la forma de cuerpo humano.
La autora revela que en algún momento pensó en escribir una novela como A sangre fría, de Truman Capote, es decir, visitar el pueblo del crimen, estudiarlo, entrevistar a la gente involucrada, ir a la cárcel y platicar con el asesino. “Pero luego me arrepentí. Así como están las cosas en Veracruz, sin el respaldo de un medio, la neta iba a ser muy difícil hacerlo. Ir a investigar un feminicidio a Veracruz no es la cosa más sensata, menos en un pueblito. Y luego pensé: tal vez lo que quiero buscar no está en ningún papel o expediente; tal vez la verdad ni siquiera van a poder ni querer decirla los mismos victimarios”.
FOTO: ANTONIO CRUZ/ NW NOTICIAS.
—Entonces, Fernanda, ¿qué querías encontrar y trasmitir con esta novela?
—Es una novela que habla de un crimen pasional, pero, sobre todo, de lo que rodea al crimen y las personas que participan en y en torno a, todo en un escenario muy particular: pueblo chico, infierno grande. Todo sucede en un lugar muy pequeño y en donde todos se conocen. En la obra hay un muerto, pero al final no importa quién lo mató, sino las causas que provocan el crimen, los motivos, lo que lo rodea y cómo cada pequeño elemento contribuye de alguna manera a ocasionarlo. Es decir, no es una novela policiaca en donde hay un cadáver y al final se descubre quién es el asesino. Aquí sí se descubre quién es el asesino, pero eso no importa, lo que importa es entender qué pasó en ese pueblo, qué relevancia tiene el homicidio, el asesinato de la bruja del pueblo, de la mujer más importante y temida.
Nacida en 1982, Melchor es periodista egresada de la Universidad Veracruzana. Como narradora, es autora de las novelas Mi Veracruz (de género infantil), Aquí no es Miami y Falsa liebre. Ya sea como escritora o como periodista, ha ganado varios premios y reconocimientos, entre los que se cuentan el Primer Certamen de Ensayo sobre Linchamiento, el Virtuality literario Caza de Letras UNAM y el Premio Estatal de Periodismo.
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—¿Cuál es la relevancia de la muerte de una bruja para una comunidad?
—No es cualquier persona, es alguien poderosa a la que temen y respetan y, al mismo tiempo, odian. Quienes la matan, quienes buscan su destrucción, son personas que en su cabeza están sintiéndose como una especie de revolucionarios al combatir a esta figura. La muerte de esta mujer es como la quema de brujas de épocas antiguas, donde las mujeres que se atrevían a ser distintas y a tener cierto poder eran sojuzgadas, condenadas y asesinadas. Pero no hay nada bueno en ello, no es heroico. Ellos tal vez piensen que sí, pero no lo es, no hay ningún tipo de belleza en un asesinato. Es una acción cobarde, aunque en su cabeza ellos lo ven como una liberación. ¿Hasta qué punto, si alguien te vio feo y te enojaste y lo mataste, no estás queriendo, más bien, matar a tu padre o a un hermano? ¿Hasta qué punto el crimen que cometes no es el símbolo de otra cosa que quisieras cometer y no te atreves siquiera a reconocer?
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—Una característica necesaria de resaltar es el apetitoso manejo del lenguaje campirano de tus personajes…
—Siempre hay una pretensión, querer que los personajes hablen como realmente se habla y que eso sea comprensible para todo el mundo. Mis personajes sí hablan con cierta costumbre jarocha, pero he tratado de hacer una especie de balance. Le aprendí muchísimo a [Juan] Rulfo, quien era capaz de crear un lenguaje campesino sin que necesariamente sus personajes hablaran como campesinos; es decir, parecen hablar un cierto idioma campesino, pero no es forzosamente como hablaba la gente en el sur de Jalisco: él creó un lenguaje. De lo que se trata es de crear una especie de lenguaje intermedio. Al mismo tiempo, a mí nunca me han gustado en la literatura los narradores que hablan demasiado, tienen a sus personajes campesinos ahí, pero el narrador habla de otra manera. A mí me gusta construir lo que va sucediendo con las palabras de los mismos personajes.
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—¿Cuál consideras que es tu ventaja como novelista al tener una formación también de periodista?
—El método de reporteo es muy útil a la hora de escribir, sobre todo cuando uno escribe ficciones realistas. Tener la costumbre de estar todo el tiempo indagando y preguntándote y saber cómo acceder a la información es superútil. Yo en realidad no hago mucha distinción, cuando escribo crónica, por ejemplo, busco una forma literaria y trato de que sea como un cuento o una pequeña novela, lo que cambia es el material con el que trabajo. Cuando escribo crónicas forzosamente debo trabajar con material que ha sido emanado de testimonios, en una crónica jamás voy a escribir que alguien dijo algo que no se dijo, pero en la ficción tienes más libertad, puedes acomodar ese material y moldearlo como te conviene. Ahora, no necesariamente por eso la ficción es más fácil y, por otra parte, escribir crónica es muy complicado, hay veces que la realidad está tan loca que si no acortas muchas cosas nadie te va a creer que es la realidad.
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