Muchas personas dicen ser adictos al té, al café, al trabajo o al
chocolate. Las palabras ‘adicción’ o ‘adictivo’ se utilizan tanto en circunstancias
cotidianas que han perdido todo su sentido, al grado de quitarle al término su
utilidad en el ámbito clínico.
La diferencia entre el entusiasmo excesivo y una adicción es muy simple:
“el primero te da vida, mientras que una adicción te la quita”, señala Mark
Griffiths, director de la Unidad de Juego y profesor de Comportamiento Adictivo
en la Universidad Nottingham Trent, Reino Unido. Agrega que para ser
clasificada como adicción, “cualquier conducta debería comprender una serie de
componentes clave, como la preocupación en sí, el conflicto con otras
actividades y relaciones, los síntomas de abstinencia cuando no se hace, incremento
paulatino de la conducta con el tiempo (tolerancia), y el uso de la conducta
para alterar el estado de ánimo”.
Hacer algo de manera habitual o en exceso no tiene por qué significar un
problema. Hay muchas conductas que podrían en teoría calificarse de adictivas, como
consumir cafeína o ver televisión, y lo más probable es que se trate de
conductas habituales que son importantes en la vida de una persona, y que en
realidad causan pocos conflictos, o ninguno. Mientras no tengan consecuencias
psicológicas o fisiológicas significativas en la vida cotidiana del sujeto, no deberían
calificarse de adicción.
Hace unos años, Steve Sussman, Nadra Lisha y Mark Griffiths publicaron
un trabajo que examinaba la relación entre once posibles conductas adictivas:
consumir tabaco, bebidas alcohólicas o drogas prohibidas, comer, apostar, usar
Internet, amar, el sexo, el ejercicio físico, el trabajo y las compras. Determinaron
que en un año, casi la mitad de la población adulta estadounidense llega a experimentar
los signos de inadaptación propios de un trastorno adictivo; piensan que tal vez
las adicciones se deben a problemas relacionados con el estilo de vida y con
factores personales.
Diversos artículos científicos señalan que padecer una adicción aumenta
la propensión a sufrir otras. Griffiths está de acuerdo, señala que ha
encontrado jugadores compulsivos alcohólicos, o personas adictas al trabajo y a
la cafeína; “también es común que los que abandonan una adicción la sustituyan
por otra”. Y se entiende; dejar una adicción crea un vacío que hay que llenar
con sensaciones similares.
Existen muchos factores que predisponen el comportamiento adictivo,
entre ellos los genes y los rasgos personales, que podría incluir una elevada
inestabilidad emocional (aquellos que se muestran ansiosos, infelices,
impulsivos, descuidados, desorganizados).
El especialista concluye que no existen pruebas aceptables “de que
exista un rasgo de personalidad específico –o un conjunto de ellos– que sirva
para predecir la adicción y nada más que la adicción”.