La Campanera “está recobrando la vida totalmente”, dice Ivón Cardona, habitante de esta barriada cercana a la capital salvadoreña que permaneció durante más de dos décadas sometida a una peligrosa pandilla, antes del combate gubernamental contra estos grupos criminales.
Dueña de una pequeña tienda, la mujer de 49 años relata que su barriada, de unos 10.000 habitantes, “realmente ha cambiado muchísimo” con la “guerra” contra las pandillas que el presidente Nayib Bukele lanzó en marzo de 2022.
Bajo la vigilancia de militares, ahora las fachadas de las pequeñas casas de La Campanera están pintadas, se han construido pequeños parques de diversión para niños y los grafitis con los que la pandilla marcaba su territorio fueron borrados y reemplazados por murales que simbolizan la paz.
En una de las paredes del lugar sobresale un gigantesco mural con personajes de la serie de anime japonesa Dragon Ball Z, como Goku y sus hijos Gohan y Goten.
Los vecinos de La Campanera, a unos 10 km al noreste de San Salvador, aseguran que recobraron la tranquilidad al amparo de un régimen de excepción que permite detenciones sin orden judicial, algo que critican organismos de derechos humanos como Amnistía Internacional (AI) o Human Rights Watch (HRW).
Estas entidades también han denunciado “malos tratos”, “detenciones indiscriminadas” y casos de tortura en las prisiones del país.
Este martes, la Asamblea Legislativa (Congreso unicameral) aprobó una nueva prórroga de la medida por 30 días, a partir del 8 de septiembre.
“Soy comerciante y les puedo decir que antes hasta las siete de la noche cerraba, ahora puedo llegar a las once de la noche”, resume Cardona.
De su lado, Bukele defendió su política de seguridad. “Esta era la capital mundial del asesinato hace apenas un par de años”, escribió el martes en la red social X.
“Balaceras” en el pasado
La Campanera estuvo dominada por la pandilla Barrio 18, que sometió a sus habitantes a sus reglas e impedían las visitas de personas ajenas al barrio.
En el lugar, ahora se ven camiones que abastecen de productos a las tiendas y vehículos de compañías que instalan televisión por cable.
En un pequeño parque, Pedro Morales, albañil de 74 años y con 24 de residir en el barrio, destaca que las “balaceras” quedaron en el pasado.
“Ha sido un cambio totalmente, como dicen un nuevo amanecer, un gran cambio, sale uno [a la calle] con confianza”, comenta Edy Guerrero, de 56 años, y que hace 27 vive en La Campanera.
El ambiente de seguridad que impera permitió a las autoridades recuperar casas que habían sido usurpadas, no solo en la capital, sino también en otras ciudades del país.
Al acecho de los delincuentes, centenares de viviendas habían sido abandonadas por sus propietarios, acosados por la violencia pandillera.
“A nivel nacional hemos recuperado y vendido, ya colocado 8.000 viviendas”, declaró el martes a la AFP la ministra de vivienda, Michelle Sol, durante una visita de trabajo al barrio.
Solo en La Campanera fueron recuperadas 900 viviendas. Los propietarios de 700 de ellas recibieron créditos de un fondo estatal o de la banca privada para restaurarlas.
“Ya no alquilamos”
En una de las viviendas, Nelson Cárdenas trabaja en la restauración de las paredes y el piso con una inversión de más de 3.000 dólares.
“Es un logro, porque ya no se anda alquilando y la zona está un poco más tranquila”, subraya el hombre de 30 años, quien compró allí porque buscaba “lo más barato y que se pueda vivir”.
En El Salvador hay 81.900 presuntos pandilleros detenidos bajo el régimen de excepción, que sumados a los reos por delitos comunes suman más de 100.000 reclusos.
A las pandillas, que se financiaban con extorsiones y venta de drogas, el gobierno les atribuye más de 120.000 homicidios en las últimas tres décadas.