El actual brote podría ayudarnos a prevenir esta y otras pandemias más peligrosas.
Solía pensarse que era un flagelo intermitente limitado a la espesura de África Central. El virus saltaba de sus portadores animales a una comunidad cercana que se alimentaba de ellos, mas los brotes aparecían y “se apagaban” rápidamente cobrando apenas unas 1600 víctimas en las casi cada cuatro décadas desde 1976, cuando se identificó el primer caso en un obrero sudanés.
Pero ahora, con la facilidad de los viajes y la mayor permeabilidad fronteriza, la epidemia de ébola se ha diseminado de la zona rural a centros más densamente poblados a los que el patógeno nunca había llegado, como Conakry, capital costera de Guinea y hogar de dos millones de habitantes, donde existe la probabilidad de que se vuelva endémico. “Antes de este brote, el virus no se había detectado en Sierra Leona, Liberia o Conakry. Pero ahora está aquí”, informa Stephen Morrison, director del Centro de Políticas en Salud Global del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales. “Que retroceda no significa que se haya ido. Veremos más brotes; será una enfermedad recurrente”.
Este nuevo brote de ébola se disemina más rápido que nunca. Patrick Sawyer (40 años) era un estadounidense que contrajo el virus y habría volado a Minnesota de no haber muerto en Lagos. Viajó de Liberia a Ghana y Togo antes de llegar a la ciudad más grande de Nigeria: cinco países en un mismo viaje, con incontables vías de infección en el camino. Las fronteras son tan porosas como la cantidad de vuelos, personas y bienes que las cruzan, de manera que son en extremo permeables; y el virus aprovecha el autoestop, llegando más lejos que nunca.
La semana pasada, dos estadounidenses infectados con ébola fueron repatriados en un operativo muy cuidadoso: cubierto de pies a cabeza con trajes sellados y no porosos, el personal depositó a los pacientes en cápsulas de aislamiento para enviarlos en vuelos distintos, uno el 2 de julio y el siguiente, tres días más tarde. Del aeropuerto, los dos pacientes fueron transferidos a la Universidad de Emory, en Atlanta, donde se encuentra uno de los cuatro pabellones de aislamiento, en todo el país, que cuenta con equipos especiales y personal específicamente capacitado para tratar enfermedades en extremo contagiosas.
Los pacientes, Dr. Kent Brantly y Nancy Writebol, eran trabajadores de salud que hacían labor voluntaria en África y de alguna manera, pese a los uniformes aislantes que usaban para manipular pacientes con ébola, contrajeron la enfermedad que –al momento de publicar este reportaje- ha cobrado 961 vidas en cuatro países en los últimos seis meses, lo que le convierte en el brote de ébola más mortífero en la historia.
No obstante, aun con la exagerada cobertura de medios y redes sociales sobre el transporte de las víctimas del ébola, es casi imposible que Bradley y Writebol hayan introducido la mortífera plaga en Estados Unidos y aunque así fuera, las consecuencias serían menores. “Si [ébola] apareciera en Estados Unidos, se detendría de golpe pues aquí no existe la dinámica para su transmisión”, explica Ian Lipkin, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Columbia que identificó al virus del Nilo Occidental como agente causal de la epidemia de encefalitis de 1999 en la Ciudad de Nueva York.
A diferencia de la influencia porcina AH1N1, que mató a 575 400 personas en 74 países durante la pandemia de 2009, el ébola no se transmite en el aire, sino mediante los fluidos corporales y cuando el individuo se vuelve contagioso, suele encontrarse muy enfermo y bajo atención médica (al menos en Estados Unidos). Además, con una “adecuada cultura de control de infecciones, la sangre y los fluidos corporales se manipularían correctamente”, agrega el Dr. Amesh Adalja, infectólogo de la Universidad de Pittsburgh que analiza amenazas y programas de respuesta para hospitales. El ébola sería controlado como la fiebre de Lassa, otra enfermedad viral hemorrágica que, desde 1980, visitó ocho veces a Reino Unido y fue controlada sin que hubiera individuos infectados o el público prestara mucha atención.
Por otro lado, la noticia de la diseminación del ébola jamás podrá olvidarse. En nuestra mente han quedado grabadas horripilantes imágenes de personas que agonizan y escupen sangre, mientras sus órganos son destruidos. Y ya hemos visto cómo sería un brote en Estados Unidos: la película “Epidemia” (1995) describe un virus imaginario que habita en los monos y se disemina desde un laboratorio de California obligando a imponer la ley marcial. El exitoso thriller no ficción de Richard Preston, Zona caliente (1994), propone un simple dolor de cabeza como primer síntoma de algo mucho más grave y mortífero, como el ébola. En suma, es posible provocar pánico y paranoia con la simple mención de la enfermedad.
Una razón de que el ébola ocasione tanto temor en el público es que, por lo pronto, no es curable. Sin embargo, si la enfermedad generara tantos fondos y voluntad política como pánico, la vacuna podría estar lista en escasos dos años, asegura Heinz Feldmann del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, rama de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés).
Hasta el momento varias vacunas y sustancias no aprobadas han demostrado su utilidad en estudios animales; de hecho, hace años que algunas han estado listas para utilizarse en estudios clínicos humanos, afirma Feldmann. Una prometedora vacuna que él ayudó a producir demostró, en pruebas de laboratorio, su capacidad para proteger macacos Rhesus contra la cepa ébola-Zaire, que hoy acecha África Central y Occidental; incluso sirvió de tratamiento, pues salvó las vidas de cuatro de los ocho animales infectados con el virus. Y para una enfermedad que puede alcanzar una tasa de mortalidad humana de hasta 90 por ciento, ese resultado es estupendo.
“Lo frustrante es que tenemos otro brote en el que no se están utilizando esas opciones terapéuticas”, acusa Feldmann. “Hay que cambiar el enfoque. No podemos seguir esperando. El trabajo en algunas de esas vacunas ha estado detenido 10 años”.
La falta de financiación es resultado del desinterés de las farmacéuticas, para las que una enfermedad rural africana, de mortalidad relativamente baja, no representa un mercado lucrativo. La investigación en ébola recibió cierto impulso financiero en 2001, luego que los ataques postales con ántrax mataran a cinco personas y pusieran a Estados Unidos en estado de alerta bioterrorista, ya que ébola parecía un buen candidato para futuros ataques: algunas cepas han matado 90 por ciento de los individuos infectados; y aunque solo se transmite en los fluidos corporales, “una vez que ataca, hay fluidos en abundancia”, comenta Morrison. Ébola ocasiona una fiebre hemorrágica que impide la coagulación en los tejidos que destruyen sus minúsculos agentes infecciosos, llamados virones y en los casos más graves, la sangre emana por todos los orificios, razón por la cual los Centros para Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) señalan que la enfermedad no tardaría en desatar “pánico público y disturbios sociales”.
El gobierno de Estados Unidos ha clasificado al ébola como un agente bioterrorista potencial de “Categoría A” –considerado el máximo nivel prioritario- y ha desembolsado millones de dólares para desarrollar contramedidas en la eventualidad de que el virus llegara a utilizarse en un ataque (en 2013, el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas gastó 42.49 millones de dólares en investigaciones sobre ébola). Sin embargo, eso no ha bastado para llevar una vacuna prometedora al mercado. Feldmann teme que, cuando termine el brote actual, el estado de amenaza y urgencia en torno de ébola se disipe junto con las posibilidades de continuar desarrollando una cura. “Me preocupa que, cuando termine este brote, todo vuelva a la normalidad. Tenemos que asegurarnos de que no sea así”.
De no ser por la falta de fondos, la cuenta de víctimas de este brote de ébola habría sido mucho más baja. “Es inadmisible que nos sentemos a esperar cruzados de brazos mientras miles mueren en otras partes del mundo”, dice Lipkin.
Hacia la espesura
Para todos los países[JM1] , sobre todo donde el virus es endémico, tal vez más importante que hallar la cura del ébola es encontrar la manera de impedir que salga de la selva una nueva enfermedad infecciosa hasta ahora desconocida. Y para ello hace falta una estrategia realmente global.
Expertos en salud pública saben que los brotes de ébola inician cuando la gente come animales salvajes portadores o entra en contacto con sus heces, orina o saliva. El virus no daña a todos los huéspedes; de hecho, entre un brote humano y el siguiente, pasa años desarrollándose en ciertos animales o “especies reservorio”. Aunque no se sabe con certeza, se cree que los murciélagos son la especie reservorio más probable del virus ébola, pues son animales de presa en las regiones de África Occidental donde se desató el brote actual (igual que los chimpancés, que pueden haber ingerido frutos mordidos o que estuvieron en contacto con desechos de murciélagos).
Ébola no es una amenaza trasatlántica como AH1N1, SARS o MERS[JM2] (Sindrome Respiratorio de Oriente Medio), pero todos comparten un mismo origen zoonótico; es decir, pasaron de animales a humanos. Resulta que el SARS se originó con los murciélagos. La epidemia de 2003, que mató a 774 personas e infectó a 8098 en todo el mundo, inició en China, donde especies silvestres de todo el país son introducidas en los mercados urbanos de animales vivos. Científicos descubrieron que los murciélagos de esos mercados del sur de China eran la probable fuente de SARS, pues contagiaban el virus a las civetas, pequeños felinos a veces utilizados como alimento.[JM3]
La matanza y manipulación de carne en esos atestados centros diseminó aun más al patógeno y a poco, el gobierno prohibió la venta de civetas. Aunque, técnicamente, las leyes de 1989 para la protección de la vida silvestre proscriben el comercio con murciélagos, la enorme demanda de especies salvajes en el país sostiene los mercados negros de animales salvajes en diversas regiones de China. Por último, parece que la actual epidemia MERS en Oriente Medio también se originó con los murciélagos.
La relación entre la diseminación viral a partir de la vida silvestre y la amenaza que representa una grave pandemia global es un creciente campo de investigación, por lo que la Agencia para Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés) ha establecido un consorcio de expertos en Amenazas Pandémicas Emergentes (EPT, ib.) para establecer un sistema de alerta temprana que detecte dicha relación. “Queríamos encontrar la manera de anticiparnos a la curva, trascender al modelo tradicional de esperar a que haya un brote y tratar de responder, contener y rastrearlo a sus orígenes”, explica Jonathan Epstein, epidemiólogo de EcoHealth Alliance, organización no lucrativa que forma parte del consorcio USAID. EPT trabaja con gobiernos locales para identificar virus de huéspedes silvestres con potencial de ocasionar pandemias e investiga actividades de alto riesgo como los mercados de vida silvestre, donde personas y ganado tienen estrecho contacto con animales salvajes y aumenta el riesgo de diseminación viral.
Con todo, su labor se complica por las mismas fuerzas que la vuelven perentoria. Cuando investigadores del mundo desarrollado (como Estados Unidos y Europa Occidental) llegan en lugares donde las enfermedades infecciosas son endémicas, encaran la incómoda realidad de que la mejor manera de proteger de las enfermedades a los habitantes de África, Asia Suroriental y Latinoamérica consiste en hacerles cambiar su cultura. Algunas comunidades que mantienen estrecho contacto con sus animales dependen de la caza de presas silvestres para alimentar a sus familias y consideran que la cercanía física es un elemento crítico de sus valores familiares, todo lo cual se contrapone a las estrategias de salud pública convencionales.
Epstein señala que los investigadores deben empezar por pequeños cambios. “El lavado de manos es una estrategia simple y eficaz para reducir el riesgo de infección, pero aun así, no es una conducta fácilmente adoptada”, explica. Sin embargo, los cambios más radicales difícilmente son asimilados. “La experiencia demuestra que la prohibición directa de una conducta nunca da resultado”, prosigue. La imposición de criterios occidentales sobre alimentación o hábitos es siempre contraproducente. “Son costumbres profundamente arraigadas. En vez de insistir en que eviten esas actividades, cosa poco realista y culturalmente insensible, hacemos un gran esfuerzo para trabajar con gobiernos y socios locales de esos países, a fin de que adapten sus conductas y reduzcan riesgos”.
Por ejemplo, a mediados de la primera década del presente siglo, los habitantes de Bangladesh adquirieron una enfermedad provocada por el virus Nipah que se diseminó en la savia de palmera datilera contaminada por murciélagos, que es un componente esencial de la cultura, el comercio y la dieta locales. Cada noche, los vendedores hendían palmeras y dejaban que el líquido se recolectara en una vasija, el cual por la mañana irían a vender de puerta en puerta. En vez de acabar con esa costumbre, los antropólogos y funcionarios de salud del Centro Internacional para Investigación en Enfermedades Diarreicas de Bangladesh trabajaron con lugareños para desarrollar una cubierta de bambú asequible que pudieran colocar sobre la vasija para impedir el acceso a los murciélagos (EPT promovió su uso). La cubierta también evitó la entrada de insectos, tierra y otros contaminantes, y el resultado fue un producto superior que podían vender a un precio más elevado, al tiempo que protegían a sus comunidades de la infección del virus Nipah.
Esos programas individualizados requieren de tiempo y dinero, dos cosas que no hay en abundancia. Hace poco, la Organización Mundial de la Salud retiró gran parte de sus fondos del trabajo en enfermedades transmisibles debido a rigurosas restricciones presupuestales, mientras que CDC y NIH han sufrido limitaciones similares en Estados Unidos.
A principios de año, la presidencia Obama comprometió 85 millones de dólares, a lo largo de dos años, para ayudar a que 10 países incrementaran su capacidad para identificar y contener brotes de enfermedades infecciosas. “Y eso es nada”, apunta Morrison. “[La gestión de enfermedades infecciosas] debe impulsarse con dólares del exterior y seguir un programa a largo plazo. No puede ser obligación exclusiva de Estados Unidos… [Mas] el presupuesto estadounidense no contempla una línea presupuestal independiente dedicada a este propósito”. Y en su opinión, eso es un error peligroso.
David Quammen, autor de Spillover, crónica de la evolución de las epidemias humanas, dice que las dependencias que supervisan y previenen brotes son de la máxima importancia nacional. “Demos un vistazo a este brote en África Occidental y si nos resulta espeluznante, la próxima vez que vayan a negociar el presupuesto y el Congreso intente recortar fondos para CDC, el público tiene que protestar”.
Aunque los viajes aéreos han facilitado el riesgo de la diseminación de enfermedades, el cambio climático –que modifica y a veces expande el hábitat de los animales portadores- podría agravar futuros brotes de ébola, AH1N1, tuberculosis y muchas otras enfermedades infecciosas. Si la humanidad sigue adueñándose de territorios salvajes, los patrones de exposición cambiarán. La posibilidad de que una enfermedad mute en una versión más grave o de que un patógeno antaño exclusivo de los animales salte al ser humano, ya no es tema de ciencia ficción.
“La interrogante no es si habrá ‘otra grande’, sino cuál será el patógeno, cuál su virulencia y cuál la cuenta de víctimas”, dice Quammen. “Veremos más casos como este”.
[JM1]En el original: donde el virus es endémico y los que están fuera de África. Eso, creo yo, es el mundo entero. Pero son palabras más en la cuenta de los autores para Newsweek.
[JM2]Síndrome Respiratorio de Medio Oriente.
[JM3]En el original afirman que las civetas son animales de granja. Eso es falso. Son animales salvajes que viven en variados hábitats como montañas, sabanas, bosques y selvas tropicales. Es una especie en peligro. http://en.wikipedia.org/wiki/Civet ; http://www.bbc.com/news/uk-england-london-24034029 ; http://www.gmanetwork.com/news/story/332195/economy/agricultureandmining/animal-rights-group-peta-raises-howl-against-civet-coffee y 75 mil resultados más.