Con las yemas de los dedos, José Pedro y Marina examinan la entrada de la Sagrada Familia de Barcelona y luego exploran su fachada, en un museo en Madrid que expone maquetas de monumentos del mundo entero para que los ciegos puedan descubrirlos gracias al tacto.
“¡Tantos detallitos! ¡Mira, qué tejado más raro!” se emociona José Pedro González ante la reproducción en madera de la famosa basílica diseñada por Gaudí, de un metro de altura, 137 veces más pequeña que la original.
“La verdad es que no me lo imaginaba así”, interviene Marina Rojas, quien dice que tocar el modelo “sorprende muchísimo, porque te haces una idea global de cómo es ese monumento (…) y la verdad que es una maravilla, parece que tiene muchísimo detalle y que es una auténtica maravilla”.
Fundado en 1992 por la Once, la organización nacional de ciegos españoles que cuenta con 71.000 miembros, el Museo Tiflológico (del griego “typhlós”: ciego) alberga 37 réplicas de monumentos, la mayoría de ellos catalogados como patrimonio de la humanidad.
Fabricadas en madera, metal, resina y piedra, las maquetas permiten a los visitantes, tengan o no discapacidad visual, tocar los edificios, una experiencia sensorial pensada para personas ciegas.
No hay en “otro lugar del mundo museos como este”, asegura Mireia Rodríguez, la guía de este lugar, también con discapacidad visual. “Sí que existen otros museos que están diseñados” para este público, “pero no exactamente con este mismo tipo de colección”.
La lotería y otros juegos de azar de la ONCE, muy populares entre los españoles, recaudan 2.500 millones de euros al año, lo que ayuda a financiar los sueldos de unos 72.000 empleados, el 61% de los cuales están discapacitados.
Estos ingresos también le permiten realizar otros proyectos, como este museo madrileño, que recibió 16.000 visitantes en 2023 y que también alberga obras de arte de artistas con discapacidad visual.
También exhibe los equipos utilizados desde principios del siglo XIX hasta los años ochenta para proporcionar a las personas ciegas acceso a la cultura, como los libros en braille.
Es “una maravilla”, resume Marina Rojas. “Por mucho que te expliquen, no puedes hacerte de verdad esa imagen” de los monumentos, lo que genera “un punto bastante grande de frustración”.
“Al final, puedes tocar un trocito de muchas partes del mundo”, agrega.
Acercarse al arte y la cultura
Los ojos de la mujer de 32 años alcanzan a ver solo un poco de luz, pero no perciben nada más.
“El tacto te da muchísima información” y este museo “es una oportunidad maravillosa para acercarnos un poquito más a la sociedad, a la cultura, al arte”, estima, Marina Rojas, rodeada de reproducciones de la catedral de Santiago de Compostela, la catedral de Burgos, el Palacio Real de Madrid y la Alhambra de Granada.
En otra sala, se exponen los monumentos internacionales, desde el Partenón de Atenas y la pirámide mexicana de Chichén-Itzá, hasta la Estatua de la Libertad de Nueva York y la Puerta del Sol de Tiahuanaco en Bolivia.
Las manos de José Pedro González se detienen más tiempo en la cúpula del Taj Mahal, fabricada en el mismo mármol blanco que el del edificio indio ubicado en Agra.
“Sabía que era un edificio de mármol y lo primero que me ha sorprendido” de la maqueta “ha sido eso, tocarla y verla fría”, sonríe, mientras su mano acaricia la réplica del mausoleo.
“Me encantan estas cúpulas orientales y luego toda la labor que tiene de tallaje del mármol o de los pequeños detallitos”, dice este hombre sexagenario, ciego de nacimiento.
En contraste, Boston, el perro guía de Marina Rojas lleva un mensaje sobre su arnés: “No me toquen, estoy trabajando”.