Columna Diario de Campo
El derecho de los mexicanos a votar desde el extranjero es un tema relativamente reciente. Los líderes de los paisanos en el exterior comenzaron a demandarlo al menos desde 1988, cuando el candidato del frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas, recorrió varias ciudades de los Estados Unidos teniendo encuentros con las comunidades de mexicanos y recibiendo algunos financiamientos para su campaña. Nada de eso era ilegal entonces —hoy día está prohibido—. Se afirmaba que el voto foráneo era un derecho que era reconocido entonces en más de 60 países, y que además el éxodo mexicano tenía características que no tenían otras migraciones: era sobre todo estacional —de ida y vuelta— gracias a la cercanía territorial, y los emigrantes nunca perdían totalmente su vínculo con sus comunidades de origen; tanto así que sus remesas se convirtieron en la fuente principal de sustento de millones de familias y miles de comunidades.
El partido hegemónico de entonces se oponía al reconocimiento de este derecho tras territorial. Se temía que los emigrados guardaran rencores que inclinaran sus preferencias hacia las oposiciones. Uno de los argumentos para rechazarlo fue su costo: el secretario de gobernación en 1999 Francisco Labastida afirmó que el voto desde el exterior costaría alrededor de mil millones de dólares, lo que lo hacía prohibitivo. Aunque la Constitución federal permitió la emisión del voto desde el exterior desde 1996, no se reglamentó legalmente hasta el 2004, para concretarse en la elección presidencial del 2006.
El costo del voto desde el extranjero ha sido un tema recurrente, que los críticos ponen sobre la mesa después de cada proceso. Se juzga que se invierte demasiado en un derecho que ejercen sólo unos miles de paisanos, quienes no se muestran muy entusiasmados en participar, según las cifras frías. Esta es una afirmación relativamente cierta, pero que ignora la enorme deuda política y social que ha acumulado México durante más de un siglo con su diáspora de muchos millones de mexicanos que han emigrado, sobre todo a Estados Unidos, expulsados por la incapacidad de su país para proporcionarles oportunidades de desarrollo personal y familiar. Y a pesar de ello, ellos envían de regreso miles y miles de millones de dólares producto de su trabajo, sin olvidarse de su tierra y su familia. Y seguimos debatiendo sobre los costos de su voto.
El voto desde el exterior en México es caro, sí, pero no por culpa de los migrantes. Nos seguimos aferrando a la opción postal, que es tortuosa y gravosa. La ley electoral actual permite otras dos opciones: la presencial —que sería peor que la anterior— y la electrónica. Esta sin duda sería la más práctica y económica, pero fue hecha a un lado debido a la mala experiencia de Chiapas en julio de 2015, cuando se perpetró un fraude electrónico que terminó afectando a las entidades que planeábamos implementar el voto electrónico en las elecciones de gobernador(a), emulando experiencias exitosas como la del “Voto Chilango” en la Ciudad de México.
¿Cuánto costó el voto desde el extranjero en estas elecciones recientes? El Instituto Nacional Electoral presupuestó 350 millones de pesos para este fin, a ejercerse a lo largo del proceso 2017-2018. El consejero Enrique Andrade, presidente de la Comisión Temporal del Voto de los Mexicanos en el Exterior, declaró recién que tan sólo el envío y regreso de cada paquete electoral costó 33 dólares. Como se enviaron 181 mil 256 paquetes pudo haber un gasto en este rubro de 5 millones 981 mil 448 dólares; pero sólo se recibieron 98 mil 470 votos habrá una disminución en esa cantidad. Las cuentas aún se están afinando en el INE.
Un “cálculo ranchero” nos diría que dividiendo el presupuesto total sobre los votos recibidos podríamos tener una cifra muy, pero muy preliminar: 3 mil 554 pesos por voto. Suena mucho, pero hay que recordar que en 2006 el VME tuvo un costo —ese sí oficial— de 7 mil 305 pesos, y en 2012 de 3 mil 714 pesos, un descenso de -49%. Es muy probable que el monto de 2018 baje sustancialmente cuando se emitan los datos oficiales.
Otro cálculo muy, pero muy preliminar nos indica que es de esperarse que el voto ordinario de los mexicanos en el ámbito federal será de 126 pesos, a dividirse entre las tres elecciones: 42 pesos. México tiene comicios caros, sin duda, pero así lo hemos querido, es resultado de la desconfianza mutua.