Una nueva investigación sugiere que los comedores compulsivos pueden tener un tipo específico de bacterias intestinales. En un artículo publicado en junio en la revista Gut, los autores precisan que esos microorganismos —conocidos como proteobacterias— estaban presentes en grandes concentraciones en los intestinos de humanos y roedores que manifestaban adicción a la comida.
En tanto, las poblaciones de proteobacterias eran mucho más reducidas en los individuos que no manifestaban dicha compulsión. La investigación se presentó durante la edición 2024 del Foro de Sociedades Europeas de Neurociencias (FENS, por sus siglas en inglés).
Por otra parte, el equipo puntualizó que las poblaciones de otro tipo de microorganismos, denominados actinobacterias, eran muy reducidas tanto en humanos como en ratones adictos a la comida, pero que alcanzaban niveles muy elevados en los individuos que no sufrían de la misma adicción.
“Son varios los factores que contribuyen a la adicción a la comida, trastorno que se caracteriza por la incapacidad para controlar la ingesta y que se asocia estrechamente con la obesidad, diversos trastornos alimentarios, así como con la composición del microbioma intestinal; es decir, con las bacterias que viven normalmente en los intestinos”, detalló en un comunicado la Dra. Elena Martín García, investigadora de la Universitat Pompeu Fabra, en Barcelona, España. “Hasta ahora desconocíamos los mecanismos subyacentes a este trastorno de la conducta”, agregó la científica.
¿QUÉ ES LA ADICCIÓN A LA COMIDA Y QUÉ DAÑOS ACARREA?
La adicción a la comida es un trastorno de la conducta alimentaria que conduce a una relación poco saludable con la alimentación, lo cual se manifiesta como una conducta alimentaria compulsiva, muy semejante a la observada en adictos a sustancias como el alcohol y las drogas.
Quienes padecen de este trastorno suelen perder el control de lo que comen, ansían consumir ciertos alimentos y, de hecho, lo hacen a pesar de las consecuencias para la salud y el bienestar, incluida la obesidad. Pese a ello, la adicción a la comida es un tema bastante controvertido en la comunidad científica, tanto que el trastorno ni siquiera quedó inscrito en la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés).
Para su investigación, los científicos se basaron en un instrumento de validación psicométrica conocido como Escala de Yale para la Adicción a la Comida (YFAS 2.0, por sus siglas en inglés), para lo cual las personas participantes tuvieron que responder a 35 preguntas, en tanto que la evaluación de los roedores se fundamentó en la observación de conductas que apuntaran a una adicción a la comida (entre ellos, búsqueda persistente de alimento, comportamiento compulsivo, y alto grado de motivación para obtener comida).
El equipo también analizó los microbiomas intestinales tanto de humanos como de roedores, y comparó las poblaciones bacterianas presentes en los intestinos contra el grado de adicción a la comida previamente determinado.
Los resultados obtenidos, tanto en roedores como en humanos con adicción a la comida, revelaron un incremento en las concentraciones intestinales de proteobacterias, así como una disminución en las poblaciones de actinobacterias, junto con las de otra bacteria del género Blautia.
ES UN TRASTORNO CON UN ORIGEN MULTIFACTORIAL MUY COMPLEJO
“Hemos demostrado, por primera vez, que existe una interacción directa entre la composición [del microbioma] intestinal y la expresión génica del cerebro, todo lo cual apunta a que este importante trastorno de la conducta alimentaria, tan estrechamente asociado con la obesidad, tiene un origen multifactorial muy complejo.
“Es necesario entender la interacción entre este trastorno de conducta y las bacterias intestinales con miras a desarrollar tratamientos para la adicción a la comida y los trastornos alimentarios relacionados”, escribió Martín García.
El equipo de científicos opinó que las bacterias identificadas podrían servir para tratar el consumo compulsivo de comida, ya que al incrementar las poblaciones de Blautia en los roedores, observaron una reducción drástica en los niveles de adicción a la comida.
“Nuestros hallazgos, tanto en ratones como en humanos, sugieren que una microbiota específica podría tener un efecto protector en la prevención de la adicción a la comida. En particular, debido a que las semejanzas en las concentraciones de Blautia resaltaron los beneficios potenciales de esta bacteria intestinal.
“Por lo pronto, estamos investigando los efectos protectores de la administración oral de lactulosa y ramnosa, ya que ambas son carbohidratos no digeribles —mejor conocidos como ‘prebióticos’— y contribuyen a incrementar la cantidad de Blautia presente en los intestinos”, informó la investigadora.
“Hicimos ensayos con ratones y observamos un incremento en la cantidad de Blautia en las heces, junto con mejoras muy significativas en la adicción a la comida. De hecho, identificamos una mejoría importante al tratar a los ratones con un probiótico oral que contenía una especie particular de Blautia, conocida como Blautia wexlerae”, concluyó el comunicado de Martín García.
EL DESAFÍO ES DESARROLLAR TRATAMIENTOS CONTRA LA ADICCIÓN A LA COMIDA
El descubrimiento de que ciertas bacterias intestinales pueden ser perjudiciales mientras que otras pueden ayudar a prevenir la adicción a la comida conduciría a tratamientos que ayuden a las personas a evitar el consumo excesivo de alimento y a tratar otros trastornos alimentarios.
“Aun cuando la ‘adicción a la comida’ sigue siento un concepto muy controvertido, el consenso general es que la ingesta compulsiva de alimentos calóricos y apetitosos suele derivar en trastornos alimentarios que propician la obesidad. Este estudio ha identificado una composición microbiótica específica asociada con ciertas características de la adicción a la comida”, escribió en otro comentario la Dra. Harriët Schellekens quien, aunque no participó en el estudio, es profesora titular del departamento de Anatomía y Neurociencias e investigadora principal de la organización Food for Health Ireland, en University College Cork, Irlanda.
“Nuestras investigaciones han demostrado que la abundancia del género Blautia disminuye a la par que aumentan la motivación y la compulsión de comer; esto, tanto en ratones como en humanos. Aun así, al suplementar la alimentación con prebióticos y probióticos que contienen Blautia, logramos reducir la cantidad de ratones que habíamos clasificado como ‘adictos a la comida’”, agregó Schellekens.
“El estudio [de Martín García y su equipo] es otra evidencia importante que demuestra que la microbiota intestinal puede influir en la conducta alimentaria del huésped. Sus hallazgos ponen de relieve la necesidad de emprender nuevos estudios mecanicistas y traslacionales centrados en la microbiota intestinal, y dentro del contexto de los trastornos alimentarios y sus consecuencias metabólicas”, concluyó el comunicado de la profesora.
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