La atención médica a hombres y mujeres no siempre es igual debido a varias razones, incluyendo diferencias biológicas, culturales y sociales.
En ese sentido, un nuevo estudio reveló que los médicos tratan a pacientes masculinos y femeninos de manera diferente cuando se trata del dolor: las mujeres en el hospital esperan más tiempo para ser atendidas y tienen menos probabilidades de recibir analgésicos que su contraparte.
“Las mujeres son vistas como exageradas o histérica y los hombres, como más estoicos (indiferentes a una sensación) cuando se quejan de dolor”, afirma el coautor del estudio Alex Gileles-Hillel, médico científico del Centro Médico de la Universidad Hebrea Hadassah en Jerusalén.
Para la investigación, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), Gileles-Hillel y sus colegas investigaron el alcance de este sesgo en los servicios de urgencias de hospitales israelíes y estadounidenses. Analizaron más de 20,000 informes de alta de pacientes que habían acudido con quejas de dolor inespecífico (sin una causa subyacente clara), como dolores de cabeza.
El análisis mostró que, al ingresar por primera vez al hospital, las mujeres tenían un 10 por ciento menos de probabilidades que los hombres de que se registrara su puntuación de dolor (un número del 1 al 10 proporcionado por el paciente para informar a los médicos sobre la intensidad del dolor).
Después de la evaluación inicial, las mujeres esperaban en promedio 30 minutos más que los hombres para ser atendidas por un doctor y tenían menos probabilidades de recibir analgésicos. La tendencia se mantuvo sin importar el género del enfermero o médico.
“Las mujeres pueden tener las mismas opiniones estereotipadas que los hombres sobre el dolor de las mujeres”, apunta Gileles-Hillel.
PUNTUACIONES MÁS ALTAS AL PACIENTE MASCULINO QUE AL FEMENINO
De igual manera, los investigadores examinaron cómo 100 profesionales de la salud percibían el dolor de los pacientes. A los participantes se les presentó un caso de un paciente con dolor intenso de espalda y se les proporcionó información clínica previa. Los perfiles de los pacientes eran idénticos, salvo por el sexo. Como resultado, los involucrados asignaron puntuaciones de dolor más altas al paciente masculino que al femenino.
“Una de las razones por las que vemos esto en el contexto del dolor es que no hay medidas objetivas para ello. Por esta razón, el médico tiene que confiar en lo que informa el paciente. Eso permite que haya más sesgo”, precisa Diane Hoffmann, investigadora de derecho sanitario en la Universidad de Maryland en Baltimore.
En palabras de la especialista, el tema debería destacarse durante la formación médica, para dotar a los médicos de una mejor comprensión del dolor y del potencial de sesgo a la hora de tratarlo.
Una solución más inmediata que Gileles-Hillel quiere probar es si el uso de sistemas informáticos para generar recordatorios podría ser suficiente para mejorar la equidad. Por ejemplo, una alerta podría aconsejar a un médico que recete analgésicos cuando un paciente haya informado de una puntuación alta de dolor, independientemente del género.
EL DOLOR Y LOS PROBLEMAS DE SALUD PUEDEN MANIFESTARSE DE MANERA DIFERENTE EN MUJERES Y HOMBRES
Sin embargo, no es la primera vez que este tema es estudiado. La Asociación Médica Mundial (WMA, por sus siglas en inglés) ya había denunciado que la desigualdad de género crea peligros en el tratamiento médico.
En un artículo de 2023, la WMA indicó que los problemas de salud pueden manifestarse de manera diferente en hombres y mujeres. “Es necesario abordar las la atención médica desigual entre ambos sexos, incluidas tanto la dimensión biológica como la sociocultural”.
“Los gobiernos tienen la obligación de garantizar que la información que se programe en los algoritmos de inteligencia artificial, que se están creando para informar sobre los diagnósticos y la gestión médica, debe incluir una muestra representativa de datos de mujeres para garantizar que la brecha de desigualdad de género no se amplíe aún más”, acusó entonces.
En cuanto a la enfermedad de Parkinson, por ejemplo, que afecta por igual a hombres y mujeres, ellas por lo general asisten solas a consultas médicas y muchas viven en solitario. Lo anterior, puede resultar en atención de menor calidad en comparación con sus contrapartes masculinas.
Asimismo, las mujeres tienden a ser infradiagnosticadas; experimentan la enfermedad de manera diferente a los hombres y reciben menos apoyo social, lo que impacta en el diagnóstico y tratamiento, limitando su acceso a opciones avanzadas como la estimulación cerebral profunda, argumentó por su parte la Secretaría de Salud mexicana.