Así como los gatos, tener buena ortografía se ha vuelto muy popular con el auge de las redes sociales. Corregir las faltas ortográficas de conocidos y desconocidos es ahora una práctica común, y alardear de nuestra capacidad para escribir bien parece ser un síntoma de estatus en nuestra vida virtual.
Claro que hay personas que pusieron más atención en las clases de Español de la primaria o que leen un par de libros más al año que el promedio nacional, pero que, aun así, ignoran que «asocial» y «antisocial» no son lo mismo. Que «ser ermitaño» es ser asocial y que «oponerse al orden social» es ser antisocial.
También difícilmente se sabe que «el azúcar» y «la azúcar», ambas, son correctas, porque se trata de una palabra de género ambiguo, es decir, que puede ser masculino o femenino, y que lo mismo pasa con «el mar» y «la mar», con «el lente» y «la lente», con «el maratón» y «la maratón».
Que «Dios» se escribe con mayúscula. Cuando es usado como nombre propio antonomástico. Que antonomástico es lo relativo a la antonomasia. Que la antonomasia es una sinécdoque. Que sinécdoque es la designación de una cosa con el nombre de otra, así como la metonimia. Que metonimia es un tropo. ¿Y qué es un tropo? Usar una palabra en un sentido distinto al suyo, pero con el que tenga alguna semejanza.
En resumidas cuentas, que «Dios» se escribe con mayúscula cuando se utiliza como nombre propio.
Que todo lo que decimos tiene un nombre o pronto lo tendrá.
Que podemos llamarle sin pena «jaletina» a la «gelatina».
Que todas las palabras del castellano que se escriben con «w» son anglicismos o neologismos.
Que no hay «correcto» o «incorrecto», sino «gramatical» o «agramatical».
Que sumergirse en las entrañas de la lengua, el lenguaje, la gramática, la ortografía, la redacción implica nunca dejar de aprender. Que «dejar de aprender» es una perífrasis verbal.
Que antes de corregir debemos dejar un poco de duda en los bolsillos y tener dos diccionarios bajo el brazo (o abiertos en el navegador).
Por eso, esta columna pretende ser un receptáculo de frustraciones y un espacio de dilucidación de aquellas dudas gramaticales et al. que nos causan incertidumbre, comezón o calvicie prematura.
Laura Ilarraza es comunicóloga, orgullosamente egresada de la UNAM, editora de México Social y de las revistas estatales de Newsweek México en Guanajuato, Coahuila, San Luis Potosí y Querétaro.