Antes de ascender a la suprema posición de liderazgo en el otoño de 2012, muchos analistas extranjeros describieron al nuevo jefe del partido como un “líder débil”, un “constructor de consensos”, un “conservador a ultranza”, un “liberal de clóset”, incluso como el “Gorbachov de China”. Todos creían que no había que esperar grandes cambios durante el primer periodo de Xi porque necesitaría mucho tiempo para consolidar su poder.
Mas lo ocurrido en los primeros años de su liderazgo sorprendió al mundo. Según la descripción de muchos analistas, Xi resultó ser “el líder más fuerte que China ha tenido en muchos años”, el destructor del sistema de gobierno colectivo y el implementador de “cambios drásticos”. La estrategia de gobierno de Xi ahora es percibida como políticamente conservadora y económicamente liberal.
Con todo, la mayoría de los analistas ha pasado por alto las medidas políticas paradójicas que ha iniciado este líder, intrigante y complejo:
* El objetivo general de su política económica, demostrado en la tercera asamblea plenaria del 18º Comité Central, celebrada en otoño 2013, es convertir al sector privado en el motor de la economía china y construir una economía impulsada por la innovación.
Sin embargo, su persistente énfasis en los campeones nacionales de China (las principales empresas estatales), el estrecho control de Internet y la discriminación de compañías de tecnología extranjeras, socavan la vitalidad de una auténtica economía de mercado.
* La postura políticamente conservadora del gobierno de Xi, que se sustenta en la vigilancia ideológica, ha marginado a los intelectuales liberales del país.
Pero, de manera contradictoria, Xi ha pedido promover a los grupos de reflexión chinos (integrados por intelectuales) dando prioridad a su desarrollo como un objetivo nacional estratégico. Además, su propio equipo económico consiste eminentemente de tecnócratas financieros educados en Estados Unidos, y ha instado al liderazgo del partido para reclutar repatriados que hayan estudiado en el extranjero.
* El liderazgo de Xi se caracteriza por su fuerte represión de grupos e individuos inspirados por las “revoluciones de color” y por lo que las autoridades chinas denominan la “conspiración estadounidense anti-China”. Esto fue evidente en la creación de una ley sobre organizaciones extranjeras no gubernamentales (ONG) publicada por el Congreso Nacional Popular a principios de año.
Pero interesantemente, en junio 2015, el presidente Xi tuvo un encuentro muy publicitado con Aung San Suu Kyi, símbolo del movimiento democrático birmano. Así mismo, su esposa, la primera dama Peng Liyuan, también es célebre por su participación entusiasta en grupos ONG, sobre todo la Fundación Bill y Melinda Gates, el combate del tabaquismo, la prevención del SIDA y otras causas sociales.
* El logro político más asombroso del liderazgo de Xi es su osada y extensa campaña anticorrupción. Solo en 2013, las autoridades chinas investigaron a 182,000 funcionarios, la cifra anual de casos más alta en 30 años. Para septiembre 2015, las autoridades habían purgado a cerca de 120 líderes de nivel viceministerial y provincial por cargos de corrupción.
Sin embargo, Xi jamás ha vinculado la descarada corrupción oficial con los defectos fundamentales del sistema político chino. Por el contrario, afirma que los chinos deben confiar en el sistema.
* Bajo la iniciativa del presidente, la cuarta asamblea plenaria del 18º Comité Central del Partido, celebrado en el otoño de 2014, fue dedicado a la reforma legal. Fue la primera plenaria en la historia partidista que se concentró completamente en la legislación. Más que cualquier otro líder, Xi está interesado en hacer que el desarrollo judicial del país sea parte de su legado.
Aun así, en 2015, las autoridades chinas arrestaron o procesaron a varios cientos de abogados y profesionales legales pro derechos humanos acusándolos de “poner en peligro la seguridad nacional”.
* En cuanto a relaciones exteriores, Xi se ha reunido a menudo con el presidente ruso Vladimir Putin y ha consolidado de manera significativa las relaciones chino-rusas. Pero lo más importante para Xi es la relación chino-estadounidense, donde los chinos esperan un nuevo tipo de relación de poder.
Xi también se ha contradicho al afirmar que “Asia es para los asiáticos” y luego declarar que “el océano Pacífico es lo bastante grande para dar cabida a China y Estados Unidos”. Del mismo modo, respecto de las tensiones con la península coreana, se ha manifestado abiertamente a favor de su “hermana surcoreana” Park Geun-hye contra su “hermanito comunista” Kim Jong-un.
Estos ejemplos no sugieren, de forma alguna, que Xi Jinping sea un oportunista político. Todos los líderes políticos han sido contradictorios en algún momento. En palabras de Oscar Wilde: “Los bien educados contradicen a otras personas. Los sabios se contradicen a sí mismos”.
Como líder de una nación que cambia rápidamente, con opiniones y valores contrastantes y conflictos de interés, Xi Jinping actúa sabiamente al buscar un delicado equilibrio entre los diversos constituyentes y las fuerzas socioeconómicas. Podría decirse que son, precisamente, sus contradicciones las que le convierten en un líder eficaz y completo, pues la creciente complejidad del ambiente internacional que enfrenta China le obliga a proceder con deliberada ambigüedad en sus posturas y estrategias.
Sus contradicciones sugieren, igualmente, que Xi Jinping no es un líder dogmático, sino que puede ser flexible. Claro está, algunas de sus contradicciones podrían ser solo temporales.
Si Xi aspira a pasar a la historia como uno de los grandes líderes de China, tarde o temprano tendrá que presentar una visión claramente articulada y coherente para la trayectoria del país. Es razonable que pase los primeros años de su liderazgo buscando la secuencia correcta para implementar su agenda, maximizar el apoyo del público y acumular su capital político. Pero cuando sea convocado el próximo Congreso del Partido, en el otoño de 2017, Xi tendrá que revelar su postura sobre la institucionalización política de China.
Los observadores extranjeros necesitamos tener una comprensión profunda de las contradicciones de Xi. No podemos exagerar una dimensión de su liderazgo e ignorar otras. Aún es prematuro emitir un juicio definitivo sobre sus intenciones, capacidad y legado histórico. Sería un craso error concluir que las decisiones políticas de Xi –sean nacionales o internacionales- están predeterminadas.
Y aún más peligroso sería asumir que una confrontación mayor o hasta una guerra con China es inevitable. Por supuesto, China habrá de decidir su camino y Xi elegirá su legado. Pero los políticos de Washington tienen una fuerte influencia en la trayectoria de China y un enorme incentivo para asegurar la estabilidad de las relaciones Estados Unidos-China.
Es en el mejor interés de Estados Unidos que esta visita de Xi se convierta en una oportunidad para fortalecer el entendimiento mutuo en las dos costas del Pacífico.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek.