Michael Hovde siente poca simpatía por el programa electoral de Donald Trump. Pero para este votante del estado clave de Wisconsin, lo que está en juego en las presidenciales de noviembre en Estados Unidos va más allá de meras preocupaciones políticas: el candidato republicano “es una amenaza existencial para la democracia”.
Un entorno “aterrador” rodea al magnate y expresidente (2017-2021), afirma este activista comunitario de 36 años mientras pasea por el bullicioso centro de Appleton, una de las zonas políticamente más diversas de uno de los estados más divididos de Estados Unidos.
En particular, cita el “Proyecto 2025“, un plan de gobierno elaborado por un influyente grupo de reflexión conservador que incorpora muchas de las ideas de Trump, aunque éste se ha distanciado públicamente del texto.
“Su objetivo es simplemente eludir y sortear el sistema de controles y contrapesos, y neutralizar realmente la eficacia de nuestro sistema político”, añade Hovde.
No muy lejos de allí, pasando los jardines verdes y las elegantes casas victorianas de esta ciudad de clase media acomodada, Casey Stern, de 58 años, ve las elecciones de manera muy diferente.
Sobre su cuidado huerto ondea una imponente bandera de “Trump 2024”. Otra pancarta pide un proceso de destitución contra el presidente estadounidense, el demócrata Joe Biden, y dice: “Nosotros, el pueblo, estamos enojados”.
El mensaje es explícito, y también las reacciones. Stern relata que algunos transeúntes le gritan insultos, mientras que otros anotan su dirección y le envían cartas.
Reconoce que los “tuits malvados de Trump en mitad de la noche” pueden molestar a la gente, pero cree que el país necesita un líder “de convicciones fuertes” para hacer frente a la inflación, la inmigración y el crimen.
“Cuando vas al supermercado ni siquiera puedes permitirte un bistec”, afirma Stern.
Se burla de las acusaciones de los demócratas de que Trump pone en riesgo la democracia, acusando a Biden de sofocar el debate público sobre la pandemia de covid-19.
“Biden ha hecho más por dañar la democracia”, agrega.
“Rindan cuentas”
Si hay un estado en el que el mensaje de los demócratas sobre la amenaza de Trump a la democracia puede movilizar a los votantes, ese es Wisconsin.
Anteriormente conocido por su política limpia, educada y de tendencia izquierdista, se ha convertido en un epicentro del partidismo, un estado bisagra que podría inclinar la elección nacional.
Trump sorprendió a los demócratas al ganar por estrecho margen en 2016; Biden también recuperó Wisconsin por poco en 2020.
Ya había habido un punto de inflexión en 2010, cuando Scott Walker, un joven republicano que muchos suponían que respetaría el estilo político amable de Wisconsin, fue elegido gobernador e impulsó cambios radicales.
Quitó poder a los sindicatos y sus aliados rediseñaron drásticamente los mapas electorales, garantizando el control republicano en la legislatura estatal.
Ahora los demócratas, encabezados por la vicepresidenta Kamala Harris, esperan ganar a los republicanos el 5 de noviembre.
Kristin Alfheim, una demócrata que busca un escaño en el Senado estatal, cree que una mayor competencia beneficia a la democracia.
“Brinda la oportunidad de que ambos lados rindan cuentas, sabiendo que van a tener que trabajar juntos”, opina.
“Democracia”, un arma de doble filo
Biden ha insistido en la amenaza para la democracia que supone Trump, quien se negó a aceptar la derrota en 2020 e incitó a sus partidarios a que asaltaran el Capitolio el 6 de enero de 2021.
Desde que heredó la nominación demócrata tras la retirada de Biden de su candidatura por la reelección el mes pasado, Harris y su compañero de fórmula, Tim Walz, han mantenido el tema en el tapete, pero con cambios.
Describen a Trump como “raro” y como un perjuicio para la sociedad en su conjunto, no solo para la democracia.
Para el profesor Arnold Shober, de la Universidad Lawrence de Appleton, la narrativa de un riesgo para la democracia tuvo una “resonancia especial” en Wisconsin después de su experiencia con el gobernador Walker, quien perdió la reelección en 2018.
Pero Shober explica que es un arma de doble filo, ya que algunos republicanos todavía están dolidos por las bulliciosas -aunque no violentas-, protestas que irrumpieron en el Congreso estatal cuando Walker impulsó una medida antisindical.
“Cuando se habla del 6 de enero en Wisconsin, la gente de la derecha dirá inmediatamente, bueno, ¿y esos demócratas?”, afirma el profesor. “Lo ven casi como una cuestión de equidad. Ustedes lo hicieron, nosotros también podemos hacerlo”.
Microcosmos del país
El condado de Outagamie, hogar histórico de gigantescas fábricas de papel y ahora sede de importantes oficinas, fue durante mucho tiempo dominado por republicanos.
Pero como si fuera un microcosmos del país, ha sido testigo de una división cada vez más profunda entre las zonas urbanas y rurales. Los demócratas han hecho avances en el centro de Appleton.
El jefe del condado, Tom Nelson, un demócrata simpatizante del socialista Bernie Sanders, ha ganado desde 2011, incluso en medio del ascenso de Trump.
“Ha avivado ese veneno, ese desprecio, ese odio”, explica Nelson. Pero él ha superado las divisiones con un mensaje aún más básico que la defensa de la democracia.
Fundamentalmente, la gente quiere “poder vivir en una comunidad que sea segura, saludable, que tenga una economía fuerte y vibrante”, considera.