ES EL FUTURO PRÓXIMO. Un vehículo de autoconducción lleva a sus pasajeros a toda velocidad por una carretera y, de la nada, un puñado de peatones aparece en su camino. El coche puede seguir de frente y llevárselos entre las ruedas o desviarse y chocar contra un árbol, matando a los que van dentro. ¿Qué preferirías?
Si eres como los que respondieron la encuesta de un estudio reciente, “El dilema social de los vehículos autónomos”, publicado en la revista Science, es probable que prefieras que el coche salve la vida de los peatones, a menos de que estés en el vehículo. Este impulso de autoconservación crea un dilema social que podría demorar la adopción de la tecnología emergente y, como escribieron los autores del estudio, podría condenar innecesariamente a cientos de miles de personas a muertes de tránsito prevenibles. “La mayoría quiere vivir en un mundo donde los autos minimicen las bajas”, dijo en un comunicado Iyad Rahwan, coautor del estudio y profesor asociado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. “Pero todos quieren que su auto los proteja a toda costa”.
Primero, los investigadores encuestaron a 1928 usuarios de internet respecto a cuán moral calificarían la respuesta de un coche autónomo en diversos accidentes hipotéticos. De esas respuestas emergió un patrón muy claro: a mayor número de peatones salvados, más participantes consideraban ético que el vehículo sacrificara a un pasajero, incluso imaginando que dicha persona era un miembro de su familia.
Sin embargo, al preguntar a los participantes si el gobierno debía exigir que los coches sin conductor minimizaran las muertes de peatones a expensas de los pasajeros, y si comprarían un vehículo programado para tal fin, los encuestados aprobaron la idea de que el vehículo autónomo matara a un peatón para salvar a otros diez. Y también les gustó la idea de que otros automovilistas tuvieran vehículos que sacrificaran pasajeros para proteger a los peatones. No obstante, se mostraron menos dispuestos a comprar semejante auto o apoyar al gobierno para imponer ese tipo de sacrificio. En general, los encuestados mostraron tres veces menos probabilidades de adquirir un coche diseñado para permitir que mueran los ocupantes para salvar a los peatones que uno sin ese tipo de programación.
Los proponentes de los vehículos sin conductor argumentan que, de adoptarse ampliamente, la tecnología salvará muchas vidas. En 2013, los choques mataron a cerca de 33 000 personas en Estados Unidos y a 1.25 millones en todo el mundo, y casi todos fueron causados por error humano. Los autos que se desplazan con algoritmos pueden comunicarse entre sí directamente, nunca se quedan dormidos, no se distraen, no escriben mensajes de texto ni se embriagan.
Si la tecnología resulta ser tan segura como afirma la publicidad, el riesgo de morir al volante sin duda se desplomará. De cualquier manera, habrá algunas colisiones, y algunas personas morirán. La pregunta es: ¿quiénes?
Nadie quiere ser el que termine incrustado en un árbol para salvar a los peatones. Los autores escriben: “Este es el desafío que deben tener en cuenta los reguladores y los fabricantes de automóviles”, y añade que, paradójicamente, los aspectos emocionales en torno a la regulación “pueden aumentar las bajas al postergar la adopción de una tecnología más segura”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek