Con la reducción de las normas de calidad del aire en Estados Unidos, aumentarán las enfermedades cardiovasculares, la demencia y muchos otros padecimientos.
DESDE 1955, tras la implementación de la Ley para el Control de la Contaminación del Aire, los niveles de contaminantes han disminuido de manera drástica, y también las tasas de problemas de salud asociados. Sin embargo, al reducir las protecciones ambientales, la presidencia Trump podría deshacer gran parte de este logro. ¿Cuáles serían las consecuencias para la salud?
Si bien la contaminación del aire es un revoltijo de sustancias químicas, el nivel de partículas aéreas de menos de 2.5 micrómetros de diámetro (PM2.5) es un buen indicador de la calidad general del aire. Esas partículas —compuestas de metales tóxicos como plomo, hierro y zinc— son un elemento importante de las emisiones vehiculares y de las plantas de energía, y ambas disfrutarán de regulaciones más holgadas bajo las políticas de la administración Trump. Por ejemplo, según cálculos de la Agencia de Protección Ambiental, las reglas revisadas para las plantas eléctricas que operan con carbón (anunciadas el 21 de agosto pasado) podrían ocasionar 1,400 muertes anuales adicionales debido al incremento de las emisiones PM2.5.
“Tal vez podamos aumentar la contaminación del aire y salvar algunos empleos”, señala Karen Clay, profesora de economía y políticas públicas en la Universidad Carnegie Mellon. “Pero también morirán más personas”.
Esto es lo que nos depara el futuro:
Aumento en las tasas de cáncer pulmonar y enfermedad cardiovascular. Según un estudio, cada incremento de 10 microgramos de PM2.5 por metro cúbico de aire (la diferencia entre Manhattan y las montañas de Adirondack) se asoció con un aumento de 25 por ciento en el riesgo de infarto cardiaco, infarto cerebral y otros incidentes cardiovasculares a lo largo de la vida de un individuo. Y el riesgo de enfermedad cardiovascular se incrementó 76 por ciento.
Daño cerebral. Después de entrar en los pulmones, las partículas PM2.5 pasan al torrente sanguíneo y viajan hasta la nariz, donde pueden cruzar la delgada barrera entre la cavidad nasal y el cerebro. Las partículas aceleran el deterioro cognitivo de los ancianos y contribuyen al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer y la demencia: un estudio de 2017 demostró que vivir con niveles elevados de contaminación del aire casi duplica el riesgo de demencia.
Diabetes. Unos científicos siguieron a 1.7 millones de veteranos a lo largo de ocho años, y descubrieron que la exposición a PM2.5 aumenta el riesgo de diabetes, tal vez porque causa inflamación y esto afecta la producción de insulina.
Muerte y enfermedad infantil. Debido a que respiran más rápido que los adultos, los niños asimilan más contaminantes en proporción con el tamaño corporal. Esta exposición entorpece el desarrollo neuropsicológico y se ha vinculado con trastornos de memoria y atención, conductas delictivas y mal desempeño en las pruebas de inteligencia. Asimismo, la contaminación aumenta el riesgo de muerte infantil por enfermedad respiratoria y el síndrome de muerte súbita del lactante. La exposición intrauterina se ha asociado con bajo peso al nacer y parto prematuro. En 2014, cuando clausuró una planta energética de Pensilvania, las tasas de partos prematuros y bajo peso al nacer cayeron de manera significativa.
Fertilidad. La mala calidad del aire disminuye las tasas de fertilidad de hombres y mujeres. Las tasas de fertilidad de California aumentaron entre 2001 y 2011, a medida que el estado clausuraba las ocho plantas eléctricas que operaban con carbón o petróleo.
¿Con cuánta rapidez se manifestarán estos efectos en la población? Los expertos señalan que depende de muchos factores. Sin embargo, las tasas de asma podrían dispararse rápidamente, mientras que los trastornos cerebrales se manifestarán en unos pocos años.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek