Después de la elección del 1º de julio, existe gran expectación por el nuevo gobierno, y no fue menor la que generó el inicio del periodo legislativo del Congreso de la Unión este pasado 1º de septiembre. Dos momentos han dado un punto de partida. Vamos a hacer un poco de memoria, décadas atrás, sobre todo para aquellos millennials, jóvenes idealistas, a quienes bien les haría tener una bocanada de historia.
Es cierto que desde la década de los treinta y hasta los ochenta solo había un partido político no solo de mayorías, sino de unanimidades. Al interior se daban las pugnas políticas, los grupos de izquierda, los moderados, los campesinos, los maestros, los obreros y las organizaciones de la sociedad, lideradas por distintos personajes que disputaban los lugares de representación en las cámaras y el gobierno.
Llegó entonces a mediados de los ochenta el tiempo del derecho de las minorías, diseñado en primera instancia en la representación de escaños plurinominales. Para ello fueron largas décadas de espera; los informes y las sesiones solemnes se daban, para bien y para mal, con total respeto y absoluta sujeción a las formas.
El diputado Porfirio Muñoz Ledo, actual presidente de la Cámara Baja, a quien por cierto me tocó conocer cuando era yo estudiante de derecho, ha sido un personaje nombrado y renombrado a través de la historia partidista en México de los últimos 50 años. Así es, nació en el PRI, donde militó más de 30 años, pero, siendo de ideología de izquierda, a su salida fundó el PRD, luego emigró al PARM, se instaló en el PT y hoy en Morena, aún sin la formalidad de partido.
El 1º de septiembre de 1988 se acabó la época de los aplausos y las formas para el Informe de Gobierno presidencial. Fue precisamente Muñoz Ledo quien ese día levantó la mano para pedir el uso de la voz, a quien entonces presidía la Cámara, don Miguel Montes García, quien no permitió, al amparo de la ley, ninguna interpelación, lo cual generó el disgusto y los gritos del propio Muñoz Ledo a De la Madrid.
Se armó entonces un zafarrancho que, aunque breve, originó que a partir de entonces y hasta finales de los noventa las interpelaciones, los reclamos subidos y desmanes fueran para cada Informe, hasta que se limitó a inicios de este siglo a entregar documento por escrito y hacer otro acto que dista de ser republicano para ser un evento de carácter casi meramente social.
El 1º de septiembre del 2018, justo 30 años después, Muñoz Ledo, como presidente de la Mesa Directiva del Congreso federal, el mismo de la anécdota anterior, censurado en su interpelación en la Cámara, fue quien, al argumento del amparo de la ley, censuró a su compañero diputado, Fernández Noroña, del PT, un personaje que hoy solo se ha distinguido por sus maneras poco ortodoxas, por su manifestación reiterada de simpatía a Maduro y al régimen en Venezuela, por querer irrumpir en el último informe presidencial, al que se le negó la entrada, y querer hacer de ese tema un protagónico uso de la voz.
Se aplaudió, en términos generales, la determinación del presidente de la mesa, de dar orden a la sesión; además, tratándose de un compañero diputado de su bloque, parecería algo extraordinario. Tal parece que los interpeladores de ayer son los que llaman al orden hoy.
El otro momento fue la solicitud de licencia del senador Manuel Velasco, gobernador con licencia de Chiapas. Ante la negativa, hubo un lapsus de admiración casi unánime a la nueva legislatura, pues dio visos de actuación limpia. Hubo quien supuso que el cambio podría ser en verdad real, y esta sería una primera señal: nadie por encima de la ley.
Todo quedó en naufragios; Manuel Velasco despacha nuevamente como gobernador, después de dos inéditas votaciones. Morena tiene la mayoría deseada, tras la determinación de cinco diputados del Partido Verde de, casualmente, cambiar de bancada justo después de la primera votación en negativo a la antesala de otorgar licencia.
Es evidente la falta de diálogos políticos, de entendimientos y de coincidencias en el Congreso de la Unión, y si las hay, esta primera muestra nos dice que poco importarán las leyes y las formas, en donde se esperaría el tan sonado “harán historia” con un debate de altura, que deberían dar todos los de todos de los grupos parlamentarios, unos por la oportunidad invaluable de esta primera ocasión y los otros para demostrar su experiencia, que no es para menos.
Parece que, de seguir con esa Torre de Babel, la legislatura de la “cuarta transformación” será de quinta.