El amor puede parecer que viene del corazón, pero los científicos han descubierto dónde vive este sentimiento dentro del cerebro. Un grupo de investigadores utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para medir la actividad cerebral mientras la gente pensaba en varios tipos de amor y descubrieron que el cerebro se iluminaba en diferentes áreas, según un nuevo artículo en la revista Cerebral Cortex.
Los expertos hallaron que el amor en diferentes tipos de relaciones resulta en actividad cerebral de diferentes fortalezas, pero todas activaron más o menos las mismas áreas cerebrales.
“Ahora proporcionamos una imagen más completa de la actividad cerebral asociada con diferentes tipos de amor que la investigación anterior”, dijo en un comunicado el coautor del estudio Pärttyli Rinne, filósofo e investigador de la Universidad de Aalto en Finlandia. “El patrón de activación del amor se genera en situaciones sociales en los ganglios basales, la línea media de la frente, el precuneo y la unión temporoparietal a los lados de la parte posterior de la cabeza”.
El amor viene en muchas formas, desde el amor de los padres por los niños hasta el amor romántico, el amor por la amistad e incluso el amor por los animales o la naturaleza.
Los investigadores describen cómo midieron la actividad cerebral en personas que acababan de escuchar una descripción de un tipo de amor, como: “Ves a tu hijo recién nacido por primera vez. El bebé es suave, saludable y abundante, la mayor maravilla de tu vida. Sientes amor por el pequeño”.
EL AMOR DE UN PADRE, LA ACTIVIDAD MÁS PODEROSA EN EL CEREBRO
Descubrieron que el amor de un padre generaba la actividad cerebral más poderosa, seguido del amor romántico. Si bien la intensidad de la actividad cerebral variaba entre los tipos, todos se iluminaban en su mayoría en la misma región del cerebro, con algunas excepciones.
“En el amor de los padres, había activación en lo profundo del sistema de recompensa del cerebro en el área del cuerpo estriado mientras se imaginaba el amor, y esto no se veía para ningún otro tipo de amor”, dijo Rinne.
También probaron la actividad cerebral asociada con las amistades, las mascotas, la naturaleza y los extraños. Los investigadores descubrieron que el amor por la naturaleza iluminó el sistema de recompensa del cerebro y no las áreas asociadas con la cognición social, mientras que el amor por las personas iluminó las áreas sociales en su lugar.
Curiosamente, los investigadores descubrieron que las ondas cerebrales cuando se hablaba de animales en realidad revelaban si la persona tenía una mascota o no.
“Al observar el amor por las mascotas y la actividad cerebral asociada a ella, las áreas cerebrales asociadas con la socialidad revelan estadísticamente si la persona es o no dueño de una mascota. Cuando se trata de los dueños de mascotas, estas áreas están más activadas que con los que no son dueños de mascotas”, dijo Rinne.
Comprender la fisiología del amor puede parecer frío, sin embargo, los científicos esperan que su investigación pueda usarse para tratar mejor los trastornos de apego, la depresión o los problemas de relación.