El incidente evocó algunos de los peores temores de Alemania.
Poco después de la una de la madrugada del día de Año Nuevo, en un bar atiborrado de Frankfurt, un grupo de unos cincuenta hombres “árabes” –como diría después el propietario, Jan Mai- entró en el establecimiento y se puso a bailar, empujando y toqueteando a las parroquianas, a veces metiéndoles las manos bajo las faldas.
Fue un “sex mob”, que implicó a “masas” de migrantes, o al menos así lo describió el Bild, popular tabloide alemán que entrevistó a Mai. La noticia se hizo viral en los medios sociales después de que la retomaran canales de derecha como Breitbart News.
Además de Mai, el único testigo del reportaje del Bild fue “Irina A.”, una veinteañera que no proporcionó su apellido, aunque ofreció detalles íntimos de cómo fue presuntamente agredida. “Me alegro de haber usado pantimedias”, dijo al periódico. “Metieron la mano bajo la falda, entre mis piernas, mis senos, por todas partes”.
El artículo sorprendió a las autoridades, dice Andrew McCormack, portavoz de la policía de Frankfurt, pues aquella noche no habían recibido informes de agresiones sexuales en la zona. El departamento comenzó una investigación. Propietarios de negocios locales dijeron a la policía que no vieron “pandilla” (mob) alguna durante la noche. Poco después, la policía descubrió posts en la página de Facebook de Irina, donde indicaba que ni siquiera estuvo en la ciudad la víspera de Año Nuevo. McCormack agrega que la policía no pudo hallar otros testigos del supuesto crimen. Y cuando pidieron que Mai entregara la grabación de seguridad del bar, el hombre dijo que las cámaras no servían.
En una conferencia de prensa, el 14 de febrero, la policía anunció que los alegatos eran infundados. Ahora, McCormack dice a Newsweek que Mai e Irina están siendo investigados por diseminar rumores falsos y entorpecer el trabajo de la policía (Mai asegura que dice la verdad, e Irina no respondió peticiones de comentarios vía mensajes de Facebook). Entre tanto, Julian Reichelt, director editorial de la versión en línea del Bild, se disculpó por su “reportaje poco verídico”.
Las noticias falsas no son novedad en el periodismo. Sin embargo, la naturaleza de la internet, los medios sociales y el actual clima político partidista han creado un terreno propicio para informes ficticios que, con cada me gusta, me encanta y retuit se aproximan a un público masivo de escala global. Las llamadas “noticias falsas” tienen muchas formas; desde canales que, con fines de lucro, se hacen pasar por organizaciones noticiosas reales hasta fuentes noticiosas legítimas que, desesperadas por tráfico, se precipitan a publicar artículos sin comprobar la veracidad.
Esas noticias falsas proliferaron durante las recientes elecciones presidenciales en Europa y Estados Unidos, impulsadas por el populismo y la propaganda rusa. Entre las más indignantes: un informe de que Hillary Clinton y el presidente de su campaña en 2016, John Podesta, estuvieron implicados en una red de pederastia que operaba en una pizzería de Washington, D. C.
El nuevo frente bélico de las noticias falsas es Alemania, donde las elecciones federales se llevarán a cabo en septiembre, y la canciller Ángela Merkel y otros legisladores temen que los reportajes ficticios –generados por partisanos, individuos con intereses propios y la inteligencia rusa- puedan impactar en la votación. “Las opiniones no se forman como hace 25 años”, dijo Merkel en noviembre pasado. “Hoy tenemos sitios falsos, bots, troles; cosas que se regeneran por sí solas, reforzando opiniones con ciertos algoritmos. Tenemos que aprender a lidiar con ellas”.
Para combatir el problema, Alemania ha adoptado la postura más agresiva del mundo frente a las noticias falsas. Esta primavera, el gobierno alemán dio a conocer un proyecto de ley contra la incitación al odio, según el cual se multará con hasta 50 millones de euros (56 millones de dólares) a las empresas de medios sociales, incluidas Twitter y Facebook, si no eliminan noticias falsas o reportajes que inciten al odio. El gabinete de Merkel aprobó la iniciativa y el proyecto de ley parece tener grandes probabilidades de ser aprobado por el Parlamento alemán este verano.
Facebook se opuso a la legislación, y en su declaración argumentó que “obligaría a que las compañías privadas, y no las cortes, actúen como jueces para determinar lo que es ilegal en Alemania”. Sin embargo, el titán tecnológico prometió que, para fines de 2017, expandiría a 700 integrantes su equipo alemán para revisión de contenidos y que contrataría servicios de verificación de terceros en Europa para contener las noticias falsas.
ACHTUNG, NENE: Desde que se recibieron notificaciones verificadas de agresiones sexuales perpetradas en Colonia, hace dos años, han circulado infinidad de noticias falsas sobre inmigrantes que atacaban a mujeres en todo el país. FOTO: MAJA HITIJ/GETTY
Pero ¿qué aspecto tienen las noticias falsas en Alemania? En buena medida, llevan un sesgo político al explotar el hambre de los lectores por reportajes que confirmen sus creencias e ideologías. También tiende a hablar sobre los refugiados; de los cuales, dos millones han entrado en el país desde 2015. Y aunque muchos germanos apoyan esta política de puertas abiertas, Alternativa para Alemania (AfD; el partido de extrema derecha, uno de cuyos líderes dijo que la policía debiera disparar contra los refugiados que intenten cruzar la frontera) ha explotado la xenofobia con gran éxito. Aunque la popularidad de AfD ha disminuido recientemente, sus resultados en las encuestas son suficientes para conseguir escaños en el Parlamento en septiembre próximo, convirtiéndose en el primer partido de ultraderecha que llegará a la legislatura desde la Segunda Guerra Mundial.
HoaxMap, sitio web alemán que desenmascara noticias falsas sobre refugiados, afirma que, en el último año, ha descubierto al menos 250 reportajes engañosos. Los temas más comunes incluyen robo, asalto y violación. Otros involucran a refugiados que matan y comen cisnes, profanan tumbas y acosan mujeres con fines sexuales.
Desde que recibieron notificaciones verificadas de agresiones sexuales perpetradas en Colonia, la Noche Vieja de 2015, Miriam Aced y Christina Lee, de Migration Voter –iniciativa alemana que estudia el impacto de la migración en las elecciones- han observado un “patrón inquietante” donde las noticias falsas, como el reportaje “sex mob” del Bild, se han centrado en el abuso sexual de las mujeres. “Lo interesante es que la información del incidente de Frankfurt mencionó a menudo que había ocurrido un año después del incidente de Colonia”, comenta Lee. “Es como si los periodistas quisieran recordar al público, constantemente, lo que pasó en Colonia”.
En enero pasado, poco después de darse a conocer el incidente de Colonia, una niña rusa de 13 años, residente de Berlín, afirmó que había sido secuestrada y violada por un grupo de inmigrantes árabes. Channel One, popular cadena de televisión rusa, transmitió un segmento sobre su historia y afirmó, falsamente, que la policía berlinesa estaba ignorando sus acusaciones, lo cual desató una protesta por las calles de la ciudad. El problema: la noticia era falsa. Esto ha causado la inquietud de una posible interferencia de Rusia en las elecciones, recurriendo a filtraciones, ciberataques y noticias falsas dirigidas a los tres millones de emigrados rusos que viven en Alemania.
Lee y Aced dicen que no queda claro si las noticias falsas influirán en las próximas elecciones. Diversos estudios arrojan resultados mixtos en cuanto a la cifra de alemanes que confían en la prensa. Pero las dos investigadoras opinan que el sentimiento antiinmigrante, nutrido por las noticias falsas, ha forzado a Merkel a endurecer su retórica en inmigración. Hace poco, la canciller manifestó su apoyo para la prohibición de los velos que cubren todo el rostro, postura que inicialmente defendió AfD.
Mai se aferra a su relato de la pandilla de migrantes, pese a que la publicidad ha lesionado su negocio. “¿Por qué iba a contar una historia como esa?”, protesta, sentado en un rincón de su bar, casi vacío, una lluviosa tarde de sábado, en marzo. “No es bueno para mi reputación… La gente entra para llamarme racista. Preguntan si este es el ‘bar nazi’ que mencionan los periódicos”.
Sin embargo, McCormack ha descartado como embuste la historia de Mai. Y no es la única que ha visto en la prensa recientemente. En enero, la policía en Dortmund desmintió un reportaje donde Breitbart News afirmaba que una multitud coreaba “Allahu akbar” mientras prendía fuego a una iglesia. Según la policía, aquella noche fue, de hecho, “bastante promedio y hasta tranquila”.
“Las noticias falsas son peligrosas”, dice McCormack, “porque muchos pueden creer que son reales”. Y a juzgar por la anécdota de Mai, muchos alemanes ya las creen.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek