Jugos de naranja y caramelos, drogas sin límite y hombres desnudos para un “sexo desenfrenado”. Cuatro hombres desvelan a la AFP sus veladas “chemsex”, una práctica sexual en auge entre la comunidad gay no exenta de riesgos, incluso mortales.
Estos planes suelen reunir a hombres, que se conocen por internet, para mantener relaciones sexuales entre varios en casa, esnifando, tragando o inyectándose sustancias psicoactivas para aumentar su deseo y sus sensaciones durante varios días seguidos.
“El sexo es loco y desenfrenado. Está evidentemente ligado a las drogas, pero también a las fantasías que se cumplen de repente (…), un ‘lo estoy haciendo como en el porno'”, explica David, un psicólogo de 54 años, cerca de Burdeos, en el suroeste de Francia.
Este hombre ligeramente calvo, en pareja desde hace dos años, acude a estos encuentros desde hace unos 15. “Era una apertura respecto a mi educación religiosa y sexual y a la idea de ‘formar una pareja’ que mi familia me inculcó”, explica.
El hombre, que se marchó con 15 años de su casa para huir de un padre violento, describe un ambiente “amistoso” con un “anfitrión” que siempre vigila qué consumen sus invitados, hasta una docena de personas.
“Cuando llegamos, nos desnudamos y hay que pasar rápidamente a la acción. Durante los descansos, fumamos un cigarrillo, compartimos un jugo de naranja, caramelos… pero nunca hay alcohol, porque puede ser peligroso con ciertas drogas”, asegura.
Hugo (pseudónimo) se sumió durante “dos intensos años” en un “mundo extraordinario” los fines de semana, “como un niño que descubre Disney”: “Estaba en una nube, en otro mundo y no podía bajar”, asegura este empleado de supermercado de 42 años.
Sobredosis mortales
Pero se corre el riesgo de nunca regresar. Burdeos registró cinco sobredosis vinculadas al “chemsex” entre marzo y abril, tres de ellas mortales. La fiscal Frédérique Porterie aseguró que investigan si fue coincidencia o lo causó alguna sustancia tóxica.
A menudo compradas por Internet y enviadas por correo, las drogas son difíciles de rastrear: catinonas como 3-MMC y 4-MEC (estimulantes), ketamina (euforizante) o GBL, un limpiador de autos que, una vez ingerido, se degrada con un efecto relajante…
El “chemsex”, término derivado de las palabras “chemicals” (productos químicos) y “sex” (sexo) en inglés, surgió en los países anglosajones, sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido, en los años 2000.
En Francia, donde apareció una década después, lo practican entre 100.000 y 200.000 hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, tanto en ciudades como en zonas rurales, según un informe de 2022 del psiquiatra Amine Benyamina.
Según la asociación Aides, quienes lo practican son en un 90% hombres homosexuales. Pero también se da entre parejas heterosexuales liberales y en fiestas “rave”.
En Burdeos, el personal de la sauna masculina y bar Crunch limpia en la mañana la pista de baile, los jacuzzis y los cuartos oscuros. Varios carteles recuerdan que el consumo de drogas está prohibido.
Pero uno de sus gerentes, el actor porno Jess Royan, de 48 años, reconoce que en ocasiones encuentran “jeringuillas”, ya que es difícil detectar a sus consumidores. “Hoy en día, un tipo que no consume parece casi como si no fuera normal”, agrega.
“Bajar el ritmo”
Los riesgos son variados: sobredosis, prácticas sin protección con personas seropositivas o pérdidas de conciencia (“black-out”), como le ocurrió a Julien, de 42 años y pareja de David, que no recuerda nada de una velada desde que le inyectaron algo sin saberlo.
Alexandre (pseudónimo), de 31 años, también conoce esta sensación de “G-Hole”, causada por mezclar una sustancia con alcohol sin querer: “Sentí venir el hormigueo (…) Fui a la habitación y dormí ocho horas”.
Para evitarlo, Hugo aboga por vigilar a los demás, sobre todo en las veladas “menos amistosas” con “perversos” y participantes oportunistas “a los que les cuesta echar un polvo”.
Depresión, ansiedad o paranoia, unidos a un cansancio intenso, son otros riesgos, sobre todo para personas “bien integradas” socialmente y poco acostumbradas a las drogas, según el psiquiatra Jean-Michel Delile, de la Federación Addiction.
“Conocí a siete que murieron más o menos directamente por estos productos en Burdeos en los últimos cinco años: por sobredosis o suicidio”, dice Alexandre, quien sigue practicando el “chemsex” pero de forma menos “salvaje” porque “el cerebro siempre quiere más”.
En un ambiente donde la “omertá” reina sobre unos usuarios reacios a pedir ayuda, el seguimiento médico y asociativo es importante. “La justicia salvó mi vida”, admite Hugo, que lleva con un brazalete electrónico por un delito relacionado con las drogas.
David y Julien acuden a un centro de acompañamiento para “bajar el ritmo”. “Estamos volviendo a cosas más básicas. A disfrutar de la vida de otra manera (…) En lugar de dejarnos 300 euros en drogas, preferimos viajar a Barcelona”, afirma David.