Cuando la población joven equivale al 26 por ciento en la región, el invertir en la juventud se convierte en un imperativo de derechos e inclusión y se considera tanto como una necesidad, una oportunidad.
Las juventudes de América Latina y el Caribe son actores protagónicos de la región, que hoy vive una etapa de transición demográfica en la que la proporción de personas en edades potencialmente productivas —15 a 29 años— crece de manera sostenida en relación con la de las personas en edades potencialmente inactivas —menores de 15 años y mayores de 60.
Es decir, es una etapa de transición que coloca a las naciones latinoamericanas y caribeñas en un momento denominado como bono demográfico, lo que significa que el porcentaje de población en edad de producir y trabajar es mucho mayor al porcentaje que puede considerarse dependiente.
Tal coyuntura supone que las sociedades de la región tengan mayores oportunidades para generar los recursos contributivos y fiscales para invertir con más solidez en las generaciones jóvenes que ingresan o están próximas a ingresar al mundo laboral.
Con un porcentaje del 26 por ciento de la población en la región, los jóvenes producen un impacto importante en el proceso de desarrollo económico al tener la capacidad de trabajar, producir, ahorrar e invertir, y por lo tanto, crear un sinnúmero de oportunidades.
En ese sentido, invertir en los jóvenes se convierte en una necesidad apremiante dado que el bono demográfico, al tener una etapa limitada de duración, se debe aprovechar en forma y tiempo para que produzca dichas oportunidades y genere beneficios capaces de mantener un sistema donde la pirámide de edades tenderá a invertirse.
De acuerdo con el Informe Regional de Población en América Latina y el Caribe 2011, creado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), hoy los adultos mayores de 60 años, que representan una de cada 10 personas en América Latina, serán, para el 2050, una de cada cuatro personas, lo que supone que en el futuro se elevará el costo de sostener a una población envejecida dados los costos en pensiones, jubilaciones, cuidados y salud frente a enfermedades crónicas y degenerativas.
Ana Elena Badilla, asesora regional en género y juventud de la oficina regional de la UNFPA, informó en entrevista con Newsweek en Español que invertir en la juventud no solo es necesario, sino indispensable, para poder promover mayor cohesión social y lograr el desarrollo económico y la reducción de la pobreza.
“La población de la región poco a poco va a ir envejeciendo porque se han reducido las tasas de natalidad, pero todavía hoy, y durante unos 15 años más, tendremos un contingente importante de jóvenes, sobre todo en los países que tienen menores niveles de desarrollo en la región. Por eso es especialmente urgente tomar acción inmediata en la inversión en los ámbitos de educación, salud, incluyendo la salud sexual y reproductiva, y empleo”, aseguró Ana Elena Badilla, y agregó que los grandes contingentes de jóvenes poco preparados para el mundo laboral y con baja educación implican en el futuro la reproducción intergeneracional de la exclusión y la desigualdad.
El abordaje de una respuesta integrada que dé atención a la educación, salud y empleo en la región se considera primordial para lograr enfoques integrados y de participación de la juventud para garantizar respuestas adecuadas y un mejor involucramiento de esta en la región.
Políticas públicas para la juventud
El secretario general de NU, Ban Ki-moon, y Ahmad Alhindawi, su enviado especial para la juventud, a principios de año señalaron la urgente necesidad de que las sociedades tomen en cuenta a los jóvenes y garanticen, por un lado, el pleno respeto a sus derechos humanos, y por otro, su involucramiento en los procesos de desarrollo para que ellos puedan participar plenamente en el diseño de los programas, las políticas y, en general, en la construcción de las sociedades.
El UNFPA y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), a través de la publicación del informe “Invertir en juventud en América Latina y el Caribe: un imperativo de derechos humanos e inclusión”, convoca a los encargados de desarrollar políticas públicas para la juventud y a tomadores de decisiones a considerar las prioridades de inversión para el cambio y el desarrollo de los jóvenes de la región tanto a nivel individual como a nivel social.
Hablar de políticas públicas para la juventud requiere de que se visualice a los jóvenes como individuos y como entes sociales, ya que, a nivel personal, todas las personas pasan por la etapa de la juventud, que es donde se desarrolla su proyecto de vida, y a nivel social el desarrollo de dichos proyectos tiene consecuencias directas en el progreso de la sociedad.
“Por eso es fundamental que la juventud de América Latina y el Caribe participe en el diseño e implementación de las políticas públicas, que les afectan directamente y que suponen su inserción en sus sociedades de manera inclusiva y productiva, así como la plena realización de sus derechos”, aseguró la asesora regional.
En América Latina y el Caribe se habla de la existencia de un marco normativo en el que se hacen visibles los compromisos asumidos por los estados para el resguardo de los derechos de los jóvenes, a manera de condición, para el “ejercicio pleno de su ciudadanía y de su inclusión social, económica y política”.
Sin embargo, los compromisos señalados en el marco normativo no son en su gran mayoría asumidos como políticas o programas específicos implementados para garantizar las condiciones necesarias para que los jóvenes se valgan de sus capacidades para ser productivos y, por lo tanto, cultural y económicamente autónomos.
“Lamentablemente, a nivel regional no hay suficientes políticas y programas para el desarrollo de la juventud que estén vigentes. En efecto hay buenas prácticas en la región, pero hemos encontrado que muchas de las políticas no están focalizadas o integradas y que no son sostenibles, o con un ámbito de acción muy reducido. Hace falta hacer más, mucho más”.
La triada de las e: embarazo, educación y empleo
Del 26 por ciento que actualmente alcanza la población joven de la región, un 39 por ciento está en condiciones de pobreza, un tercio de ellos no asiste a la escuela por diversas razones y uno de cada cinco jóvenes no estudia ni trabaja, pertenece a la generación de los “ninis”. La tasa de fecundidad de jóvenes en la región es de 73 nacimientos por 100 000 mujeres, cantidad solo superada por África.
Por ello, la denominada por el PNUD como “la triada de las e” —embarazo adolescente, educación y empleo— supone hoy uno de los principales retos a los que se enfrentan los países para lograr el correcto desarrollo de sus sociedades y la disminución de la pobreza.
La deserción escolar, por un lado, se da, según Ana Elena Badilla, por la llamada falta de pertinencia de la educación, que supone que los programas educativos hoy en día no responden a la realidad familiar, social, económica, cultural y política que los jóvenes viven. “Hoy en día estar en la escuela no significa que los jóvenes puedan tener una mejor posición social y desarrollo en otros ámbitos, pues no los prepara necesariamente para insertarse en el mundo que están viviendo. Entonces los jóvenes dejan de ver relevancia en el sistema educativo porque no les aporta nada”.
Por el otro lado, los jóvenes no encuentran un empleo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) califique como decente. Hay muchas dificultades para que los jóvenes puedan insertarse en el mercado laboral porque hay pocas opciones para ellos, y en muchísimos trabajos se exige experiencia.
“La mayoría de los empleadores buscan personas con experiencia y, obviamente, los jóvenes no tienen experiencia, lo cual significa que se necesita crear programas especiales para jóvenes a manera de aprendices o desarrollos de experiencias para que ellos luego puedan aspirar a otro tipo de puestos más calificados, pero esos programas son muy escasos en la región”.
La tercera variable, que es la del embarazo, incluye a una gran cantidad de mujeres jóvenes en la región, sobre todo esas que están en condiciones de pobreza y que no tienen acceso a programas de educación para la sexualidad y reproductiva, ni a información y anticonceptivos, y que a temprana edad quedan embarazadas.
“Hay mucha resistencia en los gobiernos de la región a oficializar programas de educación para la sexualidad porque hay temores, hay preocupación sobre lo que implica la educación para la sexualidad. Muchos creen que lo que los programas para la educación hacen es incentivar las relaciones sexuales tempranas de los jóvenes aun cuando se ha demostrado que es todo lo contrario. En países más desarrollados que los han implementado desde hace muchísimos años se ha encontrado que los jóvenes retardan más el inicio de su vida sexual activa y, por otro lado, utilizan más condones cuando la inician, lo que ha redundado en una baja tasa de embarazo adolescente”, informó la asesora regional del PNUD.
Por el contrario, en países de nuestra región, sobre todo los que tienen índices de desarrollo más reprimidos, hay mayores tasas de pobreza y desigualdad, y embarazos de adolescentes.
Las mujeres embarazadas tempranamente no van la escuela, lo que genera un círculo de pobreza que no solo conlleva a que las jóvenes se mantengan en esa línea, sino que también sus hijos tengan un alto riesgo de no poder salir de ese círculo, es decir, que provoquen la reproducción generacional de la pobreza.
“Estos tres factores se entrelazan fuertemente, y de ahí la necesidad de que haya estrategias de abordaje integrado para los tres ámbitos del problema”, puntualizó Padilla.
Actores protagónicos del desarrollo
Durante la juventud las personas encaran oportunidades y toman decisiones que determinan el rumbo de su vida. Por eso el trabajo que hoy se realiza bajo la convicción de que las juventudes de América Latina y el Caribe son actores protagónicos del desarrollo requiere que sea desempeñado por un grupo productivo que participe activamente en el aumento de los niveles de bienestar, inversión y desarrollo de sus países y de la región.
Según Ana Elena Badilla, el que esto suceda depende en gran parte de la voluntad de los gobiernos, ya que los jóvenes por sí mismos están trabajando activamente, se están organizando, y hay una gran cantidad de ellos que a través de redes nacionales y regionales se organizan, convocan, participan y se pronuncian mediante la formulación de declaraciones donde hacen un llamado a los gobierno sobre la agenda que ellos creen que se debe impulsar.
“Ya tenemos reuniones de indígenas, de afrodescendientes, de jóvenes, donde ellos emiten declaraciones con sus posicionamientos sobre los temas con los que le llaman la atención a los gobiernos; lo que hace falta es que los gobiernos abran esos espacios de interlocución con los jóvenes”.
También se considera indispensable que los jóvenes cuenten con acceso a servicios de salud, vivienda, educación, así como al empleo y a canales de participación.
Sin embargo, distintas exclusiones siguen operando y expresándose en mayor número de embarazos a temprana edad, niveles bajos de acceso a la educación, y altos niveles de desempleo.
“Por eso hay que lograr generar igualdad de oportunidades para los jóvenes, y para ello algunas de las medidas que se pueden tomar son las llamadas Medidas de Acción Afirmativas, impulsadas en el contexto del marco de los derechos humanos”, explicó Ana Elena Badilla.
Un ejemplo de dichas medidas son las enfocadas a garantizar el incremento del número de mujeres en puestos de decisión o la presencia de personas afrodescendientes en espacios que antes les estaban restringidos.
En el caso de los jóvenes, Badilla recomienda que los gobiernos acudan a ese tipo de medidas con el fin de incentivar la participación de jóvenes en puestos de decisión política y la creación de mecanismos de participación.
Primera conferencia regional sobre población y desarrollo
En el marco de la celebración del Día Internacional de la Juventud, que desde 1999 se celebra cada 12 de agosto, NU, a través de la oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), llevará a cabo este año la primera conferencia regional sobre población y desarrollo.
Dado que hoy en día los jóvenes encaran apremiantes desafíos mundiales, marginación en los procesos de adopción de decisiones y elevadas tasas de desempleo y pobreza, UNFPA compartirá en la conferencia regional los resultados de una encuesta realizada por la Asociación Iberoamericana de la Juventud con el apoyo del UNFPA y otros socios, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a más de 60 000 jóvenes en toda la región sobre los principales temas que les preocupan, como salud, empleo, educación, participación política, relación con personas adultas, cómo ven ellos su futuro y el futuro de la región, etcétera.
Además se va presentar la Agenda de Inversión Social en la Juventud, que trata de perfilar cuáles son los principales desafíos que la región tiene para enfrentar la problemática de los jóvenes para los próximos años.
Uno de los temas centrales de esta agenda es, precisamente, fortalecer las políticas de juventud y también las sectoriales que se puedan adoptar tanto en materia de empleo, educación y salud como en planes nacionales de desarrollo donde el tema de la juventud debe ser un componente central.
“Ahí estamos haciendo un llamado de nuevo a fortalecer la inversión en juventud y vamos a tener mesa redonda con ministros de diferentes ámbitos: educación, desarrollo social, planificación, etcétera, justo para discutir cuáles son esos desafíos”.
El tema central de la celebración del Día Internacional de la Juventud de este 2013 será la migración dado que, en la región, el 22 por ciento de la población joven es migrante. “La forma en que se previene la migración es creando las condiciones de educación, de empleo y de salud dentro de sus países para que los nacionales no tengan que verse expulsados hacia otros países buscando oportunidades”, aseguró Badilla.
Retos
Según Badilla, los retos en materia de juventud son muchos, pero principalmente es importante incrementar la inversión de los estados en políticas de juventud, ya sea través de políticas específicas, sectoriales, integrales o planes nacionales de desarrollo; así como crear espacios de interlocución con los jóvenes adoptando medidas específicas, como medidas de acción afirmativa que permitan colocar a más cantidad de jóvenes en puestos de decisión en los gobiernos, parlamentos, instituciones, puestos políticos y técnicos donde los jóvenes puedan participar activamente.
También, crear vías de interlocución con los movimientos y organizaciones de la sociedad civil de jóvenes, incrementar el acceso de las personas jóvenes a los servicios de salud sexual y reproductiva, a la información y a la educación integral para la sexualidad para contribuir a prevenir el embarazo adolescente y la creación de proyectos de vida de los jóvenes en condiciones que les permitan hacer una mejor transición a la vida adulta garantizando su permanencia dentro del sistema educativo y el acceso a un primer empleo decente.
Otro de los retos particulares que señala Ana Elena Badilla es crear oportunidades de empleos decentes para el primer empleo de jóvenes sin requisitos de experiencia que les permita poder desarrollar la experiencia para poder insertarse luego en empleos mejor calificados y de mayores requerimientos técnicos, y el lograr que los jóvenes se mantengan dentro del sistema educativo y evitar la deserción escolar garantizando que los jóvenes completen el ciclo escolar.
“La deserción se va dando cada vez más conforme aumenta el nivel educativo; en la secundaria la deserción es mayor que en la primaria, en la universidad es mayor que en la secundaria; no hay que olvidar que existe una relación proporcionalmente inversa entre educación y embarazo: a mayores niveles de educación menos embarazos en las jóvenes, y a menor educación mayor riesgo de embarazo”, concluyó la asesora regional en género y juventud de la oficina regional de la UNFPA.
Considerando que de aquí a 15 años la juventud seguirá representando un gran porcentaje de la población, es en efecto una gran oportunidad para lograr el desarrollo de la región, y por lo mismo, necesita ser reconocida en su diversidad de manera integral.