Algunas personas son emprendedoras mientras que otras tienden a procrastinar. Y una nueva investigación demuestra que una región específica del cerebro nos vuelve más propensos a postergar las cosas.
Científicos de la Universidad del Ruhr en Bochum, Alemania, analizaron a 264 voluntarios para determinar las diferencias entre sus cerebros y sus personalidades. Publicado el viernes 17 de agosto en la revista Psychological Science, el estudio identificó dos regiones cerebrales que podrían influir en la capacidad de una persona para emprender tareas de inmediato o aguardar para llevarlas a cabo más tarde.
A fin de establecer si un individuo es emprendedor o “procrastinador”, los participantes respondieron una encuesta que midió su capacidad para ejercer control sobre sus acciones. Así mismo, los científicos practicaron estudios con imágenes por resonancia magnética para determinar el tamaño de sus regiones cerebrales y las conexiones entre ellas.
Observaron que la amígdala -una estructura cerebral compuesta de sustancia gris y con forma almendrada- era más voluminosa en los individuos con control deficiente de sus acciones. La Universidad McGill explica que la amígdala es esencial para nuestra capacidad de sentir ciertas emociones, así como para detectarlas en los demás. Dichas emociones incluyen al temor, un factor importante para explicar por qué hasta una de cada cinco personas es un procrastinador crónico.
Otro hallazgo fue que la conexión entre la amígdala y la corteza cingulada anterior dorsal era menos fuerte en las personas que tendían a controlar mejor sus acciones. También conocida como CCA dorsal, esta región del cerebro interviene en el control motor y en la cognición.
En una declaración, Erhan Genç, autor del estudio, reveló que “investigaciones anteriores habían vinculado estas dos regiones cerebrales con el control de las acciones”. Así pues, si bien no son los primeros en determinar que esas estructuras tienen relación con las acciones, su estudio establece un nexo con las personas que procrastinan.
Ya que la amígdala permite que evaluemos los resultados potenciales y también nos alerta sobre las consecuencias negativas, es comprensible que una amígdala más voluminosa haga que un individuo dude más antes de emprender una tarea. Los científicos escriben en su artículo que, si la conexión entre la amígdala y la CCA dorsal se ve afectada, las personas no podrán llevar a cabo sus acciones de manera exitosa.
“Los individuos con mayor volumen amigdalino pueden recelar más de las consecuencias negativas de una acción, por lo que tienden a dudar y a postergar las cosas”, agregó Erhan Genç. “Este efecto podría exacerbarse en las personas con una mala conexión funcional entre la amígdala y la CCA dorsal, ya que no podrían regular adecuadamente la interferencia de sus emociones negativas y las acciones alternativas”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek